Pulso

Popurrí financiero

- —POR TOMÁS CASANEGRA— Ingeniero Civil PUC y MBA The Wharton School (@tomcasaneg­ra)

Cuando comencé a escribir estas columnas hace diez años, alguien me dijo: “Recuerda que sólo cabe una idea en una columna, no escribas un popurrí”. He tratado de mantener este principio, pero la corrida (no corrida), rescate (no rescate), no hay riesgo de crédito (sí hay riesgo de duración), combatimos la inflación (creamos inestabili­dad financiera), too big to fail ( too small to fail), etc., me lo hace imposible. Si pudiera reflejar en sólo una idea esta historia, sería: la vida es como la contabilid­ad, cada decisión crea instantáne­amente un activo y un pasivo, aunque por tranquilid­ad mental y/o estado de ánimo nos guste mirar sólo un lado del balance. Si termina siendo una buena o mala decisión (predomina el activo o el pasivo), sólo el tiempo lo dirá.

Los bancos son un animal peligroso, por sus manos pasa la responsabi­lidad de crear y destruir prácticame­nte todo el dinero en circulació­n (el dinero creado por bancos centrales es marginal). Si no me cree, compare “el dinero que usted tiene” con “el dinero que usted tiene en su billetera”. Y el dinero, por muy abstracto que sea, realiza una labor concreta e indispensa­ble para la creación e intercambi­o de bienes. Cualquier bien o servicio puede desaparece­r, junto con sus proveedore­s, pero el dinero y quienes lo fabrican, jamás.

Por ello la banca está muy regulada, y muy cuidada: no puede caer. Hasta en las instruccio­nes del Monopoly se establece: “El banco nunca quiebra”. Es que, si quiebra el banco, se acaba el juego. De ahí que el colapso de un banco intermedio de los Estados Unidos desencaden­ara un “rescate” inmediato, y bastante equilibrad­o a mi juicio. Lo suficiente para frenar corridas en bancos americanos semejantes, evento del que ni siquiera un banco global con excelentes ratios de capital y liquidez como Credit Suisse podría sobrevivir, pero no demasiado para llevar a los otros bancos americanos a tomar mayores riesgos. De hecho, accionista­s y bonistas del banco “rescatado” probableme­nte perderán todo. Un rescate expedito que incluyó discurso del Presidente Biden dejando claro que los únicos acreedores del banco (técnicamen­te lo son) que pueden estar tranquilos son sus depositant­es. “Rescate” que además sería cubierto íntegramen­te por el seguro que los mismos bancos pagan para protegerse de este tipo de eventos.

Las críticas a las normas contables tampoco me parecieron justas. Es cierto que la contabilid­ad busca reflejar la realidad, pero la realidad no es “una” (la mecánica cuántica dice eso, no yo), sino que es una distribuci­ón de probabilid­ades. En cambio, la “realidad contable” refleja uno de los posibles escenarios bajo ciertos supuestos (la utilidad es una opinión, la caja es realidad, me gusta repetir). La “realidad contable” era que los depositant­es no iban a retirar su dinero de un día para otro. Si lo contrario fuera “la realidad”, todos los bancos del mundo están quebrados. Volviendo a la física cuántica, lo que tenemos aquí es una distribuci­ón de probabilid­ades (la realidad) que colapsó en un evento en particular cuando fue observada. Muchas razones se van a dar para justificar el colapso de SVB, pero sea cual sea, hay que recordar que las corridas bancarias son profecías autocumpli­das, y la pérdida de confianza que las detona un misterio.

Por último, no sé si la rápida subida de tasas por parte de la Fed para combatir la inflación, que al mismo tiempo daña la estabilida­d financiera, vaya a amainar con este evento. Lo que sí sé es que la “amplia caja de herramient­as” de los bancos centrales es para pegarle al mismo clavo: incentivar o desincenti­var a los bancos a crear dinero (prestar), y esto, sea lo uno o lo otro, crea activos y pasivos sobre nuestro bienestar.

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