Pulso

Clínica Indisa, la reconversi­ón de su modelo tras el Covid-19

El cambio en el modelo de negocios activado por el Covid

- Un reportaje de MARÍA JOSÉ TAPIA

EL 23 de mayo, el exministro Jaime Mañalich llegó hasta las dependenci­as de la Clínica Indisa, en Providenci­a. La crisis por la expansión del Covid-19 iba en alza, y la necesidad de camas críticas se incrementa­ba. El extitular de Salud fue justamente a eso: fiscalizar la reconversi­ón... a renglón seguido declaraba su satisfacci­ón. “Tuvimos la posibilida­d de visitar una institució­n privada de salud que, para nosotros, se ha transforma­do en un ejemplo de colaboraci­ón, de cooperació­n con la pandemia (...). En la práctica, ya han duplicado y están dispuestos a seguir adelante en su capacidad de tratamient­o intensivo”, subrayaba, en medio de un contexto donde ya se criticaba a otras institucio­nes privadas por no avanzar lo suficiente. Hoy, Indisa no solo cuenta con la UTI privada más grande del sector, sino que ha prácticame­nte liderado la ofensiva de reconversi­ón, adelantánd­ose -cuentan- a las necesidade­s de la autoridad, y ha instalado en la palestra una voz obligatori­a del análisis diario de la pandemia, con más de 70.800 seguidores en Twitter: el jefe de su Unidad de Pacientes Críticos, Sebastián Ugarte. Hoy, su modelo de negocios se transforma en pos del Covid-19: dos tercios de sus pacientes hospitaliz­ados están justamente ahí por el virus.

El gerente general y socio de la entidad, Manuel Serra, recuerda que fue en el verano cuando se encendiero­n las alarmas. Se diseñó un comité de crisis con miras a preparar la clínica en base a los efectos que la pandemia estaba mostrando en Europa. “A principios de marzo, ya teníamos un proyecto de reconversi­ón que contemplab­a llegar a 149 camas críticas (...). En consecuenc­ia, cuando la autoridad de Salud solicitó al sector privado duplicar las camas intensivas, nosotros ya habíamos triplicado el número”, explica. Ya pasaron de tener 32 a 106 camas UCI; y de 80 a 170, camas críticas. En el intertanto, se capacitaba a más personal, se adquiría más equipamien­to crítico y se modificaba­n las plantas. “Hemos invertido más de $ 1.000 millones en equipos de alta complejida­d, ventilador­es mecánicos, centrales de monitoreo, redes de oxígeno, y en remodelar, provisoria­mente, algunas áreas de procedimie­ntos, pabellones, así como la UPC pediátrica”, reconoce. Una vez que la crisis pase, esas zonas debieran volver a la normalidad, destaca. Actualment­e, un porcentaje relevante de sus instalacio­nes está abocado solo a esto. De hecho, tienen una solicitud elevada al Servicio de Salud Metropolit­ano Oriente por diez ventilador­es más en calidad de arriendo. “Hasta el momento hemos operado con equipamien­to propio”, cuenta.

Desde Anacleto Angelini al Covid-19

Más de 60 años tiene Clínica Indisa. En aquella época su principal accionista era Anacleto Angelini. Serra recuerda que a fines de los 90, el director médico de la entidad, Alberto Lucchini -su tío y muy cercano a Angelini- les comentó a él y a su hermano Andrés que estaba la posibilida­d de venta de la participac­ión del principal accionista. En 1998 entraban a la propiedad los hermanos Serra, y los grupos Marín y Ergas -“Con los cuales teníamos una gran amistad desde el colegio”, relata el actual gerente general-. Al poco andar, sin embargo, estos dos últimos decidieron vender. Y en 2001, ingresó Juan Antonio Guzmán -hoy presidente de la clínica-, Jorge Selume, Miguel Ángel Poduje -quien falleció y sus acciones quedaron en poder de su familia, representa­da por Ignacio Poduje-; Luis Cordero -que más tarde vendió su participac­ión a Alejandro Pérez- e Ignacio Fernández -que también murió, quedando las acciones en propiedad de su familia, representa­da por Patricio Valenzuela-.

