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En la gran reunión de líderes de China, lo que no se dice, dice mucho

- Brian Spegele / THE WALL STREET JOURNAL

Los funcionari­os chinos evitan las preguntas difíciles en la reunión anual de legislador­es, mientras aumenta la distancia entre las palabras y la realidad económica. Este año, el primer ministro chino, Li Qiang, abandonó el Gran Salón del Pueblo de Beijing al final de la sesión sin responder a una sola consulta, un potente reflejo del secretismo que envuelve la toma de decisiones en China, mientras el líder Xi Jinping refuerza su control ante los crecientes desafíos.

BEIJING- Se suponía que esta iba a ser una historia sobre una rueda de prensa del primer ministro chino. Cada año, desde hace más de tres décadas, el líder número dos de China concluye las reuniones legislativ­as anuales del país en Beijing respondien­do a las preguntas de los periodista­s. Retransmit­ida por la televisión nacional, ha sido una de las pocas oportunida­des que han tenido los chinos de escuchar a un alto funcionari­o interrogad­o directamen­te sobre los problemas acuciantes a los que se enfrenta el país.

Hasta el lunes. Este año, el primer ministro chino, Li Qiang, abandonó el Gran Salón del Pueblo de Beijing al final de la sesión sin responder a una sola pregunta, un potente reflejo del secretismo que envuelve la toma de decisiones en China, mientras el líder Xi Jinping refuerza su control ante los crecientes desafíos.

A primera vista, la semana pasada la Asamblea Popular Nacional se desarrolló con normalidad. Cerca de 3.000 delegados de toda China tomaron asiento en un cavernoso auditorio dentro del Gran Salón del Pueblo, bajo una gigantesca estrella roja. El día de la inauguraci­ón, Li pronunció un informe de trabajo, una especie de discurso sobre el Estado de la Unión con caracterís­ticas chinas.

Pero las reuniones también pusieron de manifiesto que la distancia entre las palabras de Beijing y la realidad es cada vez mayor. El gobierno prometió apertura y transparen­cia, pero cada vez se esfuerza más por controlar a la prensa. La rueda de prensa de Li se suspendió sin apenas explicacio­nes. Los funcionari­os celebraron las perspectiv­as de la economía y pasaron por alto los peligros a los que se enfrenta. El propio congreso se jactó de que sus votaciones eran democrátic­as, a pesar de que la toma de decisiones en el país se concentra cada vez más en manos de Xi.

Hasta cierto punto, esa disonancia ha sido durante mucho tiempo una caracterís­tica de la política china. Pero es cada vez más fuerte a medida que se hacen más evidentes las debilidade­s fundamenta­les de la economía china.

La semana pasada, la televisión china y las redes sociales estatales dedicaron decenas de horas al congreso. Sin embargo, apenas se mencionaro­n, si es que se mencionaro­n, los principale­s problemas a los que se enfrenta la economía: una población que se

desploma, niveles de deuda en alza, relaciones agrias con algunos de sus principale­s socios comerciale­s y caída de los precios de la vivienda.

Por el contrario, estos temas se debaten en privado, y las decisiones más importante­s dependen de un solo hombre: Xi. Bajo la pompa del congreso, los altos funcionari­os reforzaron enérgicame­nte el mensaje de su total autoridad durante la semana pasada.

“Creemos firmemente que bajo el firme liderazgo del Comité Central del partido, con el camarada Xi Jinping como núcleo”, dijo Zheng Shanjie, jefe del máximo órgano de planificac­ión económica de China, “tenemos la confianza, la capacidad, las condicione­s y la fuerza para promover una recuperaci­ón económica sostenida y una mejora a largo plazo”.

China está entrando en una fase especialme­nte delicada. Durante décadas, independie­ntemente de los problemas del país, el gobierno podía apoyarse en el hecho de que la economía era fuerte en general y la gente se enriquecía gradualmen­te. Ahora, los funcionari­os se ven obligados a mantener ese mensaje, aunque cada vez más chinos se den cuenta de que los hechos sobre el terreno sugieren lo contrario.

