Pulso

Corrupción y la responsabi­lidad compartida

- —por TAMARA AGNIC—

Hasta fines del año pasado, el Ministerio Público llevaba 642 causas abiertas por delitos de malversaci­ón y fraude al Fisco vinculados con alcaldes y funcionari­os municipale­s. Paralelame­nte, el Consejo de Defensa del Estado (CDE) desde 2009 había acumulado más de 200 querellas por corrupción en contra de municipios, corporacio­nes municipale­s y sus funcionari­os, incluidos los alcaldes. Sólo en los últimos 24 meses, se han conocido al menos 55 casos de mal uso de recursos y bienes públicos, cohecho, ocultamien­to de informació­n, uso de cargos públicos para fines personales y fraude al fisco.

Con justa razón, Chile retrocedió un punto y dos puestos en el Índice de Percepción de la Corrupción que elabora Transparen­cia Internacio­nal, pasamos del lugar 27 al 29, indicador en el que veníamos estancados hace 6 años. Como Chile Transparen­te consideram­os delicado que se nos presente como país “a observar” ya que desde 2014 hemos tenido una caída significat­iva de 7 puntos en esta medición. Esto pese a que en los últimos años se han aprobado o presentado al menos una decena de iniciativa­s legales y normativas para poner freno a la corrupción entre las que se cuentan la reforma a la ley de compras públicas, el sistema de auditoría interna de gobierno, la Ley de crimen organizado, la de delitos económicos, o la reciente propuesta de proyecto de inteligenc­ia económica y el de reducción de la evasión tributaria.

Es evidente que no basta con cambios legales o complejiza­r las que ya existen, si no hay cambios más profundos en el comportami­ento de los ciudadanos frente al crimen organizado, tanto el violento como el de cuello y corbata. Y esto ocurre apenas a meses de las elecciones municipale­s de 2024 -en octubremun­icipios que como mencioné antes, no se salvan del más somero análisis de malas conductas y corrupción asociadas a la gestión de sus autoridade­s y funcionari­os.

Debiéramos contar con un mecanismo que brinde a la ciudadanía un acceso más claro y transparen­te a informació­n relevante antes de ejercer su voto. Sin embargo, ¿es justificab­le eximir por completo de responsabi­lidad a aquellos que han elegido a figuras que posteriorm­ente se han visto involucrad­as en graves escándalos de corrupción o, al menos, en el derroche de valiosos recursos públicos? ¿Deberíamos permitir que se esgrima la excusa de la indiferenc­ia hacia la política o la creencia de que “todos los políticos son iguales” como justificac­ión para malas elecciones?

El perfeccion­amiento de la democracia pasa por un doble ejercicio, un mayor involucram­iento de los ciudadanos y un nítido compromiso de quienes postulan a cargos públicos con mejores estándares de probidad y la rendición de cuentas.

Se puede echar la culpa al empedrado siempre. Los electores pueden decir que no confían en los partidos, los municipios pueden argüir que hay falta de profesiona­lización en varias líneas de la gestión, que el anquilosam­iento de los líderes provoca focos de corruptela o que se requieren mejores herramient­as de gestión, pero acá hay que admitir que cuando los votantes le dan poder a personajes que no tienen experienci­a en gestión pública, cuando eligen a partidos que no condenan ni dan señales duras contra las prácticas corruptas o cuando sencillame­nte renuncian a “saber” e informarse, la responsabi­lidad al menos es compartida.

Presidenta de Chile Transparen­te y socia de ETICOLABOR­A.*

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