De Juana Ross a Isidora Goyenechea, las viudas que manejaron las mayores fortunas del siglo XIX
En 1882, once mujeres gestionaban un tercio de las mayores fortunas del país. Todas eran viudas que se convirtieron en líderes empresariales y rompieron con la invisibilidad y los estereotipos, a fin de mantener la riqueza de sus familias y garantizar la supervivencia de los negocios, tras la muerte de sus maridos. Todas, alumbraron una etapa de expansión y dinamismo de la economía chilena e invirtieron especialmente en el sector inmobiliario.
En la historia empresarial chilena, la viuda fue el principal recurso para enfrentar la sucesión y dar continuidad al negocio familiar. En los siglos pasados, las mujeres fueron las responsables de conservar fortunas, poder y el prestigio del anterior dueño, con el fin de traspasarlo a sus herederos. Un estudio de Ricardo Nazer, académico que se ha especializado en historias empresariales, establece que las mujeres chilenas que tuvieron el liderazgo en los negocios del siglo XIX sólo pudieron llegar a esa posición tras la muerte de sus cónyuges.
En el capítulo “Viudas y Grandes Empresarias en el Chile del Siglo XIX”, contenido en el libro “Liderazgo Empresarial Femenino en la Historia Económica de Chile” (Fondo de Cultura Económica), Nazer sostiene que “sólo libres de la patria marital, conjunto de derechos que las leyes concedían al marido sobre la persona y bienes de su esposa, podían tomar el control y gestión del patrimonio familiar y ejercer el liderazgo empresarial femenino”.
Basándose en una lista de las principales fortunas chilenas existentes en 1882, publicada entonces por El Mercurio de Valparaíso (ver tabla), Nazer encontró 11 mujeres propietarias de grandes riquezas: todas, coincidentemente “viudas de” y con varios hijos. En conjunto, representaban el 30,8% del patrimonio total de los mayores patrimonios familiares del país.
Todas, además, eran mujeres sin trayectoria empresarial, casadas con hombres mucho mayores que ellas, cercanos o emparentados entre sí y que hasta su viudez se mantuvieron a la sombra de sus maridos. Para conservar sus fortunas, todas fueron muy activas invirtiendo, especialmente en bienes raíces -terminaron como rentistas- y trabajaron mayoritariamente apoyadas por otro miembro de su familia como el hijo hombre mayor, un apoderado o por sí mismas. Sólo Isidora Goyenechea (1836-1897)
Juana Ross
Isidora Goyenechea
Isabel Cases
Mariana Brown
Carmen Cerda
Carmen Quiroga
Candelaria Goyenechea
Magdalena Vicuña
Encarnación Hernández
Elena Erazo
Carmen Santa María
Agustín Edwards
Luis Cousiño
Juan Brown
Gregorio Ossa
Francisco Ossa
José Urmeneta
Miguel Gallo
Ramón Subercaseaux
Manuel José Balmaceda
José Buzeta
Jorge Lyon
desarrolló un camino más solitario, liderando negocios y diversificando inversiones.
A fines del siglo XIX, cuando Chile vivía una etapa de especial dinamismo y modernización de su economía, producto de la revolución industrial y la explotación de los grandes yacimientos minerales del norte, este grupo de mujeres tuvo en sus manos verdaderos imperios. “La mayoría de las fortunas de las familias analizadas tenían su origen en el ciclo minero mercantil, que se trasladaron con sus capitales al centro del país y los diversificaron invirtiendo fuertemente en inversiones inmobiliarias urbanas y rurales”, abunda Nazer.
Nace la “jefa de familia”
Hay que recordar que en el siglo XIX el patriarcado era norma. El Código Civil de 1855