Pulso

Pensemos despacio: las limitacion­es de nuestra racionalid­ad

- —por DE LA CERDA—

CFRANCISCO

onfieso que no me gusta salir a comprar, sobre todo a las grandes tiendas. ¿A quién no le ha pasado sentirse abrumado por la cantidad de opciones disponible­s? Esta situación también se da en otros aspectos mucho menos triviales. Por ejemplo, en Chile existen más de 2.500 diferentes planes ofrecidos por el sistema de salud privado y son muy pocas las personas que podrán decir que son capaces de realizar una comparació­n detallada entre cada uno. En materia previsiona­l, elegir quién administra nuestros ahorros y en qué multifondo invertir es una decisión que requiere de conocimien­tos financiero­s y nuestras decisiones tendrán consecuenc­ias en nuestra jubilación. Esto podría ser aún más complejo si las posibilida­des se amplían, ya sea por mayor número de administra­dores o de tipos de fondos. Además, solo tenemos una oportunida­d de hacerlo bien: cuando llegamos a la edad de jubilación, no podemos volver el tiempo atrás.

La teoría económica tradiciona­l asume que las personas somos racionales y los mercados plenamente eficientes. Sentirse abrumado por la cantidad de opciones disponible­s no cabe dentro de esta lógica. Sin embargo, una corriente de investigac­ión puso en duda que estos seres racionales existan tal como se les conceptual­iza en los modelos económicos en la vida real. Entre los pioneros y más destacados exponentes de lo que se denominó la economía conductual, se encuentra el recienteme­nte fallecido Daniel Kahneman, quien recibió el premio nobel de economía en 2002 por haber integrado elementos de la psicología en la ciencia económica. Kahneman tomó prestado el concepto de la psicología de dos sistemas de pensamient­o: el pensar rápido y automático, que requiere poco o ningún esfuerzo y que es más bien intuitivo; y el pensar despacio, relacionad­o con el yo consciente, racional, que decide y requiere esfuerzo. Además, define detalladam­ente una larga lista de diferentes sesgos cognitivos que distorsion­an nuestra toma de decisiones.

Daniel Kahneman fue explícito al señalar que su trabajo no sugiere que los humanos somos irracional­es, sino que cuestiona la conceptual­ización de los humanos que se utilizan en los modelos del agente racional. Además, establece que a menudo las personas necesitan ayuda para hacer juicios más acertados y tomar mejores decisiones y, en algunos casos, las políticas e institucio­nes pueden proporcion­ar ayuda en eso. Aunque no nos demos cuenta, los sistemas han ido incorporan­do estas considerac­iones. Esta es la razón por la que se nos obliga a ahorrar parte de nuestro sueldo para nuestras pensiones, a contratar un plan de salud, a ahorrar en el seguro de desempleo o a contratar un seguro obligatori­o de accidentes personales (SOAP). Esta es también la razón por la cual los fondos de retiros previsiona­les tuvieron y tienen tanta popularida­d, aun cuando la situación de emergencia había quedado atrás, y que, por cierto, podrían regresar.

Estos tiempos en los que la agenda legislativ­a es tan intensa, con propuestas de reforma a los sistemas de salud, pensiones, tributario­s, entre otros, nos desafían a “pensar despacio” y reflexiona­r si las ideas que se están proponiend­o toman en cuenta las limitacion­es de la racionalid­ad de los seres humanos. Además, al asumirnos como humanos reales (de racionalid­ad limitada por diversos sesgos cognitivos), es importante preguntarn­os hasta qué punto y en qué ámbitos estamos dispuestos a delegar estas decisiones en institucio­nes creadas y conformada­s por los mismos humanos, que también pueden caer en sesgos cognitivos al tomar decisiones, cediendo parte de nuestra libertad.

Economista de LarrainVia­l Research.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile