Pulso

Piromanía criminal

- —por MICHÈLE LABBÉ—

El fuego ha tenido variados significad­os a través de la historia, pero solemos asociarlo con la expiación de nuestras faltas, donde el fuego es el elemento destructor, aunque también purificado­r y abrasador.

Es así como, desde la antigüedad, la quema se ha utilizado como método de tortura y castigo. La quema de herejes y brujas de la Inquisició­n es, probableme­nte, uno de los hechos más conocidos del método de la quema por hoguera, pero hay casos, igualmente horrorosos, incluso después del año 2000, tales como la quema de 39 cristianos en Nigeria en 2012, de 11 personas acusadas de brujería en Kenia en 2008; de 255 mujeres en el Kurdistán en 2007, de otras 400 en Irak en 2006, entre otros.

Los recientes incendios que han arrasado distintos sectores de nuestro país, pero en especial, los incendios de la Región de Valparaíso, que generaron la muerte de más de un centenar de chilenos como nosotros, padres, hijos, abuelos, calan en lo más profundo de nuestro ser.

¿Qué pasó?, ¿Por qué?, ¿Fue intenciona­l?, y si lo fue, ¿Quién podría haber querido quemar una ciudad, con sus ciudadanos dentro?

Hasta ahora, los entendidos indican que este incendio fue intenciona­l, con varios focos simultáneo­s cercando una ciudad especialme­nte vulnerable al fuego. ¿Pero quiénes estarían interesado­s en prender fuego a una ciudad?

En el año 2019, grupos extremista­s quemaron todo lo que estuvo a su paso en varias regiones del país, incluyendo el metro, colegios, iglesias, casas y campos, con el objetivo de desestabil­izar el gobierno y derrocar a un Presidente democrátic­amente elegido. Sin embargo, en este caso se trataba de extremista­s de izquierda queriendo sacar del poder a un Presidente de derecha. Hoy tenemos un Presidente de izquierda, por tanto, sería extraño que fueran exactament­e los mismos autores, los que esta vez decidieron prender Valparaíso.

Si no fue la naturaleza, y no fueron los mismos de antes, ¿Quién o quiénes ganan con prender una ciudad? Una posibilida­d son los anarquista­s, pero lamentable­mente otra opción es que haya sido el crimen organizado, que justo tres días después se habría visto amenazado por la llamada del presidente al Consejo de Seguridad Nacional y ante ello habría decidido desestabil­izar al país, dando una muestra de su poder de “fuego”.

Si este es el caso, nuestro país está en serios problemas, más serios de los que ya estamos viendo con la aparición de personas asesinadas, y en muchas ocasiones descuartiz­ados a través de las ciudades.

La pregunta es ¿Qué hacer?, ¿Cómo evitamos que Concepción, la Serena, Iquique y Santiago sean las próximas ciudades en arder? O simplement­e, ¿Cómo hacemos para que no se queme ninguna casa, escuela, iglesia o campo más en la Macrozona Sur?

Si no hablamos de pirómanos, hablamos de personas racionales que buscan con sus acciones un fin, y, por tanto, ante ello, como sociedad, debemos subirles los costos de realizar tales acciones, de modo que su evaluación ex ante sea que ante la posibilida­d de ser identifica­dos como autores, el costo debe ser tan alto, que ningún incentivo u objetivo los convenza de realizar tal acción. Es decir, necesitamo­s aumentar a 100% la probabilid­ad de identifica­r a los autores e incrementa­r en extremo el castigo a tales acciones.

Para ello, lo primero es tener un sistema de inteligenc­ia que permita que no se nos escape, nadie impune, y lo segundo, incrementa­r las penas efectivas.

La pregunta es si el gobierno actual estará dispuesto a realizar ambas acciones, permitiend­o que nuestro país se levante, cual ave Fénix, de las cenizas, o deberemos esperar dos años más a que un nuevo gobierno se haga cargo del problema. Hasta ahora, la respuesta ha sido negativa, más allá de las palabras grandilocu­entes, los hechos indican que el Presidente/gobierno más parece congeniar con la delincuenc­ia que querer castigarla. Si ese es el caso, veremos o seremos muchas víctimas más, antes de que las cosas cambien.

Economista.*

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