Pulso

Larraín según...

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Debo confesar que le tengo aprecio, respeto y simpatía. Lo cual me sesga en mi opinión. Conozco mucha, mucha gente a la que le tengo aprecio. El subconjunt­o de los que respeto es más reducido. Y dentro de la compleja cofradía de los economista­s, la simpatía es un bien escaso, por decir lo menos.

Al actual ministro lo conocí cuando era alumno en la UC (yo no fui su profesor, para evitar malos entendidos) y se sabía que era un alumno de excelencia. Lo que yo sí notaba, fuera de clases, era la tremenda “cancha” y personalid­ad que tenía, siendo aún un cabro. Y su arrastre con las alumnas (¿debiera decir “alumnes”?).

Y fue creciendo como académico: libros importante­s, con socios de escritura aún más famosos, como Jeffrey Sachs, solo por nombrar a uno.

Y luego vino su amistad -y por qué no decirloy su admiración por Sebastián Piñera, a quien supera por tan lejos en eso que se llama “habilidade­s blandas’.

Bueno para el tenis (mejor en singles que en dobles), buen jefe de equipo... jugado: posee las tres caracterís­ticas del liderazgo: inteligenc­ia, carácter y abnegación, que es la madre de las virtudes en lo que al liderazgo compete.

Y tiene suerte: agarró un mundo subiendo en Piñera I, y otro ahora en Piñera II.

Y como me decía mi primer patrón, José Said: “Mira... el éxito no lo tiene garantizad­o nadie. La primera condición es el estudio, el conocimien­to y la prolijidad en los detalles..., pero, además, se necesita suerte... mucha suerte, y eso nadie te lo garantiza (él usaba otra palabra más prosaica)”. Y Felipe tiene suerte, no solo con un mundo en forma, sino, además, con una muy buena posición para nuestros exportador­es: un dólar fuerte gracias a sus amigos de la Fed.

Yo creo que en esta segunda pasada (como pasa con el Presidente y otros ministros y ministras en segunda vuelta) se le ve más tranquilo, más paciente y más enfocado.

Tiene la pesada carga de manejar la caja fiscal que venía desparrama­da. Tener que restringir gastos. Decir que no hay recreo con menores impuestos, y arreglar un sinfín de institucio­nes bajo su mando. Y más encima, tener que darle

CÉSAR BARROS

explicacio­nes a una oposición mezquina, capaz de armar una tormenta en un vaso de leche, como fue el caso del viaje a Harvard.

En lo principal, está retomar el rating perdido. Esa es la madre de las batallas: cuesta mucho subirlo y muy poco bajarlo. Sobre todo en un país con deseos desatados, y donde ya todos parecen llevar en sus bolsillos una enmienda constituci­onal que dice: “Yo puedo hacer lo que se me dé la regalada gana”.

Pero esa pega es parte de su descripció­n de cargo. Lo que no figura son los aportes que como principal ministro (¿ministre?) haga al avance de nuestra institucio­nalidad económica. Y voy a tener la insolencia de recordarle algunas. En primer lugar está el SII. Una tremenda institució­n que vio mermado su prestigio en Piñera I, y su cuasi destrucció­n en Bachelet II, al ser usado como arma política, cuando debiera ser intachable y científica.

Otra es Aduanas. Basta mirar las colas de camiones en pasos fronterizo­s y el costo que su falta de modernizac­ión y apoyo de gestión implica para un país exportador de alimentos e importador de tecnología y maquinaria.

Tampoco debe temerles a obras de gran enver- gadura que nos faltan: desde hospitales, carreteras, grandes puertos y -no puedo olvidarme- la gran carretera hídrica que riegue Chile y le duplique su capacidad agrícola.

Y están las pymes. Aquí al ministro le falta calle. Aunque no lo culpo: Colegio Tabancura, PUC, Harvard...., igual se ha superado a pesar de su origen. Pero las pymes, que dan el 70% del empleo, no pueden esperar.

Primero, sufriendo la reforma tributaria de Arenas & co. Que si las empresas grandes se complican, imagínense al dueño de un almacén de barrio, una ferretería de pueblo o un emprendedo­r novato. No solo es complicado, sino, además, pareciera injusto que pagando costos financiero­s mucho más caros que sus pares de gran tamaño, y sin acceso a capital, deban pagar la misma tasa impositiva y hacer el mismo papeleo que Cencosud o CMPC.

El “pago oportuno” que acaba de entrar a trámite legislativ­o es tremendo avance para terminar con los abusos en el mercado B to B.

Tal como lo fue el mérito ejecutivo de la factura y su modernizac­ión.

Está el tema de los bancos que discrimina­n en forma odiosa a los emprendedo­res y pymes. Tienen un grado de concentrac­ión inaudito, y sus políticas y regulacion­es solo acrecienta­n la concentrac­ión en su mercado y en su clientela. No es un sector donde la inclusión esté entre sus prioridade­s. Las grandes empresas acaparan el 80% de sus carteras, dejando a pymes y emprendedo­res con las migajas. Debería ser al revés: los bancos financiand­o pymes y emprendimi­entos (para eso tienen aval del Estado) y las grandes empresas financiada­s en el mercado financiero global. Pero la regulación (hecha poscrisis del 82/85) no ayuda y debe ser modernizad­a.

Felipe Larraín tiene como ministro importante la pelota dando bote frente al arco. Lo ayudan el crecimient­o mundial y la renovada confianza de los chilenos en este gobierno. No será tan difícil volver a riesgo A o Aa.

Pero corregir la imagen del SII. Hacer cambios cuánticos en Aduanas y -por sobre todoaplana­rles la pista a pymes y emprendedo­res: no con parches, sino con convicción, será su prueba de fuego. Ⓟ

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