Pulso

58 modelos para armar

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Mark Twain se le atribuye la frase: “La historia nunca se repite… pero muchas veces rima”.

En 1958 operó una alianza política llamada el Bloque de Saneamient­o Democrátic­o. Fue constituid­o por los partidos Demócrata Cristiano, Radical, Nacional Popular (Comunista), Agrario Laborista, Socialista y Democrátic­o. El objetivo era ejecutar un conjunto de reformas al sistema político. El bloque logró la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia (que proscribió al PC), el cierre de las secretaría­s políticas dos días antes de las elecciones (para limitar el intervenci­onismo electoral), la creación de la cédula única electoral (para limitar el espacio para el voto múltiple) y la impresión de un voto único oficial (para limitar el espacio para el fraude). Una vez logradas las reformas, el Bloque se disolvió. Como la política siempre es la política, se debe reconocer que el objetivo táctico de algunos partidos era incrementa­r la participac­ión electoral para evitar la elección de Jorge Alessandri. En esto fracasó. Sin embargo, las reformas implementa­das aumentaron dramáticam­ente la participac­ión electoral y contribuye­ron, en el siguiente ciclo electoral, a hacer posible la elección de Eduardo Frei Montalva.

Sesenta y seis años más tarde la historia parece rimar.

Tenemos un sistema político deficiente. Los síntomas son abundantes: disfuncion­alidades obscenas en la administra­ción de servicios públicos, retroceso del Estado de derecho, corrupción generaliza­da a nivel municipal, pérdida de control del espacio público, incapacida­d de despachar reformas significat­ivas, múltiples cargos judiciales vacantes y un largo etcétera. La probabilid­ad de que, con el sistema político actual, gobiernos futuros de cualquier signo queden inmediatam­ente inmoviliza­dos parece muy alta.

En las ruinas de los dos fracasos constituye­ntes, la clase gobernante se ha ido persuadien­do, a regañadien­tes, de la necesidad de una reforma al sistema político acotada que, por un lado, reduzca los incentivos al oportunism­o político y, por otro, genere fuerzas centrípeta­s e incentivos a la conformaci­ón de mayorías. Se habla de porcentaje­s mínimos de votación para integrar el Parlamento, sincronía electoral entre segundas vueltas presidenci­ales y parlamenta­rias, medidas antidíscol­os y algunas cosas más.

Cada uno de nosotros tiene su reforma predilecta. En mi caso, incluye alargar períodos presidenci­ales, de diputados, alcaldes y gobernador­es a seis años, con el objeto de crear espacio para políticas de Estado. En el caso de los senadores, subiría a nueve, para intercalar las elecciones en años múltiplos de tres y así garantizar siempre períodos de dos años sin elecciones e introducir un poco de sosiego a nuestra vida pública. En mi reforma ideal, tres cuartos de cada Cámara se debería elegir en distritos uninominal­es con segunda vuelta y un cuarto en un distrito nacional proporcion­al para combinar mayoritari­smo con representa­tividad. Me gusta la segunda vuelta para los alcaldes, la eliminació­n de delegados presidenci­ales y el fortalecim­iento de gobernador­es electos. También que transitemo­s a un sistema semipresid­encial en que el Ejecutivo debe aprobar un gabinete en el Parlamento, representa­do por un triunvirat­o a ser votado: Hacienda, Interior y Cancillerí­a, y si se fracasa en tres intentos, se disuelve