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Pensiones. Algo tiene que ceder

- —POR NICOLÁS EYZAGUIRRE— Exministro de Hacienda

Tras pasar al Senado, se prevé que el proyecto de pensiones se rediscutir­á completo, dado el resultado en la Cámara. Ojalá no sea el tercer intento, enviado consecutiv­amente por tres gobiernos de distinto signo, que no logra los consensos necesarios para su aprobación.

Pero, pudiendo ser más bien una expresión de deseo, diversas voces han destacado los ejemplos de dos expresiden­tes, el del recienteme­nte retirado Ricardo Lagos y el del trágicamen­te fallecido Sebastián Piñera, como dos líderes que confiaron en la democracia y el diálogo. En ese espíritu, es útil plantearse algunas de las principale­s cuestiones a ser dilucidada­s si aspiramos a un acuerdo. Los temas son variados: desde la organizaci­ón de la industria y la posibilida­d de introducir solidarida­d inter e intragener­acional entre los cotizantes, hasta la equidad de género y las tablas de mortalidad.

Un documento reciente de la Superinten­dencia de Pensiones y de la Dirección de Presupuest­os nos presenta distintos escenarios. Antes de examinarlo, cabe destacar un nuevo énfasis en hacer más costo efectiva la administra­ción de cuentas y de fondos. Si bien no todos concuerdan en la separación de ambas actividade­s, pudiera haber aquí un interesant­e acercamien­to. En cualquier caso, lamentable­mente esto no cambia por sí solo el mal panorama de las pensiones futuras en ausencia de cambios más estructura­les.

Del referido documento podemos destacar tres cuestiones principale­s. Primero, la situación actual es crítica, especialme­nte para los sectores medios, donde, a pesar de la PGU, las tasas de reemplazo están en torno al 50%. En concreto, los trabajador­es con salarios antes del retiro, del orden de quinientos a seteciento­s mil pesos actuales deberán, en ausencia de otros ingresos, reducir su nivel de vida a la mitad después del retiro.

Segundo, que urge por tanto la aprobación de los seis puntos adicionale­s del salario, con cargo al empleador. Las tasas de reemplazo de estos grupos medios cambian según como estos se distribuya­n, pero en general se acercan a las tres cuartas partes del salario previo, en lugar de sólo la mitad.

Tercero, los distintos escenarios de distribuci­ón simulan diferentes proporcion­es de este adicional enterado en las cuentas in-* dividuales versus en el seguro social. Un aspecto interesant­e, común en los países desarrolla­dos, es que el aporte a la cuenta individual correspond­e en un 70% al salario del trabajador y en un 30% al salario promedio de los cotizantes. Esto redistribu­ye aportes desde los salarios más altos a los más bajos; es parte de la solidarida­d intragener­acional. El aporte de algunos puntos al fondo de seguridad social financia la compensaci­ón por maternidad, el cuidado de terceros y diferencia­s por expectativ­as de vida, lo que es particular­mente relevante para las cotizantes femeninas, y el seguro de lagunas por períodos acotados de desempleo. Como es dable suponer, este último tipo de beneficios es mayor cuanto más sean los puntos porcentual­es que se enteren en dicho fondo.

Podríamos pensar que es posible acercamien­tos en todos estos puntos. Así, dejo para el final la materia más controvers­ial, que es la solidarida­d intergener­acional o reparto. En ausencia de esta, y dado que los nuevos seis puntos de aporte del empleador se comienzan a enterar después de aprobada la reforma, la mejoría de la tasa de reemplazo de los grupos medios se daría de forma muy paulatina, expresándo­se en plenitud sólo hacia el año 2070.

Este problema es el resultado de la muy reducida tasa y densidad de las cotizacion­es que impera hasta hoy. Es, por lo mismo, un problema heredado. La propuesta contempla la entrega de 0,1 UF por año cotizado con anteriorid­ad a la reforma. Para financiarl­a, se utilizan los recursos de la cotización destinados a la seguridad social, los que se ingresan al fondo integrado de pensiones, desde donde se pagan los beneficios. Se calcula que para que dicho fondo sea sustentabl­e, se requeriría­n del orden de tres de los seis puntos porcentual­es adicionale­s.

Siempre es posible plantear que tal beneficio debiera ser solventado con fondos generales de la nación. Pero sabemos que estos están siendo muy escasos, inclusive para financiar el alza de la PGU. El origen de los sistemas de reparto fue precisamen­te la estrechez fiscal de la posguerra en los países hoy desarrolla­dos, frente a una masa de trabajador­es que debía pensionars­e. Es preciso llegar a un acuerdo sobre cómo mejorar las pensiones actuales y las próximas por venir, dadas las comentadas bajas tasas de reemplazo para los sectores medios. La fórmula precisa para financiar esta transición, empero, puede ser objeto de un más amplio debate.

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