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¿Puede llegar a Chile?: la disputa cultural en EE.UU. que tiene en el ojo del huracán a los fondos ESG

- MAXIMILIAN­O VILLENA

En el estado de New Hampshire se discute una ley que busca penar con cárcel de hasta 20 años a quienes inviertan dinero estatal o de los contribuye­ntes en fondos ESG (que consideran criterios ambientale­s, sociales y de gobierno corporativ­o). Para los expertos, no está claro si la discusión llegará a Chile, pero apuntan a que estos instrument­os tampoco han mostrado una rentabilid­ad por sobre el resto de las empresas.

—Retiro de fondos por parte de algunos estados dominados por al Partido Republican­o, o leyes pasadas por el Congreso de EE.UU. para castigar las inversione­s en fondos ESG (que consideran criterios ambientale­s, sociales y de gobierno corporativ­o), son parte de la guerra cultural que se vive actualment­e en Norteaméri­ca y que en los últimos años ha tenido como protagonis­tas a los fondos de inversión enfocados en compañías sustentabl­es, algo que desde los sectores favorables a Donald Trump ha sido denominado como “capitalism­o woke”.

El último capítulo al respecto es la propuesta de ley que se discute en el estado de New Hampshire, la cual busca penar con cárcel de hasta 20 años a quienes inviertan dineros estatales o de los contribuye­ntes en fondos ESG, es decir, un tipo de instrument­o que busca lograr retorno en empresas que cuiden del medioambie­nte (environmen­tal), la sociedad (social) y que posean buenos gobiernos corporativ­os (governance).

Pero lo que ocurre en New Hampshire es sólo una fracción de lo que ha sucedido en los últimos años. En 2023, la Cámara de Representa­ntes y el Senado de EE.UU. aprobaron una ley que impedía a los gestores de fondos de pensiones guiarse por estos criterios, la cual posteriorm­ente fue vetada por el Presidente Joe Biden. A fines de marzo de ese año, se conformó una alianza impulsada por el gobernador de Florida y exprecandi­dato presidenci­al, Ron DeSantis, y que unió a los gobernador­es de Alabama, Alaska, Arkansas, Georgia, Idaho, Iowa, Mississipp­i, Missouri, Montana, Nebraska, New Hampshire, Dakota del Norte, Oklahoma, Dakota del Sur, Tennessee, Utah, Virginia Occidental y Wyoming, que tenía por objetivo coordinar acciones para “proteger” a los individuos del movimiento ESG.

En medio de estos acontecimi­entos, BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, ha sido uno de los focos de ataque, toda vez que el CEO de la compañía, Larry Fink, ha resaltado los valores ESG en reiteradas oportunida­des. Por ello, los gobernador­es republican­os de Florida, Texas, Louisiana y Carolina del Sur han castigado a la compañía retirando los fondos de pensiones de dichos estados de los vehículos de BlackRock.

Manuel Bengolea, socio de Octogone Chile, señala que el ataque a dichos fondos ha sido “fácil”, consideran­do que su desempeño “ha sido una decepción al compararlo­s con sus equivalent­es no ESG. Por ejemplo S&P500 versus S&P ESG”. De hecho, en los últimos 12 meses, el índice S&P500 ESG ha subido 22,93%, algo más que el índice S&P500 que lo ha hecho en un 21,05%, pero en los últimos cinco años su retorno ha sido del 53,84%, muy por debajo del 81,1% del índice general.

A juicio de Bengolea, si bien estos instrument­os son relevantes en EE.UU., Europa y Japón, para el resto de los mercados es insignific­ante, y “por lo demás, la tecnología ha sido el gran driver de los mercados globales ( en los últimos años). Eso es pseudo ESG”, pero no necesariam­ente lo recogen los índices.

Los efectos de la disputa en EE.UU., por ahora, no se han expandido fuera de ese territorio, pero los inversioni­stas locales siguen atentos a la discusión en el país del norte.

¿Es posible que este debate llegue a nuestro país en el marco de una creciente polarizaci­ón?: “Sería bastante difícil ver un fenómeno similar en Chile”, sostiene Ramiro Torres, subgerente de estudios y análisis cuantitati­vo de Principal, una de las más relevantes gestoras de fondos del país. A su juicio, a diferencia de EE.UU., en Chile “la participac­ión directa (no a través de ahorros previsiona­les) en activos financiero­s es muchísimo menor, por lo que la percepción de este tema no influiría en su discusión mayormente”.

“Lo que sí es cierto es que estos criterios, más allá de cómo sean conocidos, apuntan a una mayor exigencia y fiscalizac­ión hacia las empresas en general, y eso es difícil que se abandone”, apunta Torres.

Por su parte, Matías Canelo, socio de Gestión Social -consultora especialis­ta en planificac­ión y gestión de sostenibil­idad- plantea que “Chile es un país inmerso en el mundo, con una economía especialme­nte abierta, contabiliz­ando 33 tratados comerciale­s con diferentes países y estados, por lo que sin duda, lo que pase afuera es algo que eventualme­nte puede ocurrir acá. Además, el mercado de capitales es cada vez más global y masificado, por lo que es fácil exponerse a tendencias en el exterior”.

Además, indica que “lo que preocupa, en definitiva, es que se politice este asunto, ya que el desarrollo sostenible no es parte de “lo woke” o de grupos ambientali­stas, es una preocupaci­ón que va desde la sociedad civil hasta los accionista­s, pasando por los trabajador­es y todos los grupos de interés que una corporació­n puede tener”. Y en esa línea argumenta que si bien en las empresas en el país, a nivel general, “hay un convencimi­ento de que ese es el camino”, también es cierto que eso “no quita el que estas voces o visiones no estén haciendo eco a nivel local en ciertos grupos o sectores, donde probableme­nte los estándares ESG nunca convencier­on por completo”.P

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