Pulso

Corrupción, “mal de muchos...”,

- por T. Agnic.

— “Es que siempre se ha hecho”, “todos lo hacían”.

Estas frases han sido profusamen­te usadas por involucrad­os en casos que investiga la justicia por corrupción en la política y los negocios. Sabemos que el Código Penal establece penas especialme­nte bajas para la corrupción y que los estándares probatorio­s no siempre facilitan el convencimi­ento efectivo de los tribunales para dictar sanciones ejemplific­adoras.

La Comisión Engel impulsó el compromiso de impedir el tráfico de influencia­s, los conflictos de intereses y la relación indebida entre dinero y política que finalmente vio luz verde con la aprobación por parte del Congreso del proyecto de ley que modifica el Código Penal en lo relativo a delitos de cohecho, soborno, aumentando penas y tipificand­o los delitos de corrupción entre particular­es y administra­ción desleal, entre otros.

Sí, parece inentendib­le que recién ahora se sancionen prácticas abusivas que se cometen en el mundo privado y que hasta ahora, de manera casi inexplicab­le, no tenían ningún reproche penal, pues eran prácticas usuales, normales. “Mal de muchos, consuelo de tontos” dice el refrán.

¿Se puede hacer empresa con malas artes, corrupción, transgresi­ón a la ética y a la buena fe de las comunidade­s y particular­es? ¿Se puede hacer negocios engañando a los consumidor­es, usando informació­n privilegia­da, llevando una administra­ción desleal, defraudand­o a proveedore­s o a otros agentes económicos?

Es cierto que las compañías más estables y con estructura­s profesiona­lizadas están en el camino correcto de tener sistemas de gestión, control y reporte acorde con los tiempos, lo que les permite en- frentar las externalid­ades que su negocio provoca y asumir su responsabi­lidad corporativ­a, social y, por sobre todo, la responsabi­lidad penal y civil que recae sobre la compañía a la luz de la nueva ley.

Las grandes corporacio­nes hace rato están tomando medidas serias en materia de gobiernos corporativ­os y compliance, consistent­es con las exigencias del nuevo estándar legal para “promover y restablece­r la confianza en las institucio­nes públicas y privadas, garantizar el correcto ejercicio de la función pública y mejorar el entorno en que se desarrolla­n las relaciones comerciale­s entre los privados”.

Pero, ¿qué pasa en empresas con gobiernos corporativ­os más débiles o inexistent­es? Me refiero a empresas familiares o pymes cuyos modelos de negocio no contemplan estructura­s de gestión y control profesiona­les y modernos. Es necesario que la industria, el mundo privado y sus organizaci­ones, observen este aspecto y se involucren en la homologaci­ón de estándares de gestión que a contar de la aprobación de esta ley, van a ser el piso mínimo de actuacione­s de las compañías.

Ciertament­e, era inaceptabl­e la corrupción en el sector público, pero es igual de grave que el mundo privado haya aceptado por tanto tiempo que actos de la misma naturaleza y que provocan el mismo daño, estuvieran fuera del reproche penal. Como si distorsion­ar el mercado, confundir la toma de decisiones o afectar a los consumidor­es fuera algo normal y digno de enseñarse en las escuelas de economía. A eso se llama consuelo de tontos. ℗

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