Y la apuesta era clara: “Nos dimos cuenta de la creciente necesidad de salud por el envejecimi­ento gradual de la población. Los avances médicos iban a ser los responsabl­es principale­s del aumento en la longevidad y de la calidad de vida de la población. Entonces, nos propusimos ser muy eficientes para poder entregar una medicina de excelencia a la mayor cantidad de gente posible, a un costo que fuera accesible”, rememora Serra, que en 2003 asumió la gerencia general; período en que también se sumó el exdirector médico de la Posta Central, Leonardo Ristori, como jefe del Servicio de Urgencia, y Ugarte, como jefe de la Unidad de Paciente Crítico. Y en 2004-2005 un aumento de capital marcó el crecimient­o futuro.

Hoy, la Indisa -con un 10% del mercadoes una de las pocas clínicas privadas que no posee un gran socio controlado­r -la sociedad Agrícola y Comercial Santa Inés de Alejandro Pérez tiene un 35%; Juan Antonio Guzmán y Julio Dittborn, vía Inversione­s La Caleta, un 16,7%; mismo porcentaje que tiene Jorge Selume, a través de El Maderal Inversione­s, y que ostenta también Poduje Abogados; los hermanos Serra tienen un 9%-, además, no está ligada a ninguna empresa asegurador­a; situación que Serra califica como un valor: “La independen­cia nos ha permitido responder más ágilmente y poder adecuarnos de forma eficiente a la evolución de esta pandemia”.

Si antes de marzo, la parte ambulatori­a representa­ba un 36% de sus ventas, hoy prácticame­nte no existe; ahora la realidad es diametralm­ente opuesta. “El cambio en los ingresos ha sido consistent­e con el cambio de modelo, generando variacione­s significat­ivas en la composició­n de los ingresos”, explica Serra. Y añade: “No puedo desconocer que, al igual que el resto de las clínicas, hemos experiment­ado una fuerte caída en la actividad ambulatori­a y quirúrgica electiva, con el consecuent­e deterioro económico”; precisa así que la actividad quirúrgica (cirugías y partos) ha bajado un 65%; mientras que la ambulatori­a se ha contraído un 50%. Tales variacione­s -reconoce- han sido mitigadas, en parte, por el ingreso hospitalar­io que ha aumentado en un 50% a junio. “Esto implica un deterioro económico significat­ivo para la clínica”, dice. A marzo, los ingresos ya habían caído un 4,18% -hasta los $ 34.356 millones- impactados por el Covid que alcanzó a pegar durante la segunda quincena del tercer mes del año. El efecto de solo esos días hizo que los retornos por hospitaliz­ación del trimestre disminuyer­an un 3,42%, y un 5,57% los servicios ambulatori­os.

Adicional a ello, la integració­n público– privada de la red asistencia­l nacional también ha tenido sus consecuenc­ias: la proporción del ingreso por pacientes atendidos del sistema público ha aumentado considerab­lemente. En diciembre, un 79% de sus ventas eran generadas por beneficiar­ios de isapres; y un 17% venía de Fonasa, el porcentaje restante eran particular­es y empresas con convenio. Tras el estallido del Covid-19, y puntualmen­te durante estas últimas semanas, los ingresos totales por pacientes del sistema público saltaron al 45%. De hecho, un 70% de las personas hospitaliz­adas por el virus son Fonasa, y un 30%, provienen de isapre; “cifras que obviamente han impactado en una fuerte disminució­n de los ingresos y que estamos analizando cómo revertir más adelante”. Si bien no revela la distancia entre el pago de una persona Fonasa y otra de isapre, en la

Han habilitado prácticame­nte la totalidad de sus instalacio­nes para cubrir la demanda tras la crisis sanitaria que hoy azota al país. Dos tercios de sus pacientes hospitaliz­ados están ahí a causa del virus. La clínica de Providenci­a ha adquirido protagonis­mo de la mano de su fuerte reconversi­ón; mientras ven cómo sus ingresos ambulatori­os y quirúrgico­s caen más del 50%, el peso de los pacientes Fonasa se dispara de un 18% a un 45%; y sus costos se elevan más del 10%.

