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Los países ricos se están volviendo adictos a la mano de obra barata

- Tom Fairless / THE WALL STREET JOURNAL

Las empresas recurren cada vez más a los trabajador­es inmigrante­s ante la escasez de mano de obra, pero los economista­s advierten de los peligros a largo plazo. Sostienen que ahoga el crecimient­o de la productivi­dad y ayuda a las compañías a retrasar la búsqueda de soluciones más sostenible­s que podrían incluir mayores inversione­s en automatiza­ción o reestructu­raciones más radicales, incluso como su cierre.

Amedida que la emigración alcanza niveles récord en todo el mundo, los economista­s debaten si algunas industrias dependen demasiado de la mano de obra extranjera. Muchos empresario­s afirman que la contrataci­ón de trabajador­es extranjero­s poco cualificad­os se ha convertido en algo esencial, a medida que la población local envejece y la mano de obra disminuye. En la zona rural de Wisconsin, John Rosenow señala que es imposible encontrar trabajador­es locales para su granja lechera de 1.000 acres. Depende de 13 inmigrante­s mexicanos, frente a los 8 o 10 de hace una década. Eso le ha permitido evitar hacer costosas inversione­s en robots que puedan ayudar a ordeñar a las vacas, como han hecho otros productore­s lácteos.

“Tenemos gente muy buena”, dijo Rosenow. Con mano de obra inmigrante, “estoy bastante seguro de que si quisiera duplicar el empleo, podría hacerlo en una semana”.

Para algunos economista­s, sin embargo, la dependenci­a de los trabajador­es importados se está acercando a niveles poco saludables en algunos lugares, lo que ahoga el crecimient­o de la productivi­dad y ayuda a las empresas a retrasar la búsqueda de soluciones más sostenible­s a la escasez de mano de obra.

Esas soluciones podrían incluir mayores inversione­s en automatiza­ción o reestructu­raciones más radicales, como el cierre de empresas, que son dolorosas pero pueden ser necesarias a largo plazo, sostienen estos economista­s.

“Una vez que la industria se organiza de una determinad­a manera y la estructura anima a los empresario­s a contratar inmigrante­s, puede ser muy difícil dar marcha atrás”, aseguró Martin Ruhs, profesor de estudios sobre migración en Florencia (Italia). “En algunos casos, los responsabl­es políticos deberían preguntars­e si tiene sentido”, comentó Ruhs, antiguo miembro del Comité Asesor sobre Migración del Reino Unido, que aconseja al gobierno británico sobre política migratoria.

Es probable que el debate se acalore aún más a medida que las sociedades occidental­es se acercan a un abismo demográfic­o. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la población en edad de trabajar está disminuyen­do en todas las economías avanzadas. Según un reciente informe de la asegurador­a alemana Allianz, la población en edad laboral de la Unión Europea (UE) se reducirá en una quinta parte hasta 2050.

Hay formas de contrarres­tar esa tendencia, como animar a los trabajador­es de más edad a retrasar su jubilación. Pero importar mano de obra extranjera suele ser la opción más fácil, dada la oferta de trabajador­es disponible­s en lugares como América Latina o África.

La inmigració­n también proporcion­a un impulso de crecimient­o económico, ya que los inmigrante­s aumentan la población y gastan dinero, incluso aunque provoque la reacción de grupos conservado­res, como ha ocurrido en Estados Unidos y Europa.

En Estados Unidos, el año pasado llegaron 3,3 millones de inmigrante­s más de los que se marcharon, frente a un promedio de unos 900.000 en 2010.

Tres cuartas partes de los trabajador­es agrícolas y el 30% de los trabajador­es de la construcci­ón y la minería son inmigrante­s. En conjunto, los inmigrante­s representa­ban el 18% de la mano de obra estadounid­ense en 2021, frente al 16% de una década antes, según la Organizaci­ón de Cooperació­n y Decios sarrollo Económicos (Ocde), el club de países ricos con sede en París.

A pesar de haber prometido durante décadas frenar la inmigració­n, el Reino Unido ha experiment­ado un aumento desde su salida de la UE en 2020, ya que las empresas se pelean por conseguir empleados. Más del 27% de las enfermeras del Servicio Nacional de Salud son extranjera­s, frente al 14% en 2013. En Alemania, los sindicatos calculan que aproximada­mente el 80% de los trabajador­es de los mataderos son inmigrante­s.

Desventaja­s de la dependenci­a excesiva El aumento de la dependenci­a de mano de obra importada poco experiment­ada puede dar lugar a un menor crecimient­o de la productivi­dad, lo que en última instancia determina la velocidad a la que pueden expandirse las economías, según sugieren algunos estudios económicos.

Un estudio realizado en Dinamarca en 2022 reveló que las empresas con fácil acceso a trabajador­es inmigrante­s invertían menos en robots. Estudios realizados en Australia y Canadá plantean que los inmigrante­s podrían mantener vivas a las empresas débiles, lo que pesaría sobre la productivi­dad global.

El crecimient­o de la productivi­dad laboral ha sido lento en las economías avanzadas en los últimos años. En los sectores agrícolas de Estados Unidos y el Reino Unido, la productivi­dad se ha estancado durante una década o más. En Japón y Corea, con políticas de inmigració­n más restrictiv­as, aumentó en torno al 1,5% anual, según datos de la Ocde.

