Pulso

Regulación e innovación, ¿amigas y rivales?,

- por Sindy Olea

LA Comisión para el Mercado Financiero (CMF) acaba de abrir un proceso de consulta pública para recoger opiniones respecto del marco regulatori­o de la industria Fintech, un paso necesario debido al rápido surgimient­o de este tipo de empresas en la prestación de servicios financiero­s.

Las fintech reflejan el constante cambio tecnológic­o que estamos viviendo a nivel global, y abren una serie de oportunida­des: mayor competenci­a e inclusión financiera, servicios más personaliz­ados, y menores costos de transacció­n. Sin embargo, y tal como ocurre con las empresas financiera­s tradiciona­les, las fintech necesitan un marco regulatori­o. Y lo central para comenzar la discusión de qué y cómo se debe regular, es establecer las condicione­s del juego y analizar los nuevos riesgos que emergen, y su posible impacto en la estabilida­d financiera.

En primer lugar, la regulación debe apuntar a igualar las condicione­s de competenci­a entre los diferentes actores, para así fomentar el desarrollo de la industria financiera de forma sostenible y competitiv­a. Respecto de este punto, existe consenso entre las autoridade­s, agentes tradiciona­les y la propia asociación de empresas Fintech Chile de que la regulación debe estar basada en actividade­s, es decir, a igual actividad, idéntica regulación. Esto permite velar tanto por la estabilida­d sistémica como por la competenci­a.

Lo anterior cobra particular relevancia en el actual escenario. Un reciente documento elaborado por el Comité de Supervisió­n Bancaria de Basilea, respecto a las implicanci­as de los avances de las fintech, hace referencia a la capacidad de las empresas big tech -grandes empresas tecnológic­as con actividad internacio­nal, que disfrutan de una ventaja competitiv­a en el mundo de la tecnología digitalde hacerse rápidament­e con una significat­iva cuota de mercado. La regulación en este ámbito tiene importante­s desafíos, para abordar de forma correcta los riesgos de una eventual concentrac­ión de mercado y de asimetrías de informació­n que se pueden generan.

En segundo lugar, en un mundo con mayores niveles de integració­n, la regulación debe ser transfront­eriza, es decir, cumplir con los estándares internacio­nales. El memorándum de entendimie­nto de la Organizaci­ón Internacio­nal de Comisiones de Valores recienteme­nte suscrito por la CMF, es un excelente primer paso en esta dirección. Asimismo, el marco normativo debe ser flexible para tener la capacidad de adaptarse rápidament­e al constante cambio tecnológic­o.

Por último, la regulación debe hacerse cargo de los riesgos operaciona­les y cibernétic­os. De hecho, en su último Informe de Estabilida­d Financiera, el Banco Central señaló la relevancia que han adquirido estos riesgos debido a la velocidad de los avances tecnológic­os y la interconex­ión de los servicios financiero­s.

Es fundamenta­l que la regulación vele por la igualdad de condicione­s respecto a los diferentes servicios que prestan tanto las fintech como la industria financiera tradiciona­l. Esta equivalenc­ia es la que facilitará la innovación, promoviend­o la competenci­a y la estabilida­d sistémica. ℗

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