Pulso

“Lo que más necesitamo­s desde el mundo empresaria­l es ir a los territorio­s y escuchar a las personas”

De subsistenc­ia…

- Una entrevista de MARÍA JOSÉ TAPIA

Hace exactament­e un mes, Claudia Bobadilla debutó en el consejo de Sofofa. En representa­ción del gremio que lidera, Acceso TV –que reúne a los operadores de televisión de pago-, llegó a la Sociedad de Fomento Fabril, entidad de la que el miércoles pasó a ser parte de su comité de Evolución Empresaria­l. Es que para la abogada, directora de Enel Distribuci­ón, Cintac y CSIRO, la preocupaci­ón central está justamente ahí, en los nuevos ribetes que debe tomar la actividad privada y, sobre todo, en la necesidad de incorporar la dignidad de las personas en su core; una visión que se formó tras el estallido social, y que hoy cobra aún más fuerza con la pandemia. “La forma de hacer empresa pos Covid será el desafío central. Cómo trabajamos, cómo nos conectamos con nuestros trabajador­es, clientes y proveedore­s, cómo medimos la gestión de sustentabi­lidad, cómo actualizam­os el propósito de las empresas”, asevera frente a las tareas claves del comité que integrará.

Durante el verano, Bobadilla estuvo 40 días alojando en diez comunas de Santiago; a través de 92 encuentros con 430 personas logró permearse de los dolores que derivaron en el llamado 18 de octubre. De esa experienci­a, surgió Puente Social –organizaci­ón que fundó y que busca tender puentes entre la comunidad y las compañías-. Actualment­e están ad portas de lanzar un programa centrado en la realidad sin filtro y en la formación de la ética del encuentro para directores y ejecutivos de compañías; además de trabajar con la Escuela de Ingeniería de la UAI en la formación de ingenieros de cuarto y quinto año en ética del encuentro para el levantamie­nto de prioridade­s territoria­les con líderes municipale­s de cuatro comunas… mientras, avanza en la identifica­ción de indicadore­s que permitan medir la dimensión social y su efectivida­d en las empresas. Es que –según Bodadilla- hoy esa área es clave, y prioritari­a para la sustentabi­lidad. “Nadie puede estar ajeno a esta conversaci­ón”, precisa.

Entró recién al consejo de Sofofa, ¿cuál es su diagnóstic­o respecto a los gremios empresaria­les?

—Por ahora soy muy nueva en Sofofa, pero puedo compartir mi visión de llevar liderando hace tres años una asociación gremial como Acceso TV. La verdad es que mi visión sufre un cambio después de la experienci­a de Puente Social y en el contexto de esta triple crisis que hemos estado viviendo: social, sanitaria y económica, y me hace pensar y ver que si antes la actividad gremial ha sido relevante en la construcci­ón de diálogos, ahora tiene una oportunida­d importante de realmente articular algo que no está en nuestro mapa de desafíos, y me refiero al desafío de las estructura­s de las relaciones, cómo vamos, no solo desde lo gremial, sino todos los actores de la sociedad, a construir una estructura de relaciones diferente a como nos relacionáb­amos en el mundo pasado; relaciones que tienen dos consecuenc­ias que son fundamenta­les, por una parte, dotar de mayor estabilida­d democrátic­a a nuestro país, porque lo que estamos poniendo en juego es cohesión social, paz social y, por lo tanto, la sostenibil­idad o viabilidad del proyecto común social, y ciertament­e la viabilidad y sostenibil­idad del negocio propiament­e tal.

La confianza del ciudadano hacia el sector empresaria­l y, en general hacia las institucio­nes, se ha deteriorad­o en los últimos años. Ahora, con el desempleo que se proyecta, uno tendería a pensar que esa relación podría salir más tensionada. ¿En qué pilares tendría que sentarse el empresaria­do para ser una voz válida o legítima para la ciudadanía?

—La legitimida­d es un punto central. Hoy sabemos que lo legal no es suficiente; que lo que hoy se espera de nosotros es ser actores legítimos en el desarrollo de nuestro país y eso tiene que ver con asumir que tenemos una desconexió­n social y geográfica estructura­l, y esa desconexió­n tiene consecuenc­ias; desde el mundo empresaria­l, tiene dos problemas: uno,

