Alerta desde Dinamarca: ¿Algo huele mal?,
Los argumentos de sobrecapacidad pudieron haber llevado a la empresa a ajustar la oferta en otros mercados. Sin embargo, el perjudicado fue Chile.
Hace poco más de dos semanas, la naviera danesa Maersk anunció el cierre de su fábrica de contenedores refrigerados (reefers) en el puerto de San Antonio. Ello implica el despido de 1.200 trabajadores. Si consideramos que por cada empleo directo este tipo de industria genera otros tres puestos de trabajo indirectos, la disminución total del número de empleos podría empinarse a los 4.800. Sin duda, este hecho ha representado un duro golpe a las expectativas de mejoramiento de nuestra economía, y ello en un contexto de elevada incertidumbre de los mercados mundiales. Si bien la volatilidad de los mercados bursátiles se mantiene acotada en niveles bastante normales (el índice VIX que la mide está cercano a su promedio histórico, en un valor de 15), los riesgos se perciben aumentados por las consecuencias de un escalamiento de la guerra comercial que mantiene ocupados a los EE.UU. y a algunos de sus socios.
Las causas reveladas respecto del cierre de la planta de Maersk, quien ha calificado la decisión de irreversible, apuntan a una sobreproducción de contenedores reefers en el mundo y a algunos problemas en la cadena de suministros, ambos problemas transitorios. La construcción de la planta se anunció el 2011, se invirtieron US$ 250 millones y empezó a producir sus contenedores solo hace tres años. Se trata, por tanto, de la muerte de un infante. Rara vez se observa que una actividad industrial como esta cierre antes de haber tenido la oportunidad de mostrar sus virtudes.
¿Qué ocurrió en el intertanto? Son muchos los factores que se podrían mencionar. Cuando el proyecto recién nacía, antes de llegar a su punto de equilibrio, experimentó su primera huelga, con conflictividad elevada y duración de 15 días (la empresa ha negado que el cierre tenga rela- ción con ella), las tasas de impuestos corporativos subieron en Chile desde la decisión de invertir el 2011, y el cambio en las normas laborales generó expectativas de costos laborales crecientes en el tiempo.
Los argumentos de sobrecapacidad pudieron haber llevado a la empresa a ajustar la oferta en otros mercados. Sin embargo, el perjudicado fue Chile. Nuestro país está en el circuito de los reefers por la gran cantidad de fruta fresca y salmones que exportamos. El transporte marítimo tiene una “pata fuerte”, en que los contenedores viajan llenos, y otra “débil”, en que vuelven vacíos, por lo que uno puede poner una fábrica de este tipo en cualquiera de los extremos del recorrido o en ambos, ya que los contenedores deben regresar al origen del viaje una y otra vez. Luego de instalada la capacidad hay que ser competitivo para poder llenar la fábrica. ¿Competitivo en comparación con quién? Con quien está al otro lado del circuito de transporte: en este caso, China. Vaya desafío, no en vano los chinos son, hoy por hoy, el principal exportador del mundo.
Es por ello que demandas por remuneraciones más altas que las recientemente contratadas (legítima aspiración de largo plazo) pueden resultar negativas para un proyecto de esta naturaleza, sobre todo si debuta con una paralización. Lo que puede inclinar la balanza negativamente frente a un problema de sobreoferta de capacidad es elevar los costos laborales antes de que la empresa haya podido capacitar a sus trabajadores para que su productividad sea mayor o, en términos técnicos, antes de que los trabajadores hayan adquirido capital humano específico (aquel que se obtiene de trabajar en equipo para una empresa determinada y que busca una justa compensación a través de la negociación colectiva, ya que por ser específico a la empresa no se puede hacer rentar con otro empleador).
Aunque fue este llamado de alerta, ocurrido en San Antonio, el que copó los titulares de los medios, hay otro factor no menos significativo relacionado con el anterior que debiera preocuparnos por igual. El año 2017, nuestro país completó cuatro años seguidos de caída de la inversión. Para observar algo similar habría que remontarse más de 100 años, indicando que el caso Maersk no es aislado. Para una caída así debe haber miles de pequeños emprendimientos que están cerrando o que simplemente no están viendo la luz, porque son abortados a nivel de la idea, de la evaluación o de la obtención de los permisos necesarios para existir.
Al otro lado del mundo hay una economía que crece a una velocidad que es varias veces la nuestra y que esta vez se ha quedado con los puestos de trabajo que por tres años pertenecieron a San Antonio. La respuesta por nuestro lado no debe buscarse en el proteccionismo o los subsidios, como algunos han sugerido para este caso y que han sido comprobadamente una mala receta, sino en transformarnos en la economía más competitiva del mundo. Ese es el problema que deben resolver nuestras reformas a las reformas si aspiramos seriamente entrar a la liga de los países desarrollados
En cualquier caso, nuevos vientos de optimismo han empezado a soplar por estos lados. Los últimos días también han traído noticias positivas. Ejemplo de ello son el Imacec de 4,9% para mayo y el que en junio la confianza de los consumidores de la encuesta GfK Adimark se haya empinado a 52,7%, lo que la sitúa por siete meses consecutivos en terreno positivo. La recuperación de los puestos de trabajo perdidos puede así haber comenzado. Y para que se mantenga y refuerce es necesario abonar el terreno para una clara mejoría de la inversión. Ⓟ