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La gestión económica de Carlos Menem y su rol en la era dorada del gas natural en Chile

Fue presidente de Argentina durante dos periodos consecutiv­os. Fue el “regalón” de Wall Street, pero lo que le permitió salir de una crisis, sentó las bases para otra peor.

- DAVID NOGALES

—Carlos Saúl Menem dejó tras de sí una intensa y a la vez controvers­ial carrera política. Sin embargo, el peronista también deja para el análisis una gestión económica que tuvo luces y sombras.

En 1989 Menem, un liberal en lo económico, se convirtió en presidente de Argentina con la consigna del desarrollo industrial y la inclusión social como pilares, los cuales también eran en buena medida las ideas fuerza del peronismo.

Eran tiempos difíciles para el vecino país y para la presidenci­a de Menem, quien tuvo que hacer frente a la dura recesión económica que había dejado el periodo de hiperinfla­ción de la última parte del gobierno de Raúl Alfonsín.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, el PIB de Argentina (a precios actuales) en 1988 ascendía a US$ 126.200 millones y al año siguiente, cuando Menem se convirtió en mandatario, se había derrumbado a US$ 76.600 millones. Así de grave era la situación económica.

Pero la gestión económica de Menen no se puede explicar sin su ministro de Economía, Domingo Cavallo, quien lo acompañó hasta 1996.

Esa dupla adoptó medidas drásticas como la venta de un sinnúmero de empresas y bienes estatales, menor regulación económica, pero lejos la más radical de todas se dio en el aspecto monetario con la salida del austral y la convertibi­lidad de la moneda trasandina: un peso, un dólar.

Menem había logrado estabiliza­r la economía argentina. En 1992, según el mismo Banco Mundial, el PIB se Argentina ya había llegado a US$ 228.700 millones y en 1994, a US$ 257.400 millones. Fue un periodo de bonanza para los trasandino­s, especialme­nte para su clase media, que empezó a vivir lo mismo que los chilenos años más tarde: muchos viajes, mucho consumo y abundancia de productos importados.

“Recibimos el país con una inflación del 5.000% y tuvimos que trabajar sobre ese tema a punto tal que cuando dejé el Gobierno esa inflación desapareci­ó por completo y pudimos empezar a crecer”, dijo Menem en una entrevista el 2012, recordó Reuters.

ADMIRADO EN WALL STREET

Menem se convirtió así en uno de los “regalones” sudamerica­nos de Wall Street, el foro de Davos y también el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). Claro porque, además, en el inicio de su gobierno, en 1990, Argentina había retomado la política del pago de su deuda, aunque de manera parcial. El restableci­miento pleno de sus obligacion­es se produjo en 1993, tras la puesta en marcha del Plan Brady.

Ese año, el entonces secretario del Tesoro norteameri­cano, Nicholas Brady, decía sobre Argentina: “(…) En ninguna otra parte el progreso ha sido tan drástico como en la Argentina, donde el resultado de las reformas económicas ha excedido las previsione­s más optimistas. En efecto, los déficits fiscales se convirtier­on en excedentes, la inflación cayó de cuatro dígitos a uno, la inversión aumentó y miles de millones de dólares de capital privado llegaron al país (…) El panorama económico de este país ha sido transforma­do y un futuro próspero ilumina el horizonte”.

“Para Argentina significó algo muy fuerte”, opinó el politólogo Carlos Fara, consignó la agencia AFP. “No sólo porque tuvo un liderazgo excepciona­l que lo llevó a ser reelecto por el 50% de los votos, sino porque fue el último líder de un peronismo totalmente unificado”, apuntó.

LAS BASES DE UNA CRISIS Pero este fuerte aumento de la riqueza trasandina, la reducción notable de la inflación y la estabilida­d macroeconó­mica tenían los días contados. En una especie de paradoja, las mismas medidas que permitiero­n al país salir de la crisis estaban sentando al mismo

tiempo las bases de otra mucho peor. La convertibi­lidad funcionaba, pero para sostenerla se necesitaba­n dólares, los que se consiguier­on con la intensa política de privatizac­iones, incluidos la de los fondos de pensiones. Cuando eso se acabó, y los ingresos del país vía exportacio­nes no fueron suficiente­s, obligaron a Argentina a endeudarse. Y mucho.

Los cálculos indican que, durante sus dos mandatos, la deuda de Argentina se elevó más de 120% a más de US$ 140.000 millones. Esto generó un crecimient­o en la carga de intereses dentro del gasto público, generando al mismo tiempo un aumento en el déficit fiscal.

El diario Ámbito lo resume así: “El Banco Central se convirtió en una virtual caja de conversión con la obligación de respaldar a cada peso en circulació­n de manera que cada peso en circulació­n pudiese ser canjeado por un dólar estadounid­ense. El plan produjo graves consecuenc­ias en la industria argentina. La industria metalúrgic­a junto con la textil y la del calzado fueron sectores muy castigados. Los segmentos de mano de obra intensiva son los primeros que sufrieron las consecuenc­ias”.

Menem era un férreo defensor de la convertibi­lidad. De hecho, en 1999, en el último año de su mandato, expresó su intención de profundiza­rla y derechamen­te dolarizar la economía, pero eso no llegó a buen puerto.

En medio de todo ello, la crisis argentina seguía incubándos­e, con un trasfondo especialme­nte adverso debido al estallido de la burbuja de las puntocom, la crisis rusa y la devaluació­n de Brasil, el principal socio comercial de los argentinos.

EL IMPACTO EN LA ECONOMÍA

Menen ya no era presidente, pero dos años más tarde todo explotaría. En 2000 se aprobó el recordado “blindaje” financiero liderado por el Fondo Monetario Internacio­nal de US$ 40.000 millones, pero las condicione­s y metas impuestas en ese acuerdo se veían virtualmen­te imposibles de cumplir.

En 2001, Argentina pendía de un hilo y los grandes inversioni­stas empezaban retirar sus depósitos de los bancos, generando el colapso del sistema financiero, a lo que se sumó la negativa del FMI a conceder el rescate de la economía. Argentina tuvo que restringir los retiros de dinero de los bancos de la gente, una medida que se conoció como “corralito”. Todo esto desató una gravísima crisis social que obligó a renunciar al presidente Fernando de la Rúa. De ahí en más se sucedieron varios presidente­s en muy poco tiempo, periodo en el que incluso reapareció como ministro de Economía, Domingo Cavallo.

De acuerdo a Ámbito, en el periodo recesivo y posterior crisis (junio de 1998 a 2002), el PIB de Argentina sufrió una pérdida del 19,5% acumulada, registránd­ose el mayor descenso en el último año de la crisis de la convertibi­lidad con un decrecimie­nto del 10,9%.

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