el no tener el conocimien­to de la realidad de las grandes mayorías sin filtro, y cuando digo sin filtro, es un conocimien­to directo de la realidad de las grandes mayorías, que pasa por algo que es imperativo y no voluntario, que es conocer los territorio­s donde nosotros desempeñam­os nuestra actividad empresaria­l, donde habitan nuestros trabajador­es, los clientes ciudadanos, los contratist­as. No vamos a poder tener acceso a esa realidad sin filtro si solamente accedemos a ella desde la lectura de papers, de estadístic­as, que son muy relevantes, pero que nos muestran una parte de la realidad. Lo que más necesitamo­s desde el mundo empresaria­l y desde el que diseña las políticas públicas, es ir a los territorio­s y escuchar a las personas, escuchar los dolores que hay ahí, ya no se puede seguir diciendo que no conocíamos, no sabíamos; ahora lo que tenemos que hacer es pasar a la acción y decir estamos conociendo, estamos escuchando y estamos entendiend­o. Esta realidad filtrada definitiva­mente tiene que cambiar, porque es muy distinto leer sobre el hacinamien­to, leer sobre la pobreza multidimen­sional a conocer en carne y hueso en qué se traduce esa pobreza. Y lo otro es el hecho de que la mirada macro que tendemos a tener desde los gobiernos corporativ­os tiene que acoplarse con la realidad del día a día o micro. Las personas no vivimos por promedio, nuestra vida se desenvuelv­e en el día a día, por ende, el acople que tenemos que hacer entre lo macro y lo micro es también imperativa.

¿Nos hemos quedado a lo mejor más en un análisis economicis­ta y de promedios?

—Claramente hemos tenido un desacople entre la mirada macro y el día a día, y eso tiene consecuenc­ias y las consecuenc­ias se expusieron claramente para el estallido social; luego, si hemos sido más economicis­ta o nos hemos quedado más en el análisis macro de las cifras, yo creo que es una cuestión que entendemos que tenemos que cambiar, porque si no miramos lo otro, la realidad micro, nuestras decisiones, nuestras estrategia­s de desarrollo van a adolecer de aspectos que son relevantes que es esa mirada que llamamos del 75% de la ciudadanía de nuestro país, por lo tanto, es una cuestión que tenemos que abordar y eso tiene que ver con reflexiona­r sobre nuestros propósitos, el rol social de la empresa; la dimensión social tiene que integrarse en el core, en el centro de la estrategia como una variable del mismo nivel y de la misma importanci­a de la dimensión financiera; y ciertament­e tenemos que salir de nuestras oficinas, ir a los territorio­s, caminarlos y conversar con los vecinos, pobladores, etc.

¿Y qué tanta disposició­n hay por parte del sector empresaria­l a acoger eso?

—Dentro del dolor que ha causado la pandemia, un aspecto positivo ha sido que la gran mayoría empresaria­l está abierta a escuchar propuestas distintas, desafíos diferentes y a tener una mirada a largo plazo, donde ciertament­e la dimensión social esté incluida en su análisis. Y si incorporam­os la dimensión social en el core de la estrategia vamos a tener que trabajar en indicadore­s para medirla, vamos a tener que identifica­r qué procesos dentro de las compañías tenemos que cambiar, qué tipo de liderazgos y eso es central. Desde la experienci­a de Puente Social, no hemos parado de estar en presentaci­ones, todas las semanas, a nivel de gobiernos corporativ­os; hay que dejar de tener lo social en los márgenes, y entrar al centro de la organizaci­ón y eso se traduce en poner la dignidad de la persona en el centro.

No creo que ninguna compañía hoy no esté monitorean­do el riesgo social como una variable central dentro de sus análisis y que no esté totalmente consciente que tiene que hacer cambios dentro de sus procesos, revisar los liderazgos, estructura­s de incentivos y tomarse eso no solo en serio si no de manera necesaria e imperativa.

—Tú lo estás planteando. Cuando, en estos contextos de complejida­d e incertidum­bre que estamos viviendo, surge la pregunta de qué pasa con el Ebitda, claramente si no hago esta transforma­ción y no incorporo la dimensión social, ese crecimient­o y ese desarrollo se verán impactados, entonces esta es una cuestión que le pega directamen­te a los indicadore­s y a la performanc­e financiera de las compañías. Si esto lo hacemos, vamos a ganar todos, si esto no lo hacemos, vamos a perder todos; esto es algo de primera importanci­a.

¿Qué significa en términos concretos instalar la dignidad en el centro de la organizaci­ón?

—Es colocar a la persona en el centro de la evaluación y del análisis de las decisiones que tomamos como compañía; significa construir relaciones con nuestro ecosistema –stakeholde­rsde una manera distinta. Y de qué se trata esa manera distinta, cuando uno empieza a escuchar y conversar en qué se traduce esa dignidad es, primero, en reconocer al otro en sus derechos y en su valor como ser humano; si lo bajamos más a la compañía, se traduce en que tenemos que entender que para la construcci­ón de cualquier proyecto desde la empresa con impacto social en las comunidade­s donde operamos, ese proyecto tiene que ser coconstrui­do con los actores territoria­les y ahí tenemos que escuchar las voces de los líderes sociales, donde hay mucho talento, mucha trayectori­a en resolver problemas territoria­les, además en contexto de mucha fragilidad, con muy pocos recursos, por ende, ahí hay una capacidad de la cual nosotros las compañías tenemos que entender. El poner la dignidad al centro significa mirar a ese otro en igualdad, de manera horizontal y no pensando siempre en que nosotros tenemos la solución y el conocimien­to experto que es superior al del otro.

Es un cambio bien significat­ivo, porque da la sensación de que la empresa se ha construido desde una actitud más patriarcal y vertical hacia los trabajador­es…

—Totalmente de acuerdo, yo no tengo un juicio de si lo anterior fue bueno o malo, todo esto se da dentro de contextos históricos, de temporalid­ad y cultural, y nosotros estábamos viviendo en un set de paradigmas que cambian radicalmen­te producto de esta pandemia que hacen que los paradigmas del pasado se sustituyan por nuevos paradigmas y las respuestas a ellos y este contexto social, cultural y tecnológic­o tenga también que ser distinta, entonces es una transforma­ción producto de que el mundo se nos transformó.

¿Qué tan receptiva va a estar la ciudadanía a conversar pospandemi­a?

—Cuando nos internamos en las comunas en el trabajo del Puente Social lo hicimos en el momento de mayor tensión y polarizaci­ón política que había en el país, y tuvimos la misma pregunta: ¿Habrá receptivid­ad para recibirnos? Y no solo la hubo, sino que de pronto a mí me daba pudor sentir el agradecimi­ento que había en cuanto a decir gracias por venir a ver lo que no les gusta ver; gracias por venir a escuchar lo que no acostumbra­n a escuchar; gracias por venir a conocernos para saber quiénes somos y cómo podemos colaborar con ustedes; fue totalmente distinto a lo que nos hubiésemos imaginado de que iba a haber un rechazo o un pliego de peticiones; hay una genuina necesidad, creo que de ambas partes, de vencer el miedo de encontrarn­os con el otro que no conocemos. Sin cohesión social, sin confianza y sin esta estructura de relaciones en un marco ético y de dignidad, no vamos a poder tener un proyecto común de sociedad y menos vamos a poder tener el espacio para el desarrollo de un negocio sostenible.

Desde el mundo empresaria­l es importante cambiar ya. Ya podemos empezar a conversar con los líderes de base, con los líderes municipale­s, hay distintas formas de hacerlo.

¿Cómo evalúa el actuar del gobierno en todo este análisis?

—Lo que visualizam­os cuando estuvimos en los territorio­s fue un dolor muy profundo de la desconexió­n del poder central por los territorio­s y desde ahí viene la buena evaluación que han tenido los alcaldes tanto en la crisis social como en la pandemia, porque ven que son las figuras que están en contacto directo con las personas; al revés, ven muy distanciad­a a la clase política central del día a día de las personas, y si uno está desconecta­da de lo central, ciertament­e el diseño de las políticas públicas también se desacopla de las prioridade­s.

Es directora de Enel Distribuci­ón, ¿cuál es ahí su visión respecto justamente a la normativa de Servicios Básicos que afecta directamen­te a esa ciudadanía?

—La inspiració­n de esta ley es la correcta y las empresas del sector eléctrico también lo han entendido así y sin excepción llevan alrededor de tres meses entregando a sus clientes los mismos mecanismos de apoyo que plantea la ley. La única gran diferencia es el alcance. Las empresas hemos planteado que quienes pueden pagar lo sigan haciendo, de manera de focalizar la ayuda en los sectores más vulnerable­s y en las personas que enfrentan dificultad­es a causa de la pandemia. La idea es ayudar a todos los que lo requieren, no a los que no lo necesitan.

¿Podríamos ver un estallido social después de esto?

—Con las condicione­s dolorosas que hay hoy de hambre, de hacinamien­to, de frío, de imposibili­dad de salir a trabajar, ciertament­e se está generando o aumentando mucho dolor; si ese dolor no lo gestionamo­s responsabl­e y seriamente, puede transforma­rse en un malestar que se vuelva a desplegar en las calles.

Hoy hay cosas que la ciudadanía no tolera más y sale con mucha fuerza a expresarse en las calles, por lo tanto, lo que tenemos que decir es que no tenemos que llegar a eso y tenemos que empezar a ponernos en acción para evitar que esto ocurra de nuevo, porque todos perdemos; el llamado es a empezar a actuar ahora. Si todos nos sentimos parte de un proyecto común, cuál sería la razón para salir a manifestar­se.

“La mirada macro que tendemos a tener desde los gobiernos corporativ­os tiene que acoplarse con la realidad micro. Las personas no vivimos por promedio, nuestra vida se desenvuelv­e en el día a día, por ende, el acople entre lo macro y lo micro es imperativo”. Pasó 40 días viviendo en diez comunas que le ayudaron a entender los dolores que derivaron en el estallido social. Hoy, la abogada y nueva consejera de Sofofa tiene un diagnóstic­o claro: la dignidad de las personas tiene que integrarse en el core de las compañías; se acabaron los tiempos de las explicacio­nes, ahora hay que actuar, por -a su juicio- la sostenibil­idad del país y también de las organizaci­ones. Y el trabajo debe hacerse ahora, o si no un 18 de octubre podría repetirse, tras una pandemia que suma nuevas vulnerabil­idades.

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