Menos capitán planeta y más propuestas “win-win”
Por tercera vez, Chile contó con un pabellón en la COP 28, que se realizó en diciembre recién pasado. Esta es una instancia clave para abordar de manera multilateral la crisis climática y actualizar el compromiso de los países. La COP no es simplemente una cumbre del clima, sino esencialmente una instancia de negociación donde se toman acuerdos vinculantes para el desarrollo de los países y sus economías. Luego no existe un solo objetivo global, limitar el aumento de las temperaturas en no más de 1.5°C, sino múltiples objetivos específicos a cada país en post de sus desarrollos sociales, ambientales y económicos.
No podemos pensar, ni ir a estas instancias, como un capítulo del capitán planeta. EEUU como la Unión Europea han utilizado políticas ambientales y comerciales para introducir de facto política industrial, con consecuencias, muchas veces negativas, para otras economías. Países menos desarrollados, sin la capacidad de llegar con políticas estructuradas ni peso político, se suman con compromisos de reducción de sus emisiones, o resguardo de la biodiversidad, sin una compensación para el bienestar de sus poblaciones. Para la mayoría de los países emergentes, como Chile, los compromisos terminan siendo ya sea una restricción para su desarrollo con un impacto global marginal, o un compromiso inocuo porque no implica acciones.
Esta diferencia no contribuye a una transición energética justa, ya que países que contaminan 3 veces o más en términos per cápita (Australia, Nueva Zelandia, Canadá) logran impulsar o restringir los impactos negativos en sus economías, mientras que los menos desarrollados ven aún más limitadas sus posibilidades.
Los países emergentes deben contribuir a la mitigación del cambio climático, pero no pensando que están sentados en una plaza en Seattle, Vancouver, Barcelona, Londres, París o Berlín, sino con compromisos y políticas que razonablemente puedan implicar un “win-win” en términos ambientales globales y de desarrollo para su población. Las cuales muchas veces no son posible por el marco institucional global vigente.
Un ejemplo concreto, que Chile debiera llevar a estos foros, se da en la industria de fundición y refinación (FURE) de cobre en Chile, ya que aumentar la capacidad FURE nacional en desmedro de la participación de mercado de China podría abatir el equivalente al 5% del total de nuestras emisiones de CO2. Y, a su vez, el procesamiento local implicaría una mayor actividad para el país. Pero esta política no es posible si no hay una compensación monetaria internacional a la FURE nacional, por la reducción de emisiones globales.
Los ahorros de emisiones estarían dados por dos canales: transporte y procesamiento. En transporte se debe a que el concentrado de cobre posee en promedio solo un 30% de cobre, siendo el resto material sin valor económico. Por cada embarque de concentrado, un 70% de las emisiones generadas no producen ningún valor agregado. Segundo, la matriz energética chilena tiene un menor factor de emisión (72%) vis a vis a la de los países que actualmente funden, China entre otros. Punto clave para la industria de fundición, intensiva en consumo energético.
Aumentar la capacidad FURE en Chile sería una política win-win en términos económicos locales y ambientales globales. Pero al no existir un precio global del carbono y acuerdos donde se puedan dar este tipo de compensaciones justas; y los compromisos de baja de emisiones locales que ha adquirido Chile, implican trabas para la política antes descrita.
Pensar nuestra política medioambiental e internacional, desde Chile, nos debiera hacer impulsar acuerdos justos, que promuevan nuestro desarrollo y a la vez reduzcan las emisiones globales. Chile debe coordinar a las grandes mineras con actividad en Chile, y a los países donde estas tienen sus casas matrices, para impulsar una política mundial que genere los mecanismos de compensación para que políticas “win-win” para los países en desarrollo se puedan concretar.
*Alejandro Micco es Profesor Asociado de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y Jorge Valverde es PhD (c) in Economics en Maastricht University.