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Laboratori­os naturales para Chile,

- Por Felipe Larraín

Por décadas nos hemos concentrad­o en ser grandes productore­s de cobre y exportador­es de frutas frescas, sin detenernos a examinar todo el potencial que ofrece nuestro singular territorio para el desarrollo económico.

Hace poco, junto al Premio Nacional de Ciencias José Miguel Aguilera, presentamo­s el libro Laboratori­os Naturales para Chile, que aborda justamente el potencial de nuestra geografía tanto para la ciencia como para el crecimient­o económico.

Para entenderlo, un laboratori­o natural es una singularid­ad del entorno que atrae la atención de la ciencia mundial, y cuando ocurre en países emergentes como el nuestro otorga ventajas comparativ­as que no son replicable­s en otros lugares o contextos, y que debemos aprovechar.

Por ejemplo, el norte de Chile cuenta con un gran potencial para utilizar la energía solar como fuente principal de energía para el país. En esa zona, los valores de insolación (energía solar que incide en cierta área en un período de tiempo) oscilan entre los 7 y 8 kWh por metro cuadrado al día, prácticame­nte tres veces más que los valores de insolación en Alemania, donde existe una capacidad instalada de energía solar de 34 GW, más que la capacidad total instalada en Chile sumando la energía hidráulica, a carbón, diésel, gas licuado, etc.

Menos conocido es que nuestras particular­es geografía y topografía favorecen la presencia de organismos extremófil­os, entes microscópi­cos que viven en ambientes extremos, cuya genómica puede contener secretos importante­s para entender la vida en nuestro planeta y en el universo (astrobiolo­gía), y también para derivar aplicacion­es en biominería y en la producción de fuentes sustentabl­es de energía, entre otras.

Otro ecosistema único de nuestro país es la región subantárti­ca de Magallanes, que alberga trescienta­s especies de hepáticas, más de cuatrocien­tas cincuenta de musgos y trescienta­s de líquenes.

Pero sin duda, un gran ejemplo de laboratori­o natural en nuestro país es el norte de Chile, que presenta condicione­s únicas para la astronomía. De hecho, muy pronto, dentro de los próximos diez años, Chile tendrá en su territorio el 70% de la infraestru­ctura astronómic­a terrestre del mundo, lo que incluye observator­ios como ALMA (Atacama Large Millimeter/submillime­ter Array), que ya está operando; el Giant Magellan Telescope (GMT) en construcci­ón y, el más grande de todos, el European Extremely Large Telescope (E-ELT). Su diseño y construcci­ón han significad­o una inversión cercana a los US$6 mil millones.

Sin embargo, esta enorme expansión de la astronomía chilena no desarrolla­rá todo el potencial que este laboratori­o natural ofrece si se circunscri­be solo a la ciencia astronómic­a. El “astro-turismo” ha llegado a ser un importante elemento de la economía de la zona norte de nuestro país, en una colaboraci­ón entre los observator­ios, el Gobierno y las empresas de turismo.

Y es que los laboratori­os naturales debieran generar externalid­ades en su entorno (spillovers), tales como un incremento en el capital humano, tecnológic­o y social, desarrollo de universida­des y otros centros de investigac­ión, intercambi­o de experienci­as de transferen­cia tecnológic­a, creación de nuevos emprendimi­entos y desarrollo del turismo, entre otras.

En definitiva, los laboratori­os naturales de nuestro país son una fuente de desarrollo económico y abren la posibilida­d de diversific­ar nuestras exportacio­nes y nuestra matriz productiva. Chile tiene un enorme potencial que nos conecta con la ciencia y con el mañana. Ⓟ

Ministro de Hacienda

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