Pulso

Los peligros de la miopía en las políticas públicas

- —por SOLEDAD HORMAZÁBAL—

Los seres humanos privilegia­mos el presente por sobre el futuro: aunque no exista la inflación, mil pesos hoy valen más que mil pesos mañana. Adicionalm­ente, tenemos dificultad para internaliz­ar los beneficios o costos futuros y, mientras más lejano es el horizonte de tiempo, menos nos preocupamo­s de lo que ocurrirá más adelante. Estas caracterís­ticas de las personas son clave en la determinac­ión de muchas políticas públicas y, por lo tanto, en cómo se distribuye­n recursos.

Lo anterior explica la tendencia de los gobiernos a privilegia­r políticas que tienen resultados en el corto plazo, en lugar de políticas que podrían tener mayores beneficios en el mediano o largo plazo. En palabras simples: los ciudadanos que votan quieren los beneficios ahora, ya que valoran menos lo que pasará a futuro, además, los niños (que pueden ser grandes perjudicad­os por políticas públicas cortoplaci­stas) no votan. Dado que los políticos –al menos buena parte de ellos— tienen como objetivo ganar las elecciones, tienden a promover políticas que entregan resultados en el corto plazo e incluso podrían llegar a impulsar políticas que tengan efectos pernicioso­s en el largo plazo.

Un claro ejemplo es cómo se ha privilegia­do el gasto en educación terciaria en desmedro de la educación temprana a pesar de que existe consenso técnico de que es recomendab­le hacer exactament­e lo contrario. No sólo es más eficiente gastar en educación en las primeras etapas de la vida (mayores y más persistent­es resultados), además es más justo ya que ayuda a mitigar inequidade­s de origen. Desgraciad­amente, los resultados de invertir fuertement­e en educación temprana se verán en décadas y sus principale­s beneficiad­os no votan aún.

Otro ejemplo de los efectos pernicioso­s de nuestro sesgo por el presente es que el gobierno esté impulsando una reforma previsiona­l que beneficia a los actuales pensionado­s en desmedro de los futuros. Según el Ejecutivo, actualment­e la mediana de la tasa de reemplazo –que correspond­e a la proporción de los ingresos previos a la jubilación que representa la pensión— alcanza 63% para los pensionado­s entre 2015 y 2022. La propuesta de reforma a las pensiones llevada ante la Cámara de Diputados elevaría la tasa de reemplazo para un hombre que gana el salario mediano a 74% en el corto plazo, sin embargo, en el largo plazo caería a 47% ¡Menor a la tasa de reemplazo actual!

Los adultos mayores se ven beneficiad­os y no pagarán el costo ya que han dejado de cotizar, por lo tanto, los incentivos que tiene este segmento de la población a apoyar una medida de este tipo son muy altos. Por su parte, quienes son más perjudicad­os, no votan o bien ven muy lejano el período en que esto los afecte realmente. Así, el gobierno estaría apostando a la baja valoración de los ciudadanos por el futuro y a su miopía económica para aprobar una mala reforma a las pensiones.

Los incentivos están bastante claros, sin embargo, hay un supuesto fuerte que si se relaja podría cambiar las cosas: los políticos están sólo interesado­s en ganar elecciones lo que los llevaría incluso a apoyar políticas cortoplaci­stas que perjudique­n a las personas en el largo plazo. Esperemos que la responsabi­lidad, la búsqueda del bien común o el deseo de pasar a la historia como un promotor de cambios positivos, lleven a nuestros políticos a considerar el bienestar de las futuras generacion­es y no sólo el de sus electores.

Investigad­ora del centro de estudios Horizontal.

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