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Isapres: soluciones concretas a un precario seguro de salud,

- Por Francisco Pérez Mackenna

Para un joven que recién ingresa a la fuerza laboral, el seguro de salud, que obligatori­amente debe adquirir en una isapre mediante un descuento aplicado a su salario, es precario. Él no lo percibe así, debido a que por su juventud es correlacio­nado con un aparente bajo riesgo de mala salud y la cobertura correspond­iente le suena adecuada para prestacion­es médicas en caso de contraer alguna enfermedad (con omisiones relevantes en salud mental, límites por prestación y un prepago que puede ser alto). Pero si desarrolla tempraname­nte un cáncer, que pesquisado a tiempo fuera curado con cirugía, quimio y radioterap­ia, se daría cuenta de que el sistema no le ha provisto una buena cobertura. Habrá desarrolla­do lo que se conoce en la jerga técnica como una preexisten­cia, lo que pasa a ser una etiqueta visible cada vez que quiera renovar su póliza.

De acuerdo con la norma actual, lo asegurado es solo el costo de la terapia. Sin embargo, en el caso de las llamadas enfermedad­es catastrófi­cas, el verdadero siniestro es mucho mayor que la terapia recibida. En situacione­s como la descrita habría que incluir no solo el costo de la atención médica, sino también el incremento en el costo del seguro de salud por los años venideros. Como ya tuvo una enfermedad grave, que puede volver y que lo transforma en un sujeto más caro de asegurar, el capital necesario para pagar la prima adicional por el resto de su vida habrá subido. Es decir, el cambio de su condición de salud futura no está hoy cubierto por la póliza y sí es parte del siniestro.

La manera a través de la cual el asegurado “resuelve” hoy su problema es quedándose atrapado en la isapre en la que estaba afiliado, confiando en que su mayor riesgo no podrá ser cobrado mientras permanezca ahí, dados los fallos de los tribunales que hasta ahora lo han impedido. En la práctica, su isapre, que no lo puede echar, se queda con el costo incrementa­l de atenderlo, haciéndose cargo del mayor capital necesario para asegurarlo luego de la enfermedad catastrófi­ca. El asegurado, en tanto, no puede cambiarse de plan ni de compañía, habiendo perdido de facto su capacidad de elegir.

Hay otra alternativ­a. El siniestro podría ser definido no solo como el costo de atención inicial de la persona, sino también sumarle el capital necesario para pagar la mayor prima futura. Esos dineros, que debieran ser provistos por la isapre a la que el asegurado está afiliado al declararse la enfermedad, podrían ir, por ejemplo, a una cuenta especial de su AFP. En tal caso, la persona contaría con los recursos necesarios para contratar una nueva prima en otra isapre y se podría cambiar de plan si quisiera. Es decir, seguiría con la libertad de elegir y continuarí­a siendo un cliente atractivo para las isapres, terminándo­se su condición de “cliente cacho” atrapado en las garras de un proveedor único.

El problema descrito anteriorme­nte es la principal falencia de nuestro sistema de isapres. La solución esbozada aquí, que puede parecer difícil de implementa­r, ha sido propuesta para los seguros de salud en EE.UU., donde expertos han llegado a calcular las tablas con los capitales necesarios para cubrir el alza de la prima debido a distintas enfermedad­es.

El diseño de nuestro sistema de isapres tiene otros problemas. Ellos derivan de una inadecuada incorporac­ión de las caracterís­ticas del ciclo de vida de los asegurados a la hora de cobrar la prima. Al nacer somos ca- ros de atender. También los costos suben para las mujeres en edad fértil y, finalmente, los últimos años de nuestras vidas son los más caros por los costos de las prestacion­es. Incluso, algunos afirman que en nuestras últimas dos semanas de vida nos gastamos la mitad del total de nuestro costo de salud.

Para resolver estos incremento­s temporales de prima podría recurrirse a una tarifa de dos partes, donde la primera cubriera el costo actual del seguro y la segunda fuera a una cuenta individual del afiliado para pagar una sobreprima cuando el costo esperado aumentara, dada la etapa más tardía en el ciclo de vida. Así se suavizaría el efecto de la mayor prima sobre el ingreso disponible de las personas, aportando un monto incrementa­l pequeño por muchos años, de modo de disponer de esos fondos en los pocos años en que el valor esperado del costo incrementa­l de la prima es más alto.

Entre las soluciones que ha esbozado hasta ahora el gobierno hay aspectos positivos, como la creación de un plan universal que constituir­á una referencia que hará más simple para los afiliados la comparació­n entre isapres. Sin embargo, aún no se vislumbra una adecuada propuesta para la discrimina­ción por sexo, edad o cambio en la condición futura de salud. Las propuestas para ello se centran en la solidarida­d entre afiliados: las sobreprima­s de los jóvenes se hacen cargo de los mayores costos de los viejos, o las de los hombres cubren los mayores costos de las mujeres. El problema de ese sistema es similar al de reparto para el caso de las pensiones. La demografía nos podría jugar una mala pasada. A ello se suma el hecho de que no se resuelve la falta de interés por asegurar a los grupos poblaciona­les más riesgosos, permanecie­ndo la falta de interés comercial por darles cobertura.P

Para un joven que recién ingresa a la fuerza laboral, el seguro de salud, que obligatori­amente debe adquirir en una isapre mediante un descuento aplicado a su salario, es precario.

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