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Las enseñanzas del mejor Mundial de la historia, por Tamara Agnic.

- TAMARA AGNIC Experta en compliance, prevención de delitos y anticorrup­ción

CUANDO aún no se jugaba el partido de la final en Rusia 2018, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino aseguraba que éste había sido el mejor mundial de fútbol de la historia. Con un 90% de ocupación en los estadios, millones de televident­es, récords de visitas a la web del torneo y la consolidac­ión del VAR, pareciera que el máximo dirigente de la FIFA acertaba en su declaració­n.

Pero ¿no era la FIFA la misma que había estado involucrad­a en uno de los escándalos más sonados de corrupción y de malas prácticas apenas un par de años antes? Sí, ¡el FIFA Gate! El que llevó a la suspensión de Joseph Blatter de cualquier actividad relacionad­a con el fútbol, así como del también mítico y admirado Michel Platini.

Es de sentido común pensar que este tipo de daño reputacion­al es irreparabl­e e irreversib­le, pero a la luz de lo observado en este Mundial, pareciera que no todo está perdido para las organizaci­ones que han tenido algún traspié. La receta no es difícil, pero requiere de mucha convicción y grandes cuotas concretas de compromiso por parte de las esferas más altas de la organizaci­ón. Es así de simple: hacer las cosas correctas, de la manera correcta.

Bien podríamos haber pensado que a la FIFA le costaría mucho levantarse. ¿Habrá sido el dolor de esta estocada lo que le llevó a empeñarse en darle la vuelta al círculo, pasando de uno vicioso a otro virtuoso? Quién sabe, pero tal vez fue el empujón que llevó a despertar la conciencia de los dirigentes acerca de la necesidad de emprender el camino de “hacer lo correcto”.

Alguna de las acciones concretas adoptadas por esta desprestig­iada organizaci­ón fue la aprobación -en 2016- de un paquete de medidas que apuntaron a ser una barrera contra la corrupción. Las más importante­s tienen que ver con los órganos de go- bierno, al cambiar un Comité Ejecutivo por un Consejo con más integrante­s, y reducir el peso del presidente para aumentar el del secretario general.

La separación de poderes fue central en la nueva etapa de la FIFA. Se creó una Comisión Financiera, con la inclusión de miembros independie­ntes, y una Comisión de Auditoría, convirtien­do a la transparen­cia en un principio orientador clave. Todas estas medidas están en línea con los principios de buen gobierno corporativ­o que promueve la Ocde.

En 2017, la FIFA promulgó una política que explícita el compromiso de la organizaci­ón con los DDHH y está avanzando en el diseño de una estrategia para luchar contra la corrupción. Incluso fue más lejos: durante el desarrollo de la final del Mundial de Rusia, la FIFA recomendó a la transmisió­n televisiva evitar los planos ‘sexistas’ y abstenerse de enfocar a mujeres “guapas” en las galerías, como forma de ponerse también a tono con las demandas del control y combate del acoso y abuso sexual.

Infantino declaró que en este mundial dejaron que “el fútbol hablara”, que no lo hicieran los dirigentes, sino los jugadores y el público en la sana lógica del propio deporte. Es decir, dejar que el negocio guiara y resaltara las buenas prácticas por sobre los intereses corporativ­os mal orientados o mal enfocados. La pérdida de reputación no es el fin de una organizaci­ón ni tiene efectos irreversib­les, como hemos visto; puede incluso ser el puntapié inicial de un partido nuevo, con nuevos estándares, con jugadores apegados al fair play y con un público ávido de aceptar este nuevo producto, esta nueva organizaci­ón, sobre la base de la honestidad. ℗

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