El Paraíso en la otra esquina
PASADA la peste y su estela de muerte y tristeza, seguiremos adelante. A la crisis de autoestima y confianza fraguada por años y que explotó en octubre, se agregarán nuevos elementos, desconocidos para la generación millennial que protagonizó el proceso: pobreza, desempleo, y fragilidad fiscal.
Como en toda gran crisis, se buscarán nuevas respuestas. Modelos a imitar. Ideales a los que aspirar.
El paraíso de una parte relevante del espectro político se describiría más o menos así: “Un país con un sector público robusto. Con impuestos altos, especialmente al gran capital. Con sindicatos fuertes. Donde la educación sea gratuita y para todos. Donde los fondos de pensiones los maneje el Estado, con una lógica de solidaridad”. Esa descripción, antes conceptual y sin domicilio conocido, tiene ahora nombre y apellido. No es Noruega ni Suecia. El paraíso está a la vuelta de la esquina y se menciona cada vez más abiertamente: no es otra que nuestra querida Argentina.
Los casos de Argentina y Chile ilustran cómo los sistemas económicos deben juzgarse en base a sus resultados y no a sus intenciones. Menos aún en base a los discursos de sus políticos.
Hagamos el ejercicio de juzgar el éxito o fracaso económico de ambos países bajo varias métricas, desde cerca de 1990 hasta nuestros días. En esos años se asentó el hoy vilipendiado modelo chileno. En Argentina se iteró entre alternativas más liberales y otras más ortodoxas de peronismo y sonados fracasos de coaliciones alternativas. Finalmente, se ha vuelto a una versión tradicional de peronismo.
En términos de PIB per cápita (ajustado por poder de compra), en 1990 Argentina nos llevaba enorme ventaja, aunque la brecha venía decreciendo. Su ingreso por cabeza era 66% más alto: US$4.200 per cápita vs US$7.000. Los problemas argentinos venían de antes. Juan Domingo Perón, a contar de 1946, modeló el paraíso: nacionalizó el Banco Central, el sistema financiero, el transporte, los medios y las industrias estratégicas. Subió los impuestos y el creó el Gran Gobierno, elevando el gasto del 19,5% al 29,5% del PIB en 5 años, con beneficios sociales a niveles escandinavos. Partió como acreedor neto (“No podemos caminar por los pasillos del Banco Central, tan abarrotados están de lingotes de oro” declamó Perón), con el 9° PIB per cápita del mundo. Se lo gastó todo. Terminó N° 20 y con un default en 1956, un año después de su caída. Su legado de estancamiento ha sido persistente: En 2018 se encontraba en la posición N°65 en PIB por habitante. Para entonces, la situación se había dado vuelta: Chile era en promedio 20% más rico que Argentina: US$24.000 versus US$19.870.
“El PIB per cápita es un promedio engañoso y sesgado!”, responderán previsiblemente los escépticos. Miremos entonces la pobreza, que siempre, no solo ahora, debe estar al tope de las prioridades. Un modelo más “solidario” debiese ser capaz de erradicarla. Pero no fue así. Mientras Chile bajó 30 puntos la pobreza, del 38% al 8%, Argentina prácticamente no avanzó. En 1990 el 38,8% de los argentinos era pobre. 30 años después, un doloroso 35,5% lo sigue siendo.
“La pobreza tampoco importa!”, dirán otros (o más bien decían, antes parecían asignarle poca gracia a erradicarla). Lo relevante es la desigualdad ¡” OK, veamos entonces cómo se ha comportado el índice Gini : Para sorpresa de algunos, en Chile, desde 1989 el Gini ha caído casi 12 puntos (de 56,2 a 44,4). En Argentina, sólo 4 (de 46,1 a 41,2)
Por eso, cuando los políticos chilenos empujen la idea de nacionalizar los fondos de pensiones, desconfíe. En Argentina lo hicieron… y no queda nada. US$30.000 millones esfumados financiando “proyectos estratégicos”, seleccionados con criterios políticos. El sistema está quebrado.
A pesar de todo esto y de sus tres defaults en 20 años, hoy discutimos las mismas ideas que nuestros vecinos: un impuesto a los super ricos de entre 2% y 3%, por una vez, para reactivar la economía. En caso de implementarse, no lo dude, se mantendrá indefinidamente. Sus resultados serán igualmente malos e inversos al objetivo: Fuga de capitales y millonarios, baja recaudación, menor crecimiento secular. Argentina tiene muchas cosas admirables, pero no su modelo económico. Desgraciadamente en el paraíso mascaron la manzana prohibida hace 75 años. Nosotros, tentados, la sostenemos en nuestras manos.
Fuentes: Banco Mundial, FMI
Empresario y conductor de Información Privilegiada