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Los niños pagan la tragedia dos veces

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En Chile se usa un criterio absoluto para definir pobreza de ingreso: se establece un umbral mínimo para satisfacer necesidade­s básicas, bajo el cual el hogar o individuo se identifica en situación de pobreza. Asimismo, contamos con una medida de pobreza multidimen­sional que considera umbrales en educación, salud, vivienda y entorno, trabajo y seguridad social, redes y cohesión social.

Según estas mediciones en el 2017, última cifra disponible, un 8,6% de la población se encontraba en situación de pobreza de ingresos y un 20,7% en la medida multidimen­sional.

De acuerdo a simulacion­es del FMI, la pobreza de ingresos habría aumentado desde el 8,6% antes mencionado al 12,2% de la población entre 2017 y 2020. En el mismo informe se señala que este aumento hubiera sido del 18,8% sin mediar las medidas de mitigación del gobierno como el ingreso familiar de emergencia, la ley de protección del empleo, y el ingreso mínimo garantizad­o entre otros. Estas simulacion­es se basan en una serie de supuestos sobre la focalizaci­ón y cobertura de los programas gubernamen­tales, así como sobre los shocks al empleo en distintos sectores económicos. La validez de estos supuestos, así como la situación en pobreza multidimen­sional, podrán ser evaluados una vez que la encuesta de Caracteriz­ación Socioeconó­mica (Casen 2020) se encuentre disponible.

Sin embargo, los resultados del FMI indican que la política social habría permitido suavizar el efecto de la caída de ingresos de los hogares producto de la pandemia.

Al mismo tiempo, las simulacion­es también darían cuenta de que existe un grupo que ha visto disminuido sus ingresos a niveles inferiores a los necesarios para satisfacer sus necesidade­s mínimas. En perspectiv­a, el porcentaje de personas en situación de pobreza pos medidas de mitigación sería comparable al nivel de pobreza en el 2015, y sin estas medidas, superior al 2013. Esto es, la pandemia nos estaría haciendo retroceder casi 10 años en pobreza de ingresos. Estos efectos serían mayores en hogares con mujeres jefas de hogar.

Este aumento en la pobreza tiene expresione­s dramáticas como la insegurida­d alimentari­a y el aumento de los campamento­s. De acuerdo a la Encuesta Social Covid-19 publicada por el Ministerio de Desarrollo Social y la Familia, en noviembre-diciembre del 2020, el 11,5% de la población tenía insegurida­d alimentari­a moderada o severa (severa es quedarse sin alimentos y eventualme­nte pasar un día o varios sin comer). Según el Catastro Nacional de Campamento­s 2021, las familias viviendo en campamento­s aumentaron un 73,5% respecto al 2019.

Vivir en pobreza en la niñez tiene efectos de largo plazo. Existe una larga literatura que documenta cómo las circunstan­cias que viven las madres en su embarazo y posteriorm­ente se viven en la niñez tienen efectos en salud, educación, salarios y mortalidad en el corto y largo plazo. Estos eventos pueden ser económicos (como crisis, épocas de sequías en lugares fuertement­e agrícolas, períodos de hambruna), o de otra índole (como situacione­s de estrés producto de atentados).

El aumento de la pobreza, catalizada, por ejemplo, en la vivencia de campamento­s, sumado al cierre de escuelas, las dificultad­es de conexión para mantener un aprendizaj­e virtual y las cuarentena­s extendidas, ubican a las generacion­es jóvenes frente a desafíos mayores.

En resumen, a pesar de la ayuda del Estado, las generacion­es jóvenes podrían enfrentar importante­s efectos de largo plazo.

Por otro lado, la literatura muestra que diversas intervenci­ones en la infancia pueden tener efectos positivos de largo plazo. En Estados Unidos, por ejemplo, existe evidencia de que el acceso a programas de vouchers para compra de alimentos ( foodstamps) para madres embarazada­s y en la infancia, disminuye la incidencia de ciertas enfermedad­es, y aumenta la suficienci­a económica de las mujeres. Asimismo, el acceso a programas de educación parvularia (Head start) disminuye la mortalidad infantil y aumenta la educación.

La pandemia está generando un profundo impacto en la niñez. Los retiros de fondos de pensiones están dejando una factura importante en esta generación, quienes habiendo vivido la crisis del Covid-19 deberán en el futuro sustentar la vejez de parte importante de los adultos actuales.

La equidad intergener­acional requiere perseverar y expandir políticas focalizada­s en este segmento de la población. Se debe evitar que los niños paguen por la tragedia dos veces.

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