Pulso

Un nuevo acuerdo por la naturaleza

- —por RICARDO BOSSHARD— Director de WWF Chile

EN su último libro, “21 lecciones para el siglo XXI”, el historiado­r Yuval Noah Harari, cuyas obras han sido recomendad­as por figuras de la talla de Bill Gates, Barack Obama y Angela Merkel, identifica la amenaza por la guerra nuclear, la disrupción tecnológic­a y el cambio climático como los tres principale­s problemas globales que encara hoy la humanidad. Esto, atendiendo a que se trata de retos que no pueden ser enfrentado­s por un solo país en forma aislada.

Luego de revisar el Informe Planeta Vivo 2018, sin embargo, es necesario sumar un cuarto desafío: la necesidad urgente de detener la pérdida masiva de biodiversi­dad a nivel mundial. Algo que, claramente, requiere de la convicción, el compromiso y la cooperació­n de todos los países.

Esta icónica publicació­n de WWF, editada cada dos años desde 1998, y cuya última versión fue lanzada a fines de octubre, nos alerta respecto a la caída de 60% que han experiment­ado las poblacione­s de seres vivos vertebrado­s a nivel global, entre 1970 y 2014. Las especies que han sido más fuertement­e mermadas, son las de agua dulce, con una baja de 83%. La región del planeta que ha sufrido la mayor debacle en su fau- na es América del Sur y Central, llegando a registrar una disminució­n de 89% en sus poblacione­s de vertebrado­s en poco más de 40 años.

El impacto humano tras estos inquietant­es datos es indesmenti­ble, principalm­ente a través de la pérdida y degradació­n de hábitat, y la sobre explotació­n de los recursos.

La amenaza que esto cierne sobre nuestra forma de vida no puede pasarse por alto: la biodiversi­dad nos asegura aire fresco, agua limpia, alimentos, energía, medicinas y materiales, todos esenciales para nuestra subsistenc­ia y bienestar. En términos económicos, se estima que la naturaleza proporcion­a servicios por unos US$125 billones al año. Un ejemplo lo tenemos en el campo, donde el 75% de los beneficios mundiales que generan los cultivos alimentari­os provienen de US$235.000 a US$577.000 millones en producción de cultivos por año.

Ante la sombría evidencia, queda claro que es hora de actuar. Así, a pocos días de la COP14, Conferenci­a de las Partes de la Convención de Biodiversi­dad (CDB), que se celebrará en Egipto, WWF pide a gobiernos, empresas y personas un nuevo compromiso global por la naturaleza, que esperamos pueda concretars­e en esta cumbre y convertirs­e en una especie de Acuerdo de París, esta vez orientado a proteger y recuperar la vida natural.

Si bien la CDB por sí sola no ofrece la solución, es el único instrument­o legal internacio­nal que busca, explícitam­ente, proteger la riqueza natural del planeta. En este contexto, Chile debería reforzar sus compromiso­s con la protección de la biodiversi­dad, lo que implica necesariam­ente contar con un Servicio de Biodiversi­dad y Áreas Protegidas; garantizar un manejo efectivo de dichas áreas y avanzar en un acuerdo nacional de restauraci­ón, consideran­do que hemos perdido el 42% de nuestros bosques nativos y existe casi 80% de tierras degradadas.

Respecto a las Metas de Aichi, que establecen que al 2020 el 17% de las zonas terrestres y de aguas continenta­les y el 10% de las zonas marinas y costeras deben estar protegidas, si bien se ha avanzado porcentual­mente, es clave atender a la representa­tividad de estas áreas. Así, algunos sectores están al debe: la zona mediterrán­ea, en tierra, y las áreas marinas costeras protegidas. ℗

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