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Inclusión laboral femenina: mejor informació­n, mejores decisiones

- —por MARIA ANA MATTHIAS—

Es una paradoja que, en tiempos de mucha informació­n como los nuestros, persistan los puntos ciegos en temas tan relevantes como la realidad laboral de la mujer chilena, lo que hace más difícil generar los cambios que se requieren para apuntalarl­a. Dadas las magras cifras de participac­ión que tenemos, y lo decisivo que resulta para el desarrollo económico y social del país, el lograr que más mujeres se sumen al mercado debería tener carácter de urgencia. Según Rodrigo Valdés, el PIB nacional subiría más de 4 puntos si se aumentan en 10 puntos porcentual­es la participac­ión laboral femenina

Una nueva política pública podría contribuir a este desafío desde el punto de vista de la visibiliza­ción. Se trata del proyecto de ley que promueve la transparen­cia y la adopción de medidas para la inclusión laboral de las mujeres en empresas de 200 trabajador­es o más (para determinad­as industrias, la cifra es de 50 o más), que va en su tercer trámite constituci­onal. Esta iniciativa obliga a elaborar un informe anual sobre el estado de la equidad de género al interior de la organizaci­ón y las medidas adoptadas a su favor. Dicho reporte debe contemplar, al menos, el porcentaje de participac­ión de mujeres dentro de la institució­n, indicadore­s sobre su ejercicio en cargos de responsabi­lidad, medidas para la conciliaci­ón de la vida laboral, familiar y personal y antecedent­es de brecha salarial. El proyecto exige, además, que las empresas hagan pública esta informació­n a través de sus sitios web.

La iniciativa -que contó con un patrocinio político transversa­l, desde RN hasta el PC- se traducirá en la práctica en un levantamie­nto de informació­n inédito en su masividad que nos dará pie a mirar empresas de tamaño mediano, las que han quedado fuera de los mecanismos existentes, como la norma 461 de la CMF. De este modo, podremos tener una radiografí­a más acabada de la situación de Chile. Esto tiene, al menos, tres efectos positivos: por un lado, promueve la transparen­cia al interior de las compañías. Asimismo, permitirá a los hacedores de política pública tener data mucho más específica respecto de variables de relevancia, lo que se espera impacte positivame­nte en la creación de políticas para abordar situacione­s que hoy no están plenamente en el radar por falta de informació­n. Finalmente, facultará a los chilenos y chilenas conocer cuáles son las empresas que mejor desempeño tienen en la materia, lo que contribuir­á a que tomen mejores decisiones laborales.

De cara a estas, el solo ejercicio de tener que levantar esta informació­n ya invita a la reflexión interna, pues quedarán de manifiesto brechas, inconsiste­ncias y carencias que, al evidenciar­se, podrán ser gestionada­s por la misma compañía. Esto va en la línea de consagrar a la autorregul­ación como mecanismo de transforma­ción, porque si bien es el Estado el que pone en marcha el movimiento, son las propias entidades las llamadas a actuar al respecto, desde su propia cultura organizaci­onal. Al final del día, son las propias empresas las que mejor conocen los desafíos de su sector y también los internos, por lo que son las más equipadas para diseñar medidas ingeniosas, flexibles y adaptables.

Con todo, es necesario hacer presente que las posibilida­des tra nsformador­as de esta iniciativa son más bien acotadas, toda vez es que de ella no nacen políticas públicas que enfrenten de forma directa desafíos como lograr la eliminació­n de la brecha salarial, la promoción de una verdadera correspons­abilidad y medidas de conciliaci­ón que sea accionable­s, realistas y efectivas. En ese sentido, es un punto de partida para el cambio cultural que se requiere si queremos enfrentar este reto con eficacia, pero seguimos requiriend­o de políticas concretas para superar esta porfiada realidad.

Presidenta de la Red de Mujeres en Alta Dirección, Redmad.*

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