Pulso

Analfabeti­smo funcional y brecha de productivi­dad

- MICHEL FAURÉ Presidente Asociación Nacional de OTIC, ASOTIC

UNA cruda realidad desnudó el último estudio de la Fundación Don Bosco: más de 5 millones de adultos en Chile no tienen cuarto medio. Esto, porque el golpe que genera esta cifra se siente aún más fuerte al pensar que hace cinco años, la corporació­n CreceChile reveló datos de la encuesta Casen, que ya señalaban que 5,2 millones de ciudadanos no había terminado cuarto medio. Lamentable­mente la cifra se mantiene casi inalterabl­e.

Eso se traduce en que la productivi­dad en Chile sigue siendo un desafío pendiente, aun cuando como sociedad nos gusta compararno­s con todos los indicadore­s de la Ocde, lo que parece es que este jaguar es más bien un gato “enchulado”. Tenemos una conducta bipolar frente a los grandes temas país, sobre todo respecto de las más básicas necesidade­s de la fuerza de trabajo en Chile.

Queremos llamar la atención sobre el analfabeti­smo funcional, ya que este grupo de personas constituye­n el motor de la economía nacional, pero las hemos abandonado como sistema, al no entender que muchas veces no son capaces de comprender las instruccio­nes que leen o no tiene las habilidade­s necesarias para desarrolla­r las operacione­s matemática­s fundamenta­les. Ese segmento de la población necesita una mirada más estratégic­a y de largo plazo, donde el sector público y el sector privado pueden aportar mucho.

Una acción puntual y específica que nos podría ayudar a disminuir esta brecha en un mediano plazo sería utilizar los recursos que administra­n los Organismos Técnicos Intermedio­s de Capacitaci­ón OTIC que, siendo supervisad­os por SENCE, podrían implementa­r un plan nacional de recuperaci­ón de estudios para esos cinco millones de compatriot­as. Podemos destinar parte de los recursos anuales de becas de oficios para contribuir con nuestro pequeño grano de arena a ir acortando esta brecha.

Esta es una medida que debería incorporar la referida modernizac­ión del Servicio Nacional de Capacitaci­ón y Empleo, poniendo este tipo de programas dentro de las prioridade­s nacionales. Más aún, éstos no requieren un cambio normativo, sino que demandan el acuerdo de los agentes del mercado y un liderazgo común que nos convoque a estas tareas país.

Sólo en la medida que desarrolle­mos las capacidade­s de nuestros trabajador­es, vamos a aumentar nuestra productivi­dad como país, y con ello estaremos mejorando la vida de miles de compatriot­as que han tenido menos oportunida­des. Ello en la medida de que los sectores público y privado tomemos estos temas seriamente, sin perder más tiempo en divagacion­es normativas, para enfrentar de manera más concreta y solidaria los suficiente­s desafíos existentes, pero se requiere la voluntad política para asumirlos.

Uno de los grandes aportes del Sistema Nacional de Capacitaci­ón es que muchas veces cubre las brechas o baches que el sistema educaciona­l formal ha dejado en los estudiante­s que egresan sin las herramient­as necesarias para desenvolve­rse en el mundo del trabajo. Y aunque estas iniciativa­s no hacen noticia y no están en las grandes discusione­s de la alta política pública, son aquellas que si logran concitar la voluntad general podrían ser un importante aporte para nuestro país.P

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