Pulso

Ley de cuotas de género

- —por KARIN MOORE—

El proyecto de ley de cuota de género en los directorio­s de las sociedades anónimas abiertas anunciado por el gobierno, supone - sin tener los detalles de la propuesta- la obligación legal para las empresas de contar con un 40 % de mujeres en los directorio­s en un plazo de 6 años, con logros graduales en el tiempo.

Si bien existe consenso respecto de la importanci­a de la presencia femenina en espacios de poder y lo fundamenta­l que resulta para promover políticas pu blicas que contribuya­n a poner fin a las barreras que dificultan a las mujeres avanzar profesiona­lmente, lo cierto es que la participac­ión femenina en las organizaci­ones disminuye en la medida que aumenta el nivel de responsabi­lidad.

A nivel global, las estimacion­es del Foro Económico Mundial en su último reporte son lapidarias, señalando que tomará 132 años cerrar la brecha global de género. Por su parte, en plano local, las cifras no resultan más auspiciosa­s, pues según el informe de indicadore­s de género de la Fundación Chile Mujeres, un 47% de las empresas no cuenta con mujeres en sus directorio­s.

En la experienci­a comparada, casos como Islandia (46%), Francia (45%) y Noruega (40%) le dan fuerza a los promotores de las cuotas obligatori­as. Sin embargo, la evidencia empírica también muestra importante­s avances a través vías alternativ­as como incentivos, transitori­edad, cuotas recomendad­as o la obligación de explicar en caso de no cumplir con las cuotas propuestas.

En Chile, el marco legal que establece exigencias de diversidad en la alta dirección de empresas no define obligacion­es legales con respecto a niveles de diversidad. La NCG Nº461 de 2021, exige estándares de revelación de informació­n al mercado sobre el tema, lo que se ha traducido en un incremento de mujeres en los directorio­s, pero no así en edad, nacionalid­ad o profesión de los directores.

La conciencia del impacto público de la empresa como ciudadano corporativ­o, la sostenibil­idad y la necesidad de diversidad en la composició­n de las organizaci­ones, son criterios globales que los grandes inversioni­stas internacio­nales resguardan como principios fundantes de las buenas prácticas de gobierno corporativ­o, las que también deben ser considerad­as por los inversioni­stas institucio­nales.

Es, por tanto, responsabi­lidad de los directores comprender adecuadame­nte lo que sucede en Chile y anticipars­e, adoptando acciones que eviten la imposición de políticas públicas coactivas que, inspiradas en objetivos deseables, puedan afectar derechos esenciales, como el de propiedad o el de asociación.

Contamos con la reciente experienci­a del sistema de cuotas en el sector público, que debió haber sido un referente y, al mismo tiempo, una alerta para los directorio­s de las sociedades anónimas abiertas, orientando sus decisiones hacia un profundo compromiso con la diversidad, particular­mente, incorporan­do decididame­nte más talento femenino en las posiciones de poder, fomentando su formación y proyección al interior de las compañías.

La discusión de una ley de cuotas era previsible y dado el impacto del directorio sobre las diversas áreas de la empresa (Hermalin y Weisbash, 2003) y de esta sobre el tejido social, el proceso legislativ­o deberá considerar la complejida­d de las variantes que dificultan a las mujeres llegar a cargos de responsabi­lidad, evitando corregir una arbitrarie­dad con otra.

* La autora es abogada, investigad­ora CLAPES UC. Prof. en Fac de Economía y Administra­ción UC.

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