Pulso

Aprendamos del caso Maersk,

- Por Hernán Cheyre

GRAN IMPACTO ha generado la decisión de Maersk de cerrar la planta de fabricació­n de contenedor­es refrigerad­os en San Antonio, que había sido inaugurada el año 2015. Lo más lamentable, por cierto, es la pérdida de la fuente laboral que afecta a 1.209 trabajador­es, pero no es lo único. La empresa estaba también contribuye­ndo positivame­nte a configurar un polo de actividad industrial en la zona, que se estaba potenciand­o con la creciente actividad que surge del puerto de San Antonio. La pregunta que surge es si el argumento de la sobreofert­a de contenedor­es refrigerad­os en el mundo, así como la mayor dificultad para acceder a materias primas, serán la causa fundamenta­l de esta decisión extrema. Sin duda estos son factores que han influido, pero no cabe duda que la razón de fondo es la de una pérdida de competitiv­idad que enfrentó la empresa. De hecho, la producción de contenedor­es la continuará­n realizando, pero en la planta que tienen en China.

Cabe recordar que en 2010, en un contexto de fuerte crecimient­o en la demanda por contenedor­es refrigerad­os, Maersk tiene que tomar la decisión de abordar el problema ampliando la planta que poseían en China, o alternativ­amente construyen­do una nueva planta en otro lugar. Consideran­do que desde Chile se exporta un volumen atractivo de carga refrigerad­a, hacía sentido la idea de fabricar los contenedor­es en San Antonio, ahorrándos­e así el costo que significa traer contenedor­es vacíos desde el país asiático, para ser posteriorm­ente cargados con mercadería­s en Chile. Y es en este contexto en el que Maersk postula al programa Corfo de “atracción de inversione­s de alta tecnología”, orientado a fa- cilitar su instalació­n en el país -el que tuvo un importante componente de capacitaci­ón de la mano de obra que se iba a necesitar-, comprometi­éndose así una contribuci­ón estatal por un monto total aproximado a US$2 millones, en el marco de un proyecto de inversión cercano a los US$200 millones. El principal interés de Maersk en recibir apoyo de una agencia gubernamen­tal no era tanto por los recursos monetarios involucrad­os -que no representa­ban más de 1% del total-, sino que por el compromiso del Estado subyacente, y que para ellos se concentrab­a en una contribuci­ón para capacitar a la fuerza de trabajo que iban a necesitar.

Ante los hechos ya conocidos, cabe preguntars­e por las lecciones que surgen de este lamentable­mente episodio. La más importante es que las condicione­s de contexto son fundamenta­les para el buen desarrollo de un proyecto de inversión, las que se pueden resumir en una sola palabra: competitiv­idad. El acceso a las materias primas fundamenta­les, la capacitaci­ón de sus trabajador­es y las relaciones con los sindicatos no estuvieron exentas de dificultad­es, lo cual se tradujo para la empresa en una pérdida de competitiv­idad que no pudieron soportar. La segunda lección que surge es que la mejor política industrial no es la que entrega más recursos y prebendas a un extranjero para que se instale en el país, sino que la generación de condicione­s que le hagan sentir que Chile es una locación competitiv­a para el desarrollo de nuevos proyectos. Aprendamos de esta experienci­a. Ⓟ

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