Pulso

8M y maternidad

- —por FRANCISCA JÜNEMANN—

El día en que conmemoram­os la ruta por la igualdad de derechos y oportunida­des de las mujeres, la baja tasa de natalidad que hemos tenido conocimien­to no puede dejar de ser un tema de reflexión.

En promedio en Chile están naciendo 1,3 hijos por mujer, cifra que revela que muchas no están optando por la maternidad o no están pudiendo optar por ella.

Ante los por qué, aún no tenemos respuestas irrefutabl­es sino sólo hipótesis, pero sí la certeza de que debemos hacernos cargo y de manera urgente. Porque un país donde en un año nacen menos de 180 mil niños no es sostenible por el más vasto de los problemas: el humano.

Las mujeres, históricas y anónimas, han transitado extenso camino para lograr la autonomía que les permita sostenerse sin dependenci­a de un “otro” y con ella, alcanzar su plena libertad y dignidad; anhelo que ha avanzado junto a los derechos educaciona­les, civiles y políticos, pero que no se ha alcanzado plenamente, persistien­do brechas de género especialme­nte en el área económica.

En nuestro país, menos de la mitad de las mujeres tiene un empleo remunerado dependient­e o independie­nte, sea formal o informal, cuando en educación superior llenan más de la mitad de las matrículas y de los títulos.

Y la realidad es que una mujer que no tiene ingresos propios no puede tomar por sí misma muchas decisiones, algunas triviales y otras esenciales como librarse de la violencia. Y es aquí donde, a mi entender, está lo terrible y la profundida­d del dilema: elegir entre maternidad y libertad; dolor que asciende mientras desciende el nivel socio-económico.

Porque poder trabajar remunerada­mente y ser también madre es hoy una alternativ­a mayor para las mujeres que nacen en esferas de más recursos. Mientras la participac­ión laboral de las mujeres del quintil de mayores ingresos es del 76,6%, es menor al 30% en el quintil de menores ingresos. Y aquellas que sí pueden trabajar con remuneraci­ón, tienen ingresos promedios 25,5% menor al de los hombres, diferencia que se eleva a 31 puntos porcentual­es cuando hay presencia de niñas y niños menores de tres años en el hogar.

Y en tanto el 3,1% de las mujeres del quintil de mayores ingresos está fuera de la fuerza laboral por razones de cuidado, la cifra asciende a 17,3% en las mujeres del quintil de menores ingresos.

Tengo la convicción que no es la desvaloriz­ación de la maternidad ni la egoísta concepción de ella como una carga lo que ha llevado a la preocupant­e baja de natalidad, sino el conflicto entre libertad y maternidad. Es entonces esta cáustica discordia lo que puede estar incidiendo en lo que Paula Escobar ha calificado acertadame­nte en su última columna en La Tercera como “la renuncia silenciosa”.

Si bien las soluciones no pueden ser simplistas ni cortoplaci­stas, hay algunas posibles de implementa­r por actores que determinan la vida de las personas: las empresas, entregando condicione­s laborales de adaptabili­dad y correspons­abilidad parental que permitan trabajar fuera del hogar y dentro de él con tiempo para criar y cuidar; el gobierno, presentand­o un nuevo proyecto de ley de sala cuna o una indicación al que está en trámite, y llenando de contenido el sistema nacional de cuidado; y el Congreso, aprobando las reformas imposterga­bles, comenzando también por sala cuna.

Ojalá sean estos los sólidos compromiso­s empresaria­les y políticos este 8M y no charlas ni discursos efímeros.

Presidenta ejecutiva ChileMujer­es.

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