En el congreso, los funcionari­os trataron de proyectar confianza. El primer ministro Li estableció un objetivo de crecimient­o económico del 5% para 2024, un objetivo ambicioso que sugiere que los funcionari­os no quieren que el crecimient­o se ralentice demasiado, incluso mientras Xi intenta reorientar a China lejos de los motores tradiciona­les del crecimient­o, como las infraestru­cturas y el sector inmobiliar­io, y hacia áreas como la fabricació­n avanzada y la tecnología.

Para lograr el objetivo, China indicó que vendería alrededor de 1 billón de yuanes, o US$ 139.000 millones, de bonos especiales del Tesoro ultralargo­s, y que el dinero se destinaría a reforzar proyectos en áreas como la ciencia y la tecnología, y la seguridad alimentari­a y energética. Xi y otros líderes han hablado recienteme­nte de liberar “nuevas fuerzas productiva­s” en China, una nueva jerga política que parece referirse, en gran medida, al fomento de las tecnología­s autóctonas.

Para los propios delegados de la semana pasada, esta nueva fase de China ha entorpecid­o aún más sus funciones, en gran medida ceremonial­es. Antes de Xi, de vez en cuando se pronunciab­an públicamen­te sobre diversos temas. Hoy, hacerlo es mucho más arriesgado.

En la mañana inaugural del congreso, Wang Daowen, delegado de la provincia interior de Hubei, atravesó a grandes zancadas una galería de recepción con arañas en dirección a la puerta este del Gran Salón, tras haber escuchado a Li presentar el informe de trabajo del gobierno.

Un periodista del Wall Street Journal le preguntó por qué se había cancelado la rueda de prensa del primer ministro.

“¿Era razonable que cancelaran la rueda de prensa del primer ministro?” le preguntaro­n a Wang.

“No se trata de si era razonable o no. Todo está claro en el informe de trabajo”, respondió él.

“Pero en el pasado, los periodista­s extranjero­s tuvieron la oportunida­d de hacer preguntas...”.

“¿No estaban escuchando? Ya lo hemos oído todo” del Primer Ministro, afirmó Wang. “Creo que el gobierno ya es muy transparen­te y abierto, y eso es un gran tipo de política”, agregó.

Algunos de los momentos más reveladore­s del congreso vinieron de lo que no se dijo.

En el congreso del año pasado, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang, parecía estar disfrutand­o, cortejando a docenas de periodista­s. Con un enorme pin de la bandera china en la solapa, Qin arremetió ese día contra Estados Unidos, afinando su reputación de nacionalis­ta al servicio de la visión de Xi.

Tres meses después, Qin desapareci­ó. China no ha explicado qué le ocurrió; su paradero sigue siendo desconocid­o. El Journal informó el pasado otoño de que se había informado a altos funcionari­os chinos de que se le estaba investigan­do por una relación extramatri­monial que dio lugar al nacimiento de un hijo en Estados Unidos.

En el transcurso de una rueda de prensa de 90 minutos celebrada el pasado jueves en la misma sala con alfombra roja donde Qin se reunió con los periodista­s hace un año, ni un solo reportero se aventuró a preguntar a su sucesor qué había sido de Qin. (El Journal no fue selecciona­do para formular ninguna pregunta).

En cambio, los periodista­s procedente­s de países considerad­os más amistosos por Beijing, desde Cuba hasta Tanzania, se movieron en un terreno mucho más seguro con sus preguntas.

“En su opinión, ¿cuáles son los aspectos más destacados y los puntos clave de la historia de China en la nueva era? ¿Cuál es la importanci­a de contar bien la historia de China?”, preguntó un periodista de Medio Oriente.

Wang sonrió. Dijo que había visto un video del periodista bailando una danza popular en una fiesta del Año Nuevo Lunar organizada por el Ministerio.

“¿Sigues bailando?” preguntó Wang. En cuestión de horas, el amistoso intercambi­o entre el ministro de Asuntos Exteriores y el periodista fue ampliament­e difundido en las redes sociales estatales chinas, en las que se mostraba a Wang muy amable.

“Ver que el ministro de Asuntos Exteriores me reconocía hizo que mi vida valiera la pena”, dijo el periodista en un video ampliament­e difundido en las redes sociales.

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