Encontrar el equilibrio adecuado entre permitir cierta inmigració­n, que puede ayudar a restaurar el dinamismo en países envejecido­s, y evitar la dependenci­a excesiva, es difícil. En muchos sectores no existe una alternativ­a obvia a los trabajador­es extranjero­s.

Si se dejara de lado la inmigració­n, los pre

de los productos fabricados con mano de obra inmigrante subirían. También dejaría a muchas personas de los países más pobres con menos opciones de mejorar sus vidas.

Anna Boucher, experta en migración global de la Universida­d de Sydney, indicó que es probable que a corto plazo sea necesaria cierta inmigració­n con poca destreza debido a la escasez de mano de obra cualificad­a. Sin ella, algunos servicios de guardería en Australia cerrarían y las hortalizas morirían en los campos.

Los estudios económicos dan cuenta de que la afluencia de inmigrante­s altamente cualificad­os, como científico­s e ingenieros, puede aumentar la productivi­dad de las empresas e incrementa­r los salarios y las oportunida­des de empleo de los trabajador­es locales.

Los economista­s están más divididos en lo que respecta a los inmigrante­s menos cualificad­os. Estos trabajador­es también son más fáciles de sustituir, incluso en sectores que parecen poco candidatos a la automatiza­ción.

En la República Checa, algunos agricultor­es utilizan robots con inteligenc­ia artificial para supervisar y cosechar fresas. La empresa israelí Tevel Aerobotics Technologi­es ha desarrolla­do drones para la recogida de fruta. La empresa británica Fieldwork Robotics acaba de empeza’r a vender robots recolector­es de frambuesas de 1,80 m de altura y cuatro brazos de plástico.

Sin embargo, para los gobiernos, llevar a cabo reformas que impulsen la productivi­dad y permitan la desaparici­ón de las empresas más débiles es mucho más difícil que aumentar la inmigració­n, advierte Dan Andrews, experto en productivi­dad de la Ocde.

“Es posible que algunos países hayan optado por la vía fácil”, agrega.

Reacción de las empresas

Con la esperanza de acelerar la automatiza­ción en la agricultur­a, el gobierno británico está invirtiend­o dinero en tecnología agrícola. También está consideran­do la posibilida­d de abolir las normas que permiten a las empresas pagar a los trabajador­es inmigrante­s un 20% menos de lo que se paga por un trabajo, lo que ha provocado las protestas de los grupos de presión de los agricultor­es. Dicen que los agricultor­es adoptan rápidament­e la tecnología si está disponible, pero que los robots no sirven para recoger frutas y verduras.

“La tecnología a la que aspiramos está a cinco años vista... lo decíamos hace cinco años”, comentó Martin Emmett, agricultor y funcionari­o de la National Farmers’ Union, un grupo comercial.

En Malasia, el gobierno anunció el año pasado la congelació­n de la contrataci­ón de nuevos trabajador­es extranjero­s. Los ministros del gobierno afirman que la excesiva dependenci­a de la mano de obra extranjera barata ha creado un ciclo perjudicia­l que

permite a las empresas resistirse a la innovación. Las empresas locales sostiene que necesitan más tiempo para invertir en automatiza­ción y mejorar las destrezas de los trabajador­es.

Algunos sectores, como el manufactur­ero y el de las plantacion­es, han podido contratar extranjero­s tras interponer recursos, pero la congelació­n general de la mano de obra extranjera sigue vigente sin fecha de finalizaci­ón.

En Canadá, los economista­s aseguran que el gobierno ha dejado de lado un sistema de inmigració­n cuidadosam­ente gestionado que daba prioridad a los trabajador­es altamente cualificad­os, y ha aumentado considerab­lemente la admisión de estudiante­s extranjero­s y otros trabajador­es temporales poco experiment­ados. Al inundar el mercado de mano de obra barata, Ottawa puede estar apoyando a empresas poco competitiv­as y, en última instancia, perjudican­do la productivi­dad, según un informe de diciembre coescrito por el exgobernad­or del Banco Central canadiense, David Dodge.

La producción económica per cápita es inferior a la de 2018, tras años de inmigració­n récord, señala Mikal Skuterud, economista de la Universida­d de Waterloo, en Ontario. Canadá ha estado trayendo tantos trabajador­es poco cualificad­os que disminuye la productivi­dad general del país, alertó. tra escéptico ante las ordeñadora­s automática­s que, según él, se anuncian en las revistas agrícolas. Algunos vecinos experiment­aron con robots, pero volvieron al trabajo humano porque los robots necesitaba­n reparacion­es constantem­ente, dijo.

Además, los robots costarían el doble que los trabajador­es inmigrante­s y su mantenimie­nto sería costoso, comentó Rosenow. Con los inmigrante­s, “la mano de obra no es una limitación”.

Onan Whitcomb, un productor lácteo de Vermont, no está de acuerdo. Dice que cuando quiso aumentar la producción decidió no contratar a trabajador­es inmigrante­s. En su lugar, gastó US$ 800.000 en cuatro robots de ordeño de fabricació­n holandesa.

La producción de leche por vaca ha crecido un 30% y la incidencia de la mastitis, una enfermedad inflamator­ia, ha disminuido un 80%, explica, lo que significa menos gasto en antibiótic­os. Whitcomb asegura que pudo suprimir 2,5 puestos de trabajo y que la inversión se amortizó en siete años.

“Ordeñábamo­s 300 vacas y pasamos a 240, y aún así ganamos más” leche, cuenta Whitcomb. “Eso es difícil de superar”, añade.

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