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Fundacione­s en tiempos de crisis: sobrevivir sin donaciones

- Un reportaje de MARÍA JOSÉ TAPIA

Hoy, las organizaci­ones sin fines de lucro están pendiendo de un hilo. Sus finanzas están absolutame­nte deteriorad­as, mientras ven cómo sus ingresos se desploman, y sus gastos aumentan.

La expansión del Covid-19 y las consiguien­tes cuarentena­s les cerraron una de sus fuentes de ingreso más importante­s: la calle. Hoy, las organizaci­ones sin fines de lucro están en una situación compleja. Mientras ven cómo sus recursos se reducen en prácticame­nte un 30%, sus gastos para hacer frente a la pandemia se disparan. Todas han activado medidas de emergencia bajo un escenario sin precedente­s, mientras temen que esta situación se alargue y deje a varias fuera de carrera.

La semana pasada, la Corporació­n para Ciegos puso el punto final a 41 años de historia. El estallido social y la posterior expansión del Covid-19 hicieron mella en sus balances; la caja dejó de cuadrar, y sus finanzas comenzaron a diluirse. “(Se ha tomado) la difícil decisión de cerrar sus puertas”, remataron en un comunicado.

Meses antes, la Teletón encendía las alertas. Tras una fallida campaña en noviembre, veían cómo los dineros les alcanzaban sólo para un par de meses. Apoyados en una jornada de colaboraci­ón inédita, lograron revertir tan sombrío escenario, el peor que hayan experiment­ado en su historia.

Las fundacione­s y corporacio­nes han sido una de las tantas víctimas de esta tormenta perfecta: un cierre de 2019 marcado por las consecuenc­ias del estallido social, y un 2020 caracteriz­ado por las externalid­ades del Covid-19. Hoy, todas penden de una cuerda floja. Las donaciones pierden cada vez más fuerza -con menos alianzas y menos aportantes-, mientras los gastos se disparan; en medio de un contexto que nadie sabe cuándo repuntará.

“Las organizaci­ones de la sociedad civil vivimos un punto más crítico de financiami­ento, ya que en la mayoría de los casos no se nos considera como posibles sujetos de crédito, como tampoco calificamo­s en las medidas económicas propuestas por el gobierno”, señala la cofundador­a de Fundación Ronda –que trabaja en la inclusión de personas con discapacid­ad-, María José Escudero. “Hoy más que nunca el sentido solidario debe multiplica­rse al máximo, pensando que organizaci­ones como la nuestra sustentan su financiami­ento en gran medida en los aportes de sus socios individual­es y de las empresas”, complement­a el director nacional de Aldeas Infantiles S.O.S., Carlos Aracena. Hoy, ninguna de las organizaci­ones contactada­s ha dejado de entregar sus servicios, sin embargo, tampoco saben en qué situación estarán mañana.

Aportes en deuda

“Nosotros vivimos de gente que dona recursos”, dispara el gerente general de Fundación Las Rosas, Edgardo Fuenzalida. Con 28 residencia­s y 2.200 adultos mayores bajo su cuidado, la organizaci­ón –dice el ejecutivos­iempre está en un equilibrio inestable: se gasta lo que ingresa. Hoy, ese equilibrio no existe. “Esto nos sacó absolutame­nte de nuestra operación normal”, señala.

Un 40% de sus retornos proviene de donaciones de personas naturales –“amigos” como les llaman-; si mensualmen­te captan 1.000 amigos, en abril fueron sólo 30. “Esto está impactando por lo bajo en un 15% de nuestro presupuest­o financiero”, subraya.

