Pulso

La automatiza­ción y el empleo,

- Por Luis Felipe Céspedes

FAENAS mineras operadas de manera remota, centros de distribuci­ón manejados con robots, plantas de packing en la agricultur­a con procesos automatiza­dos, equipos autónomos de limpieza de mallas en la acuicultur­a son parte de una realidad creciente en nuestro país.

Es cierto que el miedo al reemplazo de trabajador­es por máquinas se tuvo también en revolucion­es industrial­es previas, las que no se materializ­aron. Pero el alcance y aceleració­n de esta transforma­ción tecnológic­a no tiene precedente­s. El cambio tecnológic­o, que en el pasado había estado asociado a sectores manufactur­eros y a bienes transables, se está diseminand­o aceleradam­ente a todos los ámbitos de la economía, incluidos aquellos tradiciona­lmente intensivos en trabajo como los servicios. La visión constructi­va es que la creativida­d humana nos permitirá generar nuevos sectores y actividade­s económicas cuya demanda por trabajo superará las ocupacione­s perdidas.

Pero si la capacidad de generar nuevas actividade­s y sectores económicos va a ser la clave para enfrentar la automatiza­ción, tenemos un desafío grande como país. Nuestra actual canasta de exportació­n no es significat­ivamente distinta a la de hace 30 años. Hemos avanzado en mayor eficiencia y capacidad productiva en sectores claves de nuestra economía. Por algo hemos sido una de las economías de mejor desempeño en materia de PIB per cápita en las últimas tres décadas. Pero tenemos mucho que avanzar en materia de innovación y sofisticac­ión productiva.

La Ocde ha señalado que más del 50% de las actuales fuentes de trabajo en Chile están en riesgo de ser automatiza­das o de sufrir cambios significat­ivos. Si un porcentaje de estas potenciale­s pérdidas se materializ­a, ¿qué sectores de nuestra economía podrían absorber a los trabajador­es desplazado­s? Para enfrentar este desafío, debemos implementa­r una estrategia de desarrollo como país, con un objetivo común: potenciar el crecimient­o y entregar oportunida­des de más y mejores empleos.

La estrategia debe buscar generar nuevos sectores y actividade­s en nuestra economía. Lo anterior requiere potenciar la innovación en sectores económicos estratégic­os y fortalecer el emprendimi­ento innovador. Lo que a su vez requiere un mejor sistema educativo, más financiami­ento y un Estado moderno. También requiere adaptar la institucio­nalidad laboral, entendiend­o que algunos paradigmas en materia de protección a los trabajador­es han quedado desfasados. Al mismo tiempo se debe fortalecer la capacitaci­ón y la protección social en un mundo laboral más dinámico e incierto. En definitiva, la nueva estrategia de desarrollo debe ser pensada e implementa­da con una lógica de cluster, donde las distintas políticas interactúa­n, se complement­an. Esta lógica es distinta a la que ha implementa­do el gobierno, la que, con excepcione­s, parece un listado de reformas de corto plazo, más que una agenda integral, de mediano y largo plazo.

Construir una agenda que verdaderam­ente nos permita enfrentar el desafío de la automatiza­ción requiere acuerdos amplios. Estamos aún a tiempo para generarlos. Si no lo hacemos, reformas como la previsiona­l serán, en el mejor de los casos, una solución de corto plazo. ℗

Escuela de Negocios UAI

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