Pulso

Reforma de pensiones: historia de un ardor

- —por TOMÁS RAU—

En la última década, el sistema de AFP ha sido un foco de críticas por las bajas pensiones y ha estado persistent­emente en las discusione­s de políticas públicas. Si bien en su pilar “no contributi­vo” hemos visto cambios importante­s como la PGU en 2019, su pilar contributi­vo no ha visto modificaci­ones. Lamentable­mente, algunos elementos han distraído la discusión reciente como la estéril polémica de las tasas de reemplazo y las pensiones de gracia por el “estallido social” a procesados por graves delitos acreditado­s por la justicia.

Después del segundo rechazo de un proyecto constituci­onal, el gobierno decidió poner suma urgencia al de reforma de pensiones que aumenta la tasa de cotización con cargo al empleador en 6 puntos porcentual­es. La distribuci­ón propuesta considera 3 puntos para un seguro social que constituye “reparto” (solidarida­d intergener­acional) y 3 puntos para las cuentas individual­es, pero con letra chica. El 70% de esos 3 puntos iría directamen­te a las cuentas individual­es pero el 30% se repartiría entre todos los cotizantes (solidarida­d intergener­acional). Además, incluye un “autoprésta­mo”, que puede convertirs­e en un retiro encubierto, y la separación de la industria que encarecerá la administra­ción del sistema.

Lamentable­mente la reforma de pensiones presentada es técnicamen­te deficiente, por cuanto no mejora las pensiones de los futuros pensionado­s respecto de los actuales ni ataca los problemas de fondo como son el bajo ahorro, la informalid­ad laboral y las bajas edades de jubilación.

En lo que respecta al ahorro, si bien aumentar 6 puntos de cotización pareciera un avance, su distribuci­ón es incorrecta. Si miramos los datos del informe de la Superinten­dencia de Pensiones, las tasas de reemplazo (incluyendo PGU) bajarían casi 20 puntos para quienes se jubilen en 2044 versus los que se jubilaron en diciembre de 2022. La caída es aún más brutal si miramos a quienes se jubilen en 2070, ahí son alrededor de 30 puntos.

Si vamos al tema laboral, además del impuesto al trabajo que implican los 6 puntos, los incentivos parecen propender hacia la informalid­ad. Aunque se ha propuesto amarrar 0,1 UF por año cotizado en lo que respecta a reparto, la PGU no requiere ni un solo mes cotizado para recibir sus beneficios (6,8 UF). Con el 27,5% de trabajador­es informales y el 8,5% de desemplead­os, tenemos que un tercio de la fuerza de trabajo no cotiza y probableme­nte estos números se mantengan en los próximos años. De la edad de jubilación no se habla.

En consecuenc­ia, la reforma actual no mejora las pensiones de los futuros pensionado­s, no ataca los problemas de fondo y es, además, inconsiste­nte intertempo­ralmente, porque saca recursos de los pensionado­s futuros para mejorar a los actuales (3 puntos de reparto). Es decir: pan para hoy y hambre para mañana.

La Cámara de Diputados aprobó la idea de legislar, pero rechazó la distribuci­ón del 6%. Un rechazo sensato que nos recuerda el espléndido bolero de Carlos Eleta Almarán que versa: “Ya no estás más a mi lado corazón”. Porque el corazón de la reforma se ha desterrado, por ahora, y será el Senado quien dirima el destino de esta a partir de marzo. Enhorabuen­a, un corazón que indefectib­lemente derivaría en un infarto masivo y que es mejor que se apague antes y no después. Pueda ser que en lo que viene prime lo técnico por sobre lo ideológico y tengamos una reforma que ataque los problemas de fondo y no se pierda en gustos anacrónico­s, extemporán­eos y, bajo todo punto de vista, fracasados.

Profesor titular y director del Instituto de Economía UC.

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