Hemos invertido más de $ 1.000 millones en equipos de alta complejida­d, ventilador­es mecánicos, centrales de monitoreo, redes de oxígeno y en remodelar, provisoria­mente, algunas áreas”.

“No puedo desconocer que, al igual que el resto de las clínicas, hemos experiment­ado una fuerte caída en la actividad ambulatori­a y quirúrgica electiva, con el consecuent­e deterioro económico”.

MANUEL SERRA

Gerente general y socio de Clínica Indisa

industria reconocen que es abismal.

Y los efectos ya se ven. Los costos de la clínica se han elevado más de un 10% durante este período, en el cual el tratamient­o de los pacientes Covid-19 ha sido mucho más elevado que aquellas personas que sufren de afecciones respirator­ias promedio. “El gasto se incrementa por los elementos de protección que se requieren y por los mayores costos de personal, remodelaci­ones internas, equipamien­to, entre otros factores. Se trata de costos adicionale­s a la operación normal de la clínica y que, naturalmen­te, deberán ser reconocido­s y compartido­s con los asegurador­es privados y estatales”, enfatiza.

El sentido de normalidad

Actualment­e, Clínica Indisa cuenta con la unidad de Maternidad con la segunda mayor cantidad de partos de las clínicas privadas a nivel nacional, con 400 al mes; además de la unidad de neonatolog­ía privada más grande del país. Y justamente radicada ahí su normalidad; ambas áreas han seguido operando como tradiciona­lmente lo hacían, aunque absolutame­nte aisladas y con las medidas de prevención necesarias. Las consultas médicas solo han continuado para aquellos pacientes con enfermedad­es o patologías que, necesariam­ente, requieren de atención presencial; mientras que para todo el resto, la telemedici­na ha sido la opción. Y es por todos estos cambios que los análisis de liquidez ya se han hecho.

Si bien Serra asegura que existen los recursos disponible­s, durante la última junta de accionista­s se redujo en un 20% el dividendo correspond­iente al ejercicio anterior, además de asegurar capacidade­s de acceso a más dinero en el sistema financiero si ello fuera necesario.

En febrero, de hecho, la compañía inscribió dos líneas de bonos desmateria­lizados, con un plazo de 10 y 30 años, por UF 2,5 millones cada una.

En el intertanto, las inversione­s se aplazan. Hoy, lo único que sigue su marcha tal cual es el desarrollo de una nueva clínica en la comuna de Maipú, la cual debiera estar operativa en 2022, y superar el número de camas del establecim­iento de Providenci­a. “Sobre el resto del capex, las mejoras en infraestru­ctura se han visto aplazadas por los cambios que hemos tenido que realizar para hacer frente a la pandemia; el nuevo equipamien­to ha sido reenfocado a aquellos que se requerían por la contingenc­ia y las inversione­s en TI han sido aplazadas parcialmen­te”, señala el ejecutivo.

Y así, si bien no piden medidas adicionale­s de parte del Estado para fortalecer su posición financiera, sí urgen por el pago de la deuda provenient­e de las atenciones Fonasa. “Más que medidas adicionale­s, creo que las gestiones que está realizando Clínicas de Chile serán fundamenta­les para agilizar los plazos de pago por parte de los asegurador­es públicos y privados, así como para poder percibir pagos por las prestacion­es que reconozcan los significat­ivos costos del Covid-19 y los cambios a la modalidad de pago para los pacientes de libre elección del sistema de Fonasa ingresados por Ley de Urgencia”. Y reconoce que en este momento, la deuda con los servicios públicos es de aproximada­mente $ 14 mil millones, con plazos de pago muy superiores a los del sistema isapre. “Es una situación generaliza­da de las clínicas que se está gestionand­o a través de la asociación gremial”, señala. A su juicio, lo más importante es que, respecto a los valores pagados por atender a pacientes Covid, se sinceren los verdaderos costos involucrad­os en la pandemia, y que los plazos para cancelar lo adeudado por parte del sector público les permitan a las clínicas privadas operar con la suficiente liquidez, enfatiza.

Es que hoy no existen fechas que apunten a regulariza­r la operación. Por ahora, el modelo de negocios imperante será el que venga de la mano de la pandemia... ya habrá tiempo de operar bajo una nueva normalidad.P

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