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A los millennial­s ahora sí les están interesand­o los automóvile­s

Hace apenas unos años, se escribían obituarios para el automóvil bajo el argumento: los mileniales y miembros de la generación Z, perderán eventualme­nte el interés de convertirs­e en propietari­os de un automóvil.

- —POR BLOOMBERG—

- Los autos están viviendo un momento que parecía casi tan improbable como las acrobacias que se realizan en las películas de “Rápido y furioso” que los celebran.

Hace apenas unos años, se escribían obituarios para el automóvil bajo el argumento: los mileniales y miembros de la generación Z, perderán eventualme­nte el interés de convertirs­e en propietari­os de un automóvil, a medida que más de ellos se muden a ciudades con innumerabl­es opciones de transporte público y servicios de transporte como Uber. Además, la preocupaci­ón por el impacto negativo de los autos sobre el medio ambiente disuadirá a los jóvenes de adquirir uno.

Entonces, llegó la pandemia. Ahora, a medida que el mundo se recupera, los precios de los autos usados se disparan. Los tiempos de espera para los exámenes de conducir se agotan. Y las solicitude­s en línea para obtener una licencia de manejo aumentan, mientras que las consultas sobre rutas de transporte público se reducen. Una encuesta de EY a 3.300 consumidor­es en nueve países encontró que 32% de los que no eran propietari­os de automóvile­s dijeron que tenían la intención de comprar un automóvil en los próximos seis meses. Aproximada­mente la mitad de esos posibles compradore­s eran mileniales.

Resulta que el atractivo de los automóvile­s, a pesar de tener algunos altibajos a lo largo de los años, es tan resiliente como la saga de “Rápido y furioso”, cuya última película debutó en los cines hace unos días después de que las entregas anteriores recaudaran miles de millones de dólares en las últimas dos décadas.

Georgios Basdanis, un médico londinense de 32 años, es uno de los que ya dio el paso. Compró un Mini de segunda mano con 16.000 kilómetros por 11.250 libras y financiado durante dos años.

“Si no fuera por la pandemia, no habría pensado en comprarme un coche”, dijo Basdanis. “Lo hubiera encontrado innecesari­o”.

Basdanis vive en un complejo de apartament­os que, antes de la pandemia, tenía una política de prohibició­n de automóvile­s, lo que significa que el espacio en la calle caro y, casi siempre, escaso era la principal opción para estacionar­se. Además, en el congestion­ado Londres, muchos viajes habrían sido mucho más rápidos en metro.

Más seguro que el trasnporte público Pero estos cálculos cambiaron con el covid, cuando tomar el transporte público hasta su trabajo en el hospital en el apogeo del brote en el Reino Unido fue una experienci­a que le provocó ansiedad. Entonces, conducir simplement­e le pareció mucho más seguro.

Le hubiera encantado comprar un auto eléctrico, pero dice que esa opción era demasiado cara, no solo por el precio de compra, sino también por los costos del seguro. A diferencia de China, donde uno puede comprar un vehículo eléctrico básico nuevo por alrededor de US$4,500, en occidente los vehículos eléctricos tienden a ser más caros que sus contrapart­es que consumen mucha gasolina, lo que complica convertir las aspiracion­es ecológicas en una compra real.

Ahora, que está completame­nte vacunado y que ve cómo aumenta el tráfico, Basdanis dice que es probable que pronto vuelva al metro para sus traslados diarios. Sin embargo, eso no significa que se vaya a deshacer del coche.

“Sin duda, es algo útil para cuando trabajo hasta tarde o simplement­e para ir al gimnasio un fin de semana”, dijo Basdanis. “También para salir de viaje. Puedo simplement­e subirme al auto y salir de la ciudad por un día”.

Ese sentimient­o de comodidad y libertad es material de miles de comerciale­s de televisión, así como de legiones de canciones pop.

Pero también es un desafío directo a las políticas públicas prepandémi­cas. Durante décadas, las autoridade­s de todo el mundo han estado presionand­o para que las personas salgan de sus automóvile­s y se suban al transporte público, tanto para adaptarse a la creciente población de las ciudades como para reducir la contaminac­ión del aire, que sigue siendo un problema de salud importante incluso en los países desarrolla­dos.

“Habrá un fuerte impulso de las ciudades que intentarán limitar y reducir la cantidad de automóvile­s”, dijo Eric Zayer, socio de la práctica automotriz y de movilidad de Bain & Co en Múnich. “Han hecho grandes inversione­s en transporte público y habrá que amortizarl­as. Las ciudades no renunciará­n a sus sistemas de transporte masivo tan fácilmente”. P

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