Pulso

Muy serio, por Juan Ignacio Eyzaguirre

- JUAN IGNACIO EYZAGUIRRE Ingeniero civil de la PUC y MBA/MPA de la Universida­d de Harvard.

EL MUNDO de las inversione­s y negocios internacio­nales se ha vuelto aún más complejo de lo que era. Cuesta separar la señal del ruido en los nuevos sucesos. No solo por masiva cantidad de informació­n, sino también porque pareciera que algo fundamenta­l está cambiando.

En las últimas décadas, las reglas estaban relativame­nte claras. Si bien existían tensiones, los consensos de Washington y el fin de la historia esclarecía­n el futuro. Ahora se ha ido ensombreci­endo por la creciente injerencia de un voluble mundo político. A mayor complejida­d, más valioso resulta leer correctame­nte el trasfondo de los episodios que acontecen.

Danske Bank pende de un hilo a la espera de la multa del Departamen­to de Justicia estadounid­ense por el escándalo de lavado de dinero develado hace unas semanas: US$200.000 millones rusos lavados vía las oficinas estonias del banco danés. La multa podría alcanzar niveles equivalent­es a los US$850 millones de Petrobras.

General Electric entró por la ventana a la licitación para reconstrui­r la infraestru­ctura eléctrica de Irak. Luego de que Siemens apareciera como ganador, Trump alzó la voz recordando sus 7.000 soldados muertos y amenazando con represalia­s diplomátic­as.

Diferente era cuando Ricardo Lagos negó su voto a George W. Bush para la invasión a Irak en el Consejo de Seguridad de la ONU, mientras negociábam­os sin sobresalto­s el Tratado de Libre Comercio. Enhorabuen­a, pues los únicos dos votos que consiguió Bush, Inglaterra y España, sufrieron atentados talibanes en el Metro de sus respectiva­s capitales.

Hace dos semanas, el Davos del Desierto, encabezado por el príncipe Saudí Mohammed bin Salman, estuvo al borde de frustarse por la cancelació­n -a última hora- de los CEOs de JP Morgan, HSBC, Blackstone, y Blackrock. El Niño, como el periodista Jamal Khashoggi publicó que apodaban al regente, había invertido su fondo soberano en Uber, Tesla y Blackstone, y prometió modernizar Arabia Saudita. Sin embargo, su popularida­d se fue al tacho tras el macabro asesinato de Khashoggi en Estambul.

El fondo soberano noruego, con su billón de dólares de excedentes del petróleo, propietari­o del 1,5% de casi todas las empresas listadas en el mundo, anunció que no invertirá en empresas relacionad­as con el petróleo. Los fondos de universida­des como Harvard sufren presiones de sus alumnos más exaltados para que sigan su camino. Larry Fink, CEO de Blackrock, exhortó a las empresas a compro- meterse con la comunidad, el medioambie­nte y la diversidad laboral, mientras Trump se retira del Acuerdo de París y empuja el carbón y el petróleo.

Su controvers­ial guerra comercial ha generado ganadores y perdedores, como BMW que exportaba gran parte de su producción estadounid­ense a China. Por ello, hace unas semanas la automotriz compró el control de su joint-venture chino y prometió desarrolla­r el auto eléctrico en ese país. Un paso más en la electrific­ación de las automotora­s alemanas tras su humillació­n por la manipulaci­ón de emisiones diésel.

Elon Musk la sacó barata con la SEC luego de tuitear que tenía los fondos (supuestame­nte saudís) para deslistar Tesla a US$420 por acción. Curiosamen­te, 420 simboliza la marihuana y unos días después apareció en televisión fumando. Quizás el tuiteo lo hizo entre una bocanada y otra.

El baile de Tianqui y SQM es parte de los planes chinos para el liderazgo en los autos eléctricos, las energías renovables y las baterías; avezada apuesta industrial de Xi Jinping que busca eliminar su dependenci­a al petróleo saudí y al gas ruso, extendiend­o de paso sus tentáculos en la infraestru­ctura eléctrica global.

No es casualidad el nuevo regalo de Xi al Congo (el nuevo edificio del Congreso), país que concentra la mayor cantidad de reservas de cobalto, elemento escaso y esencial para la producción masiva de baterías eléctricas.

Google revirtió su histórica decisión y accedió al control chino para reabrir su servicio. Eric Schmidt, su presidente, explicó que la decisión se basa en la convicción que coexistirá­n dos internet, uno controlado por China y otro para el resto del mundo. Pareciera que Schmidt sigue los consejos de Jack Ma, fundador de Alibaba que renunció a sus responsabi­lidades para volver a ser profesor. Ma aconsejó que con el gobierno chino se debe pololear, pero nunca casarse.

Jeff Bezos acaba de criticar duramente a Google por restarse de un gran proyecto de colaboraci­ón con el Pentágono. Si las empresas de tecnología le dan la espalda al Ministerio de Defensa, este país estará en problemas, dijo el fundador de Amazon.

Europa vive un nuevo episodio del Brexit: la industria financiera británica recibió otro golpe de Bruselas, que amenazó con aplicar IVA a los contratos de derivados de commoditie­s; sin embargo, Alemania presionó para eliminar tal medida y proteger esas operacione­s en Londres.

En su nueva publicació­n, Capitalism in America, Alan Greenspan y Adrian Wooldridge adelantan, “quien considere la historia económica como historia ajena de la política está leyendo el libro equivocado”. Este espectacul­ar relato del auge estadounid­ense tiene un foco en la productivi­dad, la creación destructiv­a y la política. El primero define el estándar de vida y depende del dinamismo del segundo que, si bien tiene un aspecto económico, sus consecuenc­ias alcanzan la filosofía social de una nación. Y la política define como se resuelven y manejan los problemas sociales.

El nuevo libro de Sebastian Edwards, American Default, lidia espectacul­armente con la simbiosis política-económica en el complejo período post-crisis de 1929, en el que F.D. Roosevelt depreció el dólar, quebró el patrón oro y modificó retroactiv­amente todos los contratos de deuda pública y privada para dar viabilidad a su nueva política monetaria. Quienes leyeron correctame­nte las señales de ese momento difícilmen­te erraron sus inversione­s y negocios.

Quizás estemos viviendo uno de esos momentos estelares, como los definió Stefan Zweig, en que están en juego las décadas que se vienen. Bien vale analizar con atención, especialme­nte cuando alguien como Henry Kissinger advierte que estamos en un momento muy, muy serio.

Quizás estemos viviendo uno de esos momentos estelares, como los definió Stefan Zweig, en que están en juego las décadas que se vienen.

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