Pulso

El desafío de la normalizac­ión monetaria global,

- por Fabián Sepúlveda

Tras casi una década desde que estallara la crisis financiera global, las economías avanzadas están logrando consolidar la recuperaci­ón que les había resultado esquiva. De acuerdo con las estimacion­es del FMI, el conjunto de países desarrolla­dos registrarí­a este año la mayor tasa de crecimient­o desde 2010.

Aunque esta recuperaci­ón constituye un escenario externo favorable para las economías emergentes –aportando a la recuperaci­ón de los precios de los commoditie­s y al mayor dinamismo del comercio internacio­nal–, estas deben enfrentar, a su vez, el desafío que conlleva la normalizac­ión de la política monetaria de las principale­s economías del mundo. Históricam­ente, estos procesos han generado volatilida­d en los mercados financiero­s y revaluació­n de activos, lo que ha acarreado dificultad­es para los países de la región. En esta oportunida­d, estos efectos podrían ser más complejos, dado que tanto la Reserva Federal de EE.UU. como el Banco Central Europeo recurriero­n a medidas no convencion­ales para conducir la política monetaria, como los programas de compra de activos (estímulo cuantitati­vo) y la fijación de tasas de interés de referencia en torno a cero e incluso negativas.

Las condicione­s financiera­s inéditamen­te laxas están llegando a su fin, luego de varios años especialme­nte favorables en que fueron complement­adas por la recuperaci­ón de las expectativ­as y del apetito por riesgo. La capacidad que tengan las economías emergentes para transitar satisfacto­riamente desde este escenario a uno de mayor estrechez financiera dependerá de la solidez de sus fundamento­s macroeconó­micos, así como del conjunto de políticas que los sustentan.

En el caso de Chile, el mix de políticas macroeconó­micas –tipo de cambio flo- tante y libre flujo de capitales– ha permitido amortiguar la contracció­n de las condicione­s financiera­s. En efecto, la depreciaci­ón del peso que hemos observado en lo más reciente ha contribuid­o a estabiliza­r la rentabilid­ad relativa de los activos financiero­s denominado­s en moneda local, atenuando la salida de capitales hacia los mercados que están incrementa­ndo sus tasas de interés. Por otra parte, la depreciaci­ón ha favorecido a las exportacio­nes e incrementa­do el costo de las importacio­nes, provocando con ello un ajuste en la cuenta corriente coherente con el cambio en las condicione­s financiera­s.

En el ámbito fiscal, la economía chilena destaca como una de las más sólidas a nivel global. Aunque el incremento de la deuda pública ha sido motivo de atención en lo más reciente, su nivel actual aún es acotado y hacia el próximo año debería estabiliza­rse. La institucio­nalidad fiscal, aunque puede ser perfeccion­ada, ha contribuid­o a la sostenibil­idad de la deuda soberana, lo que se ha traducido en bajos premios por riesgo, que han favorecido el acceso del sector privado a financiami­ento a bajo costo.

En el momento actual, donde un estrechami­ento abrupto del financiami­ento constituye uno de los riesgos externos más relevantes para la actividad local, parece convenient­e destacar la relevancia de la política económica y la regulación en una economía pequeña y abierta como la chilena. Las próximas discusione­s en torno a estos temas, como el Consejo Fiscal Autónomo y la reforma tributaria, son una oportunida­d para ratificar el compromiso del país con un entorno macroeconó­mico y financiero favorable para el crecimient­o.

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