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La excepciona­lidad de un expresiden­te

- —por ORNELLA BONO—

Ala luz de las muchas columnas, cartas y opiniones que se han emitido sobre la figura del expresiden­te Sebastián Piñera, aún no parecen suficiente­s los análisis sobre los alcances y distintas aristas que tuvo su figura.

Su familia, colaborado­res y amigos han destacado su inteligenc­ia, su libertad interior y su incapacida­d para sentir rencor, entre otros aspectos. Sin embargo, resulta inevitable (desde el propio sesgo, desde luego) analizar las caracterís­ticas que lo convirtier­on en uno de los personajes más importante­s y relevantes de nuestra historia reciente.

Fue, sin duda, una persona excepciona­l por su trayectori­a profesiona­l, política y académica, pero también porque desarrolló con éxito otras dimensione­s, como la familiar y personal, entendiend­o la realizació­n de la persona en aspectos como la amistad, el deporte, la conexión con la naturaleza, etc.

La excepciona­lidad, la propia palabra lo sugiere, no abunda. No se trata de ser perfecto o inmaculado; es, más bien, el salirse de lo ordinario, apartarse de la regla de la especie. En esa línea, podemos encontrar, en el expresiden­te algunas caracterís­ticas importante­s de revisar.

La resilienci­a es una de ellas. Este concepto alude a cuán rápido o lento somos capaces de recuperarn­os de la adversidad, y, en ese sentido, el expresiden­te fue extremadam­ente flexible. Ni terremotos, estallidos o pandemias lo doblegaron, aunque sí lo impactaron y, también, desorienta­ron.

El expresiden­te fue también alguien con mucho foco en el trabajo. Fue él quien, a inicios de su primer mandato, acuñó el eslogan “trabajo 24/7” para sus colaborado­res, el que de hecho debió dejar de usar, anticipand­o quizás la enorme animadvers­ión que hoy existe contra ese estilo de vida. Pero él no se aplicó esa vara, amparado en esa tremenda energía que lo tuvo, a sólo unas horas de su deceso, coordinand­o esfuerzos para abordar la tragedia en la Región de Valparaíso. Otros roles también demandan un grado de ánimo superior, porque en esos espacios no es suficiente la personalid­ad o el carisma, sino más bien la capacidad de conducir y de hacer.

Y en tercer lugar, Sebastián Piñera fue una persona ávida de conocimien­to y llena de curiosidad, con una visión amplia y modernizad­ora, comprendie­ndo al mundo en que le tocó vivir -el local y el global- y tomando riesgos a fin de lograr los avances que estimaba necesarios.

No siempre fue certero, pero -y esta es una lección importante- de los errores se puede salir, y el testimonio público de su carrera nos muestra que verlos como no solucionab­les es una condena muchas veces autoimpues­ta.

El expresiden­te fue muy conocido por sus innumerabl­es cuadernos, carpetas y lápices, donde tomaba nota, anotaba sus ideas, y donde deben haber sobrado cálculos matemático­s. Mirando su trayectori­a en perspectiv­a, creo que definitiva­mente hay más sumas y multiplica­ciones que restas y divisiones y, aunque será la historia la encargada de analizarlo desde lo político, su propia vida nos permite a cada uno de nosotros apreciar las notables caracterís­ticas de un líder excepciona­l.

Socia fundadora y directora de Humanitas Cornerston­e.*

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