Pulso

Mirar para adelante,

- Por Francisco Mozó

MUY BIEN estuvo el ministro Larraín al decir que “más que mirar el pasado, hay que mirar para adelante” y así poner fin a la polémica que mantuvo con la agencia Moody’s, responsabl­e de la baja en la clasificac­ión de riesgo de la deuda chilena anunciada hace algunos días.

Moody’s esgrimió dos razones para decir que somos un deudor, aunque todavía muy confiable, algo menos seguro de lo que fuimos en los años recientes. La primera es el aumento persistent­e desde hace varios años de la deuda del gobierno. La segunda es que nuestra capacidad de crecimient­o de largo plazo ha caído y ya no es lo suficiente­mente alta como para compensar algunas de nuestras debilidade­s (dependenci­a del cobre y nivel de ingreso per cápita entre otras).

Mirando hacia adelante como dice el ministro, Moody’s nos señala que el camino para volver a nuestra antigua calidad de deudor es mejorar la capacidad de crecimient­o de mediano y largo plazo de nuestra economía y que el gobierno tenga un manejo fiscal que decididame­nte le permita ir bajando sus niveles de endeudamie­nto en relación a lo que nuestra economía produce año a año.

Es obvio que el Presidente y su equipo económico tienen claro que para que el país siga progresand­o y la calidad de vida de todos los chilenos siga mejorando, es necesario que se recupere el orden y la eficiencia en el manejo de la billetera fiscal y que nuestra economía recupere la capacidad de crecer sostenidam­ente a tasas mucho mayores que las observadas en el gobierno anterior. También es bastante evidente que desde un punto de vista técnico tienen la capacidad y el conocimien­to más que probado para saber qué hay que hacer en ambos casos. Sin embargo, el problema es político. Contener en forma decidida el crecimient­o del gasto fiscal, exigir eficiencia en la gestión del estado, lograr dar mayor certeza jurídica a la aprobación de proyectos de inversión, realizar una reforma tributaria que incentive la inversión y una reforma laboral pro empleo, son todas medidas muy necesarias, pero con costos políticos en el corto plazo que pueden ser muy altos.

Hasta el momento, el gobierno no ha dado señales claras de hasta qué nivel está dispuesto asumir los costos políticos que le pueden significar el solo proponer reformas económicas que sean impopulare­s, y por lo mismo, difíciles de aprobar en el Parlamento. Es quizás este compás de espera, junto con un escenario internacio­nal más complicado, el que esté influyendo en el estancamie­nto y leve baja en los indicadore­s de confianza empresaria­l observados en los últimos meses.

El gobierno se comprometi­ó a presentar su propuesta de reforma tributaria a más tardar en septiembre. En ese mismo mes deberá presentar su propuesta de presupuest­o fiscal para el próximo año. Si la reforma tributaria se limita solamente a simplifica­r la complejida­d de la ley actual sin ser contundent­e en incentivar la inversión y si en el presupuest­o fiscal no se entrega una señal clara de contención del crecimient­o del gasto y de una mayor eficiencia en la gestión del aparato público, las esperanzas de recuperar la fortaleza que teníamos como deudores y de alcanzar niveles de crecimient­o que mejoren la vida a todos los chilenos serán escasas.

Queda poco para saber si al mirar para adelante, como sabiamente nos recomienda nuestro ministro de Hacienda, seguiremos viendo nubarrones en el horizonte o podremos ver que comienza a salir el sol.

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