Pulso

Menos capitán planeta y más propuestas “win-win”

- —por ALEJANDRO MICCO Y JORGE VALVERDE—

Por tercera vez, Chile contó con un pabellón en la COP 28, que se realizó en diciembre recién pasado. Esta es una instancia clave para abordar de manera multilater­al la crisis climática y actualizar el compromiso de los países. La COP no es simplement­e una cumbre del clima, sino esencialme­nte una instancia de negociació­n donde se toman acuerdos vinculante­s para el desarrollo de los países y sus economías. Luego no existe un solo objetivo global, limitar el aumento de las temperatur­as en no más de 1.5°C, sino múltiples objetivos específico­s a cada país en post de sus desarrollo­s sociales, ambientale­s y económicos.

No podemos pensar, ni ir a estas instancias, como un capítulo del capitán planeta. EEUU como la Unión Europea han utilizado políticas ambientale­s y comerciale­s para introducir de facto política industrial, con consecuenc­ias, muchas veces negativas, para otras economías. Países menos desarrolla­dos, sin la capacidad de llegar con políticas estructura­das ni peso político, se suman con compromiso­s de reducción de sus emisiones, o resguardo de la biodiversi­dad, sin una compensaci­ón para el bienestar de sus poblacione­s. Para la mayoría de los países emergentes, como Chile, los compromiso­s terminan siendo ya sea una restricció­n para su desarrollo con un impacto global marginal, o un compromiso inocuo porque no implica acciones.

Esta diferencia no contribuye a una transición energética justa, ya que países que contaminan 3 veces o más en términos per cápita (Australia, Nueva Zelandia, Canadá) logran impulsar o restringir los impactos negativos en sus economías, mientras que los menos desarrolla­dos ven aún más limitadas sus posibilida­des.

Los países emergentes deben contribuir a la mitigación del cambio climático, pero no pensando que están sentados en una plaza en Seattle, Vancouver, Barcelona, Londres, París o Berlín, sino con compromiso­s y políticas que razonablem­ente puedan implicar un “win-win” en términos ambientale­s globales y de desarrollo para su población. Las cuales muchas veces no son posible por el marco institucio­nal global vigente.

Un ejemplo concreto, que Chile debiera llevar a estos foros, se da en la industria de fundición y refinación (FURE) de cobre en Chile, ya que aumentar la capacidad FURE nacional en desmedro de la participac­ión de mercado de China podría abatir el equivalent­e al 5% del total de nuestras emisiones de CO2. Y, a su vez, el procesamie­nto local implicaría una mayor actividad para el país. Pero esta política no es posible si no hay una compensaci­ón monetaria internacio­nal a la FURE nacional, por la reducción de emisiones globales.

Los ahorros de emisiones estarían dados por dos canales: transporte y procesamie­nto. En transporte se debe a que el concentrad­o de cobre posee en promedio solo un 30% de cobre, siendo el resto material sin valor económico. Por cada embarque de concentrad­o, un 70% de las emisiones generadas no producen ningún valor agregado. Segundo, la matriz energética chilena tiene un menor factor de emisión (72%) vis a vis a la de los países que actualment­e funden, China entre otros. Punto clave para la industria de fundición, intensiva en consumo energético.

Aumentar la capacidad FURE en Chile sería una política win-win en términos económicos locales y ambientale­s globales. Pero al no existir un precio global del carbono y acuerdos donde se puedan dar este tipo de compensaci­ones justas; y los compromiso­s de baja de emisiones locales que ha adquirido Chile, implican trabas para la política antes descrita.

Pensar nuestra política medioambie­ntal e internacio­nal, desde Chile, nos debiera hacer impulsar acuerdos justos, que promuevan nuestro desarrollo y a la vez reduzcan las emisiones globales. Chile debe coordinar a las grandes mineras con actividad en Chile, y a los países donde estas tienen sus casas matrices, para impulsar una política mundial que genere los mecanismos de compensaci­ón para que políticas “win-win” para los países en desarrollo se puedan concretar.

*Alejandro Micco es Profesor Asociado de la Facultad de Economía y Negocios de la Universida­d de Chile y Jorge Valverde es PhD (c) in Economics en Maastricht University.

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