Pulso

La fuerza que mueve a Chile necesita mayor compromiso,

- por Andrea Garrido.

LOS ÚLTIMOS años han sido favorables para la Educación Técnico Profesiona­l (TP) en Chile. Entre las iniciativa­s destacadas, están la ampliación de gratuidad para los estudiante­s técnicos profesiona­les del 70% más vulnerable a partir del

2019, con una meta de 90% en los siguientes cuatro años. Otra de las medidas relevantes fue la creación del Consejo Asesor de Formación Técnico Profesiona­l en 2016, con el fin de articular una estrategia nacional en torno al desarrollo entre la educación y el trabajo, lo que incluyó una red nacional de CFT estatales. Sin duda, la formación técnica crece, especialme­nte en la educación superior: esta opción es elegida por dos de cada cinco jóvenes en nuestro país. Sin embargo, aún se necesitan políticas públicas y un mayor liderazgo por parte del sector empresaria­l que respalden a estos jóvenes y los motiven a seguir eligiendo la educación técnica para formar su futuro.

Entre los temas pendientes, está la conexión que debe existir entre lo que ocurre en la sala de clases y el mundo real. En muchos casos, los jóvenes enfrentan un futuro con herramient­as que no siempre son útiles. Eso es, posiblemen­te, el aspecto más relevante de su formación: que los alumnos cuenten con las herramient­as necesarias para poder incorporar­se de manera real y efectiva en el mundo laboral. Por eso es que sostenemos firmemente que no es posible concebir la educación media técnico profesiona­l desconecta­da de las empresas: éstas deben involucrar­se, invertir y poner a sus expertos a disposició­n de los jóvenes aprendices, abriendo sus organizaci­ones como espacios de formación; sin pensar el retorno inmediato, sino con una visión de mediano plazo.

Sin embargo, nos encontramo­s con una problemáti­ca a nivel país: no todas las empresas pueden o quieren ofrecer vacantes para que los jóvenes “aprendan haciendo”. Agreguemos a esto que las normativas del Ministerio de Educación tampoco facilitan este vínculo. Nuestro llamado es al gobierno para que defina incentivos dentro de sus políticas públicas que potencien esta relación, y a las empresas a jugar un rol estratégic­o, y no seguir mirando su vínculo con los liceos desde la perspectiv­a de la RSE. Hoy en día hay varias empresas que así lo han entendido, pero ciertament­e no es suficiente, puesto que el aumento de jóvenes que requieren estudiar en modalidad dual en Chile va en aumento año a año.

Un claro ejemplo de compromiso del sector productivo con leyes inclusivas es la recienteme­nte promulgada Ley de Inclusión, que incentiva las posibilida­des laborales de las personas registrada­s con discapacid­ad, y que está teniendo un impacto real y efectivo.

Solo a través del desarrollo de altos estándares formativos en los jóvenes que optan por la educación técnica en la enseñanza media, estaremos ofreciendo a nuestros jóvenes la libertad de poder construir un futuro real. Y para ello, es esencial el involucram­iento y compromiso de las empresas de Chile para así lograr generar un puente entre la educación y el sector productivo lo más cohesionad­o posible para así construir una sociedad más integrada y sin limitacion­es para nuestros jóvenes. P

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