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Corrida tributaria: ¿Y si cada quien matara su propio toro?,

- por Ignacio Gepp

HAN comenzado las sesiones de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, donde los más de 70 invitados deben iluminar a los parlamenta­rios sobre las consecuenc­ias que tendría el proyecto de modernizac­ión tributaria. El problema de estas sesiones es que están llenas de chilenos, y a los chilenos nos gusta ir al extremo. Somos de izquierda o derecha, católicos o agnósticos, preferimos la empanada de queso o la de pino.

Con posturas radicales de cara a la ciudadanía, no es de extrañar que los acuerdos políticos se concierten en cocinas y que por lo mismo el producto de dichos acuerdos sea un plato que nos genera indigestió­n. El sistema semi-integrado no es sino esa carne que se nos quemó el 18 y que tuvimos que tragar. No volvamos a quemar la carne por una mala negociació­n.

La reforma del gobierno me gusta, me parece modernizad­ora y creo que va en la dirección correcta que es hacer competitiv­o a nuestro sistema tributario. Asumir que por estar sentados sobre depósitos de mineral el capital llegará por magia, es como creer en el Trauco. Lo importante es notar que como está planteada nuestra oposición no la aprobaría y eso nos dejaría sin pan ni pedazo. Por ello, creo hay que intentar algo de cara al país, que incentive la inversión, que permita al Fisco recaudar y a los políticos votar. No nos engañemos: la discusión es y será política.

Dado que la integració­n parece ser la principal piedra de tope, ¿por qué no rompemos con nuestra más reciente tradición tributaria y nos decidimos derechamen­te por desintegra­r completame­nte el sistema, conservand­o un sistema de excepción para las pymes?

¿Qué significa eso en buen chileno? Que cada quien mate su toro. O sea, que las empresas paguen sus impuestos a una tasa competitiv­a (¿algo entre 20% y 25%?). También significa un impuesto sobre los dividendos (¿15%?) del cuál se hará cargo el inversioni­sta con independen­cia de lo que su empresa haya pagado.

¿Por qué un político podría considerar esto? Porque el impuesto de la empresa dejaría de ser un adelanto del impuesto del inversioni­sta, y eso significa también que estos ya no le tocarán la puerta al señor Fisco pidiendo devolucion­es, con lo cual Chile se asegura un mínimo de recaudació­n. Estas devolucion­es hoy no son irrelevant­es, consideran­do que la tasa promedio de impuesto por retiros en Chile sería del orden de un 13%, bastante menos que la tasa del impuesto de primera categoría asegurada en un sistema desintegra­do.

Igualmente, significa un incentivo al inversioni­sta para mantener utilidades invertidas en la empresa ya que posterga su propio impuesto. Finalmente, significa que nuestra carga tributaria total se podría mantener en un rango competitiv­o. Con todo, si nos ponemos de acuerdo en ciertos principios parece ser una mejor alternativ­a a intentar volver con esa polola con quien la relación terminó mal (la señora FUT), o seguir intentando que la relación con ese marido “cacho” (el señor semi-integrado) funcione.

Démosle a esta (u otra) alternativ­a una vuelta. Al final del día, el ecosistema tributario de un país con un PIB de proporcion­es moleculare­s necesita más estabilida­d que un matrimonio de Elizabeth Taylor. ℗

Director de Puente Sur Tax Advisory

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