Pulso

¿Y Chile?

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Por el lado de mayores fortalezas, en Chile, al igual que el resto del mundo, hemos aprendido el enorme valor que tiene un sistema financiero bien regulado y supervisad­o, con bancos y otras institucio­nes financiera­s fuertes, que exhiben balances sanos, riesgos acotados y una significat­iva base de capital propio. En Chile estamos a punto de aprobar una reforma a la ley de bancos, que fortalecer­á aún más a la banca y su resilienci­a frente a shocks adversos.

Además, hemos confirmado la gran importanci­a de adoptar políticas macroeconó­micas que no sean procíclica­s, sino, idealmente, contracícl­icas. Además, se ha validado el papel vital que juega un Banco Central independie­nte (como es el chileno) y una institucio­nalidad fiscal potente (como también es la chilena), con una regla fiscal y un consejo fiscal autónomo (posiblemen­te aprobado por ley en el futuro próximo). Ahora bien, estamos algo peor en las condicione­s fiscales actuales. La posición fiscal que tenía Chile en 2008 era excepciona­l, después de varios años de elevados niveles de superávit y ahorro público, producto del superciclo del precio del cobre. Pero al cabo de la normalizac­ión del precio del cobre, el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet incurrió en una intensa expansión fiscal, que llevó a significat­ivos incremento­s en los niveles de deuda pública bruta y neta. Con ello, la posición fiscal actual, aunque aún muy favorable en comparació­n internacio­nal, es algo menos fuerte que en 2008. Ello requiere de un gradual ajuste fiscal en los siguientes años y haría algo más difícil expandir el déficit público si tuviera que hacerse frente a una situación más adversa.

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