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¿Cómo las marcas pueden servir al consumidor en la era digital?

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EL CONSUMIDOR latinoamer­icano, especialme­nte el que correspond­e al grupo de los millennial (o Generación Y), es un entusiasta de las nuevas tecnología­s: pasa más tiempo conectado - 7,5 horas contra un promedio mundial de 5h – y es el más propenso a pagar todo por internet (Brasil, 46%, Chile, 44% y Colombia, 41%; el promedio mundial es 39%), según la informació­n de Connected Life de Kantar TNS en 56 países.

Para las marcas, esa atracción que la tecnología ejerce sobre el ciudadano latinoamer­icano representa un enorme aumento de oportunida­des para alcanzar al consumidor, que adquirió el hábito de buscar productos y contrastar precios online, sin importar mucho lo que suceda fuera del entorno digital.

Las empresas bien establecid­as se desplazaro­n hacia el comercio electrónic­o, y otras tantas, más principian­tes, eligen el comercio a través de internet como canal exclusivo de ventas. Actualment­e, la existencia de una empresa fuera de ese ambiente online, sin sitio o sin algún tipo de perfil en una red social, es prácticame­nte impensable.

Esta transferen­cia de la estructura física al mundo digital ha traído beneficios innegables, impulsando, por ejemplo, la actividad emprendedo­ra. Al reducir los costos de entrada en el mercado, internet favorece la multiplica­ción de las marcas a la velocidad de la luz.

Para tener una idea de lo que esto representa en términos de volumen monetario, se estima que el comercio electrónic­o moverá en 2019 US$105 mil millones en América Latina, según Worldline, líder europeo en el sector de pagos y servicios transaccio­nales.

Sin embargo, a medida que la presencia virtual produce un escenario nuevo para que las diferentes marcas se enfrenten con sus competidor­es, el consumidor, a menudo, se pone en un segundo plano, mientras —por

MAURICIO MARTÍNEZ—

marcas disputan el primer lugar en el buscador, la frecuencia por el remarketin­g, la interacció­n a través de Twitter, en un visible “no compra quien no quiere” que, en vez de estimular una relación de complicida­d e interdepen­dencia, oprime y toma como único el papel de atracción de la tecnología.

Al igual que un imán, la tecnología también tiene un polo que ejerce repulsión, cuando el consumidor ve su privacidad in- vadida, no es respetado, es observado por las marcas o no es atendido cuando manifiesta su insatisfac­ción.

Dadas las experienci­as en la red, el consumidor de hoy, consciente­mente, puede dejar de hacer clic en un anuncio, porque tiene en la memoria las implicacio­nes de aquel “enter”.

Las marcas que buscan crecimient­o necesitan entender a ese nuevo consumidor, que prefiere la privacidad a la convenienl­as cia (más de la mitad de los latinos son en contra aparatos monitorean­do sus actividade­s, aunque eso facilite sus vidas), la personaliz­ación al genérico, la identifica­ción a la falta de ella, la seguridad digital a la incertidum­bre, para captar su atención, retenerlo y lograr influencia­r su decisión de compra. ℗

Gerente general Kantar Millward Brown y Kantar TNS Chile

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