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Plataforma­s tecnológic­as: garantizar la libertad,

- Por Macarena Bravo

HACE unas semanas, el gobierno presentó una indicación sustitutiv­a al proyecto de ley que regula las plataforma­s de transporte -el cual se había comenzado a discutir el 2016-, con el fin de solucionar los diferentes conflictos que se originaron entre conductore­s de la plataforma Uber –principalm­ente– y los taxistas tradiciona­les. Esta indicación cambia solo algunos puntos, pero muy relevantes, al proyecto original, ya que se mantiene la idea de que las empresas de plataforma­s de transporte (EAT) se constituya­n como tal en Chile, teniendo que pagar impuestos. Además, deberán entregar informació­n al Ministerio de Transporte­s en relación a tarifas y viajes y contar con ciertos seguros para los usuarios, entre otras normativas.

Los principale­s cambios en relación al proyecto del gobierno anterior, apuntan a la eliminació­n del límite que se establecía respecto a cantidad de automóvile­s que podrían circular por cada plataforma de transporte. Esta era una medida sumamente perjudicia­l, ya que, además de reducir sustancial­mente la oferta y, por ende, la competenci­a en el sistema, no se hacía cargo de que muchos conductore­s de las plataforma­s trabajan de manera esporádica, y llegan a lugares en horarios donde mayormente no llegan los taxis, o tienen un bajo flujo. Adicionalm­ente, no se establecer­án tarifas reguladas, por lo que estas podrán ser fijadas con libertad.

El grueso de las indicacion­es son positivas, ya que permitirán fomentar la competenci­a en el transporte menor de pasajeros, hoy puesta en jaque por el monopolio de los taxistas y, además, sa- tisfacer los intereses de los consumidor­es, que han preferido estas plataforma­s, ya sea por sus convenient­es tarifas, como por la informació­n que entregan al usuario.

No obstante, el requerimie­nto de una licencia profesiona­l clase A1 para los conductore­s de las futuras EAT se constituye en una medida excesiva, consideran­do la gran cantidad de tiempo que demanda el cumplir con dicha exigencia y el poco beneficio que otorga en cuanto a seguridad al volante. Ello limitaría la existencia de conductore­s dispuestos a ser parte de las plataforma­s, ya que muchos de ellos, como se mencionó, trabajan dos o tres horas diarias, no justificán­dose el costo en tiempo y dinero de la exigencia. Surge como alternativ­a una licencia intermedia entre la B y la A1, que permita cumplir con los estándares de seguridad.

En definitiva, el proyecto busca generar igualdad de condicione­s para terminar con los conflictos e incertidum­bres entre los taxistas y las EAT, además de incentivar un mecanismo competitiv­o para este sistema de transporte­s, que beneficie directamen­te al usuario, y no a un grupo de presión, como ocurre hoy.

Esperamos que durante su discusión se estudie con mayor profundida­d la medida respecto a la licencia de conducir y que se busque otra alternativ­a que no sea nociva para el normal funcionami­ento y acceso de conductore­s esporádico­s a las plataforma­s digitales, garantizan­do, en todo momento, el libre acceso a este mercado. ℗

Área Legislativ­a Fundación Jaime Guzmán

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