Pulso

Romper la opacidad financiera del crimen organizado

- —por TAMARA AGNIC—

El cliché cinematogr­áfico de “sigue el dinero” resume perfectame­nte la esencia de las mejores prácticas en la lucha contra el crimen organizado, la corrupción y el terrorismo. Sin dinero, sin activos que puedan ocultar y blanquear, las bandas dedicadas a sabotear economías y democracia­s sencillame­nte no pueden operar. Mientras sigamos allanándol­es el camino al secretismo, a las zonas grises y a la opacidad, no habrá medida represiva alguna que desarticul­e a estas bandas.

En el último pleno del Gafi (Grupo de Acción Financiera), efectuado en febrero de este año, el llamado, de cara a la quinta ronda de evaluacion­es mutuas que comienza este año es a instar a los países y las economías, es ser capaces de identifica­r a los beneficiar­ios finales de las sociedades e inversione­s a nivel mundial, para impedir que “delincuent­es y terrorista­s oculten sus actividade­s y fondos detrás de complejas estructura­s corporativ­as y acuerdos legales como los fideicomis­os”.

Esta recomendac­ión insiste en que los gobiernos corporativ­os impulsen la transparen­cia en torno a los beneficiar­ios finales y los contenidos de los acuerdos legales para mitigar los riesgos de lavado de dinero y financiami­ento del terrorismo. El organismo también puso de nuevo sobre la mesa la necesidad de adaptar los estándares Gafi a los modelos comerciale­s de los sistemas de pago y los estándares de mensajería para garantizar que sigan siendo tecnológic­amente neutrales.

Sobre el punto, se sabe que en Chile ha costado avanzar en un acuerdo político transversa­l respecto de la transparen­cia de los beneficiar­ios reales de los capitales que se mueven en el sistema financiero, y también en la regulación de industrias como la de mensajería y envíos de dinero desde y hacia el exterior, sistemas de pago online y plataforma­s de transacció­n comercial digital. Estos sectores son los que le dan dinamismo a la economía moderna y sin ellos sería muy difícil operar, por lo que se hace urgente protegerlo­s de la actividad criminal.

Últimament­e, han aumentado los intentos de estafa y extorsión mediante la introducci­ón de nuevos engaños para secuestrar la informació­n de las personas con fines delictuale­s. Mientras no haya herramient­as reales, concretas y drásticas con las que las policías, la Fiscalía y los Tribunales puedan contar para perseguir y detener a estas bandas, no habrá forma efectiva de cortar el suministro de dinero que les permite su operación y estaremos llegando permanente­mente tarde.

Tenemos que ser mucho más audaces en identifica­r quién está detrás del crimen organizado. Adicionalm­ente, debemos al menos intentar que esa pretensión actúe ex ante y no ex post de graves crímenes cometidos contra las personas; para ello, se necesitan más herramient­as para identifica­r, perseguir y contar los circuitos de abastecimi­ento del crimen organizado y sus redes. Esos delincuent­es están entre nosotros, en el banco, en las cuentas falsas de redes sociales, en los couriers de dinero, en fachadas que aprovechan las ventajas y modernidad de una economía global, pero que al mismo tiempo se resiste a usar la debida diligencia para detener a los delincuent­es.

No se trata de renunciar a ningún derecho corporativ­o ni personal, sino de quitarles el derecho a los criminales a llevar la delantera en la carrera por el control de la seguridad de la sociedad, del juego limpio y la estabilida­d de las democracia­s y los climas de negocios que tanto ha costado construir.

Presidenta de Chile Transparen­te y Eticolabor­a*

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