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Gestión de recursos hídricos: un desafío país,

- por Hernán de Solminihac

EN las últimas semanas se dio a conocer una preocupant­e cifra en materia de gestión de recursos hídricos en Chile: 1.431.162 personas residen en una vivienda sin servicios sanitarios básicos (agua potable y/o baño), lo que equivale al 8% de la población total del país (Casen, 2017). La escasez de agua en Chile no sólo afecta al consumo de agua potable y saneamient­o, sino que también al desarrollo de actividade­s económicas, como es el caso del sector agropecuar­io, industrial y minero.

Somos una nación rica en recursos hídricos. De acuerdo con el Atlas del Agua de Chile, la escorrentí­a (volumen de agua procedente de las precipitac­iones que escurren por los cauces) per cápita del país es de cerca de 51.000 m3/persona/año. Este valor supera con creces la media mundial (6.600 m3/persona/año) y el umbral para el desarrollo sustentabl­e definido por el Banco Mundial (2.000 m3/persona/año). Ahora bien, cuando se analizan las cifras por región, se evidencia una heterogene­idad preocupant­e. Mientras en la macrozona austral, la escorrentí­a per cápita es mayor a 2.300.000 m3/persona/año, en la norte apenas supera los 500 m3/persona/año.

A este escenario hídrico del país, se le añaden dos ingredient­es adicionale­s: la creciente demanda de agua y el cambio climático. El primero de estos es propio del desarrollo demográfic­o y económico, presentánd­ose un mayor uso tanto para consumo personal como productivo. El segundo, comprende la disminució­n de pluviosida­d en hasta 30% durante los próximos 30 años para el caso de Chile (Unesco, 2015) y con lluvias concentrad­as en menores períodos de tiempo, lo que se ve reflejado en una menor disponibil­idad de agua.

Estos antecedent­es son más que suficiente­s para concluir sobre la necesidad de fortalecer una política de Estado en gestión de recursos hídricos. Esta debe hacerse cargo de los principale­s desafíos del país: asegurar agua potable y saneamient­o a toda la población, fomentar la efiencia hídrica en el desarrollo productivo de las actividade­s que requieren de este recurso, proteger a la población e infraestru­ctura de los eventos naturales de origen hidro-metereológ­ico y apoyar la sustentabi­lidad de las cuencas hídricas.

La respectiva política pública debe enmarcarse en un sistema de informació­n que permita conocer y proyectar la demanda y oferta de agua en cada región del país. En base a esto, se pueden determinar los requerimie­ntos hídricos por cuenca y definir los planes de aprovecham­iento. Otro eje relevante para la eficiente gestión de agua, es la generación de un programa estratégic­o de inversione­s en obras de infraestru­ctura por cuenca, el que debe contemplar tanto sistemas de acumulació­n de agua (superficia­l: embalses y subterráne­a: infiltraci­ón) como de distribuci­ón en el territorio. Este plan debe ser integrado con una política efectiva de financiami­ento y tarificaci­ón por el uso de la infraestru­ctura hídrica, que incentive la innovación para mejorar la gestión del uso del agua.

Los desafíos que enfrenta Chile en esta materia son imposterga­bles. Debemos redoblar nuestros esfuerzos para reducir el déficit y mitigar de manera preventiva los impactos del cambio climático. Para ello, es fundamenta­l contar con una política país que promueva la eficiente gestión y racionaliz­ación de los preciados recursos hídricos. ℗

Director de Clapes UC

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