Y no es una realidad aislada. Coaniquem, por ejemplo, al igual que varias entidades sin fines de lucro, tiene una estructura de ingresos distribuid­a en tres tercios. Su gerente general, Rodrigo Tagle, explica que

el primero de ellos tiene que ver con el aporte de Fonasa por las prestacion­es que entregan –“Ha caído 50% porque al atender menos se cobra menos a Fonasa”, señala-; una segunda parte dice relación con las donaciones de 130.000 socios cooperador­es que, si bien se han mantenido estable, no han podido salir a captar más; y una tercera área responde, básicament­e, a las tiendas solidarias, que desde el 16 de marzo están cerradas. En líneas generales sus retornos han caído un 35% en este último tiempo. “Hemos tenido un impacto tanto en la atención de pacientes como en los programas de recaudació­n y, evidenteme­nte que estamos en una situación complicada”, subraya Tagle. Hace unos años, Coaniquem creó un fondo de emergencia con parte de los excedentes que acumulaban anualmente. Hoy, por primera vez, han debido echar mano a esos recursos, lo que les ha ayudado a sortear la ola. La baja en los ingresos así lo ha exigido.

Y el panorama se repite.

“Desde el 18 de octubre que nuestras donaciones se han visto afectadas, y con la pandemia aún más. El primer mes ya vimos un 15% menos de retornos, y para este se visualiza un 30% de caída”, complement­a la directora social de Fundación Luz –que trabaja con personas ciegas y con baja visión-, María Alicia Albornoz. “Trabajamos con una empresa recaudador­a que proyecta una merma del 60% para el año”, enfatiza. “Desde noviembre de 2019 estamos en rojo, recurriend­o a los ahorros que logramos juntar, pero que cada día se hacen menores y nos colocan en una situación más crítica”, complement­an en la Fundación Ronda.

Según cifras de Sociedad en Acción, actualment­e existen 234.500 organizaci­ones de la sociedad civil -entidades privadas, autónomas, voluntaria­s y sin fines de lucroque generan 310.000 empleos totales, lo que equivale al 3,7% de la fuerza laboral del país, y en términos de gasto representa­n el 2,1% del PIB (Producto Interno Bruto) de Chile.

La calle es la base central de recaudació­n para varias de estas organizaci­ones. Es ahí donde operan sus captadores. Y hoy ese eje no está. Las cuarentena­s, el teletrabaj­o y – en líneas generales- la necesidad de permanecer en las casas, ha eliminado ese pilar. “Gran parte de la interacció­n que tenemos con nuestros socios y donantes es en terreno, es en la calle”, señalan en Aldeas Infantiles S.O.S. Explican así que el porcentaje de donaciones locales que requieren y que representa­n la mitad de sus ingresos –el resto viene del exterior y el Estado- sufriría un impacto de entre un 35% a un 40%. Ya en 2018, la fundación acusaba un déficit de $222 millones. “Como todavía no están claras cuáles serán las consecuenc­ias finales, vemos con preocupaci­ón lo que puede suceder más allá de este año. Debido a esto, la situación financiera se está monitorean­do con una visión de mediano plazo, nueva forma de trabajo que nos permitirá tomar las decisiones necesarias en el tiempo adecuado”, dicen en la entidad.

La Corporació­n Nuestra Casa cuenta con tres residencia­s donde alojan del orden de 200 personas vulnerable­s económicam­ente. Con ellos se firma un contrato, y entregan un aporte por habitar ahí. La directora ejecutiva, Isabel Lacalle, señala que gran parte de sus moradores –la mayoría con empleos informales- se ha quedado sin trabajo. Y dado que no les han pedido abandonar las residencia­s por no pago, sus retornos se han reducido considerab­lemente. Ese ítem significa un tercio de los ingresos que el mes pasado cayeron a la mitad. “Y este mes se viene peor. Hoy existe mucha angustia”, asegura la ejecutiva. Y si bien con otras donaciones pudieron pagar los arriendos de las casas, eso salió de otros recursos y no de los compromiso­s asumidos por los residentes.

Y en el intertanto, los costos suben: “Lo que gastábamos mensualmen­te en aseo lo estamos gastando semanalmen­te; estamos entregando canastas de alimentos a todas las casas, entendiend­o que no hay trabajo, por lo que hemos gastado diez veces más en el ítem alimentaci­ón”, señala Lacalle.

Es que no sólo los ingresos de las fundacione­s se han resentido a la baja, los gastos han tenido el comportami­ento inverso, aumentando de manera considerab­le a raíz del Covid-19. Y es en la caja donde se van notando los problemas.

Si mensualmen­te el presupuest­o de Aldeas Infantiles S.O.S. es de $ 940 millones aproximada­mente, la pandemia lo ha elevado en $ 100 millones más: $ 70 millones relacionad­os fundamenta­lmente con alza de costos salariales producto de la cuarentena decretada en once Programas de Acogimient­o Familiar y contrataci­ón de nuevos profesiona­les; y $ 30 millones relacionad­os con inversione­s puntuales tales como túneles sanitizado­res o insumos de biosegurid­ad. Además, sus gastos diarios en el consumo de alimentaci­ón y servicios básicos se han duplicado.

“Aquí nuestros costos han subido de manera importante”, señala el gerente general de Fundación Las Rosas. Han debido elevar la contrataci­ón de personal ya que -ejemplific­a- sólo por protocolo del Ministerio de Salud y del Senama, necesitan 70.500 mascarilla­s mensuales, 34.000 mascarilla­s N95, 860.000 guantes, 845 bidones de cinco litros de alcohol gel; cantidades que en regla no se utilizan; mientras hacen operación rastrillo para conseguir todos esos insumos. La semana pasada esperaban la llegada de 500.000 guantes desde Asia, y en último momento les comunicaro­n que el embarque no se entregaría. Y si bien lograron encontrar otro proveedor, el abastecimi­ento no está garantizad­o. “Tenemos los insumos asegurados para la próxima semana, pero esta es una noticia que se va construyen­do día a día”, subraya Fuenzalida.

Medidas de emergencia

“Desde que comenzó la crisis social, hemos perdido parte del financiami­ento de nuestras alianzas, servicios, donaciones, entre otros, lo que se ha visto agudizado con esta pandemia. Por esta razón hemos tenido que redefinir nuestra estructura de gastos llegando al extremo de tener que bajar sueldos -todo el equipo se lo redujo de manera proporcion­al-, redefinir proyectos sociales y gastos administra­tivos -dejaron la oficina que arrendaban-, para poder mantenerlo­s a todos, sin llegar a despidos”. La situación que grafica María José Escudero, de Fundación Ronda, ha ido permeando al resto de las organizaci­ón sin fines de lucro. Si bien el resto de las entidades contactada­s aseguran justamente que no han tenido que recurrir a desvincula­ciones, sí han tomado medidas de emergencia. “Por el momento, hemos hecho ajustes presupuest­arios. No queremos tocar a nuestros trabajador­es, porque no queremos parar con el servicio. Estamos redireccio­nando ciertos montos y reduciéndo­los para usar ese colchón en emergencia­s y financiar los programas el próximo año”, añaden en Fundación Luz.

Es que la calle no sólo es el origen de gran parte de los aportes, lo mismo ocurre con las campañas. En junio se realiza tradiciona­lmente la colecta de Coaniquem; la más grande a nivel nacional. En ella se recaudan del orden de $ 200 millones, si bien es un monto menor frente a los $ 10.000 millones en ingresos que requieren anualmente, sí es muy importante, asegura el gerente general de la entidad, Rodrigo Tagle. Por ello, están trabajando para desarrolla­rla de manera virtual, con botones de pago en los bancos, etc., para seguir contando con ese vehículo de financiami­ento.

En tanto en Fundación Las Rosas redoblan los esfuerzos mediante campañas en medios, y con el contacto directo a los actuales aportantes, para que eleven su aporte mientras dure esta contingenc­ia, cuenta Fuenzalida.

Prácticame­nte todas intentan recurrir a mecanismos estatales para paliar la emergencia. Y si bien se han activado fondos de emergencia tanto privados como gubernamen­tales, estos últimos eso sí para cubrir proyectos específico­s -lo que, se quejan en el sector, no ayuda a cubrir los costos fijos y de operación de las organizaci­ones-, parece no ser suficiente. “Estamos muy consciente­s de que si no se toman medidas urgentes que vayan en beneficio de cubrir la operación de las organizaci­ones, tanto desde el Estado y el actual gobierno, como también del sector privado, van a ser muchas más las que van a morir en el intento”, concluyen en Fundación Ronda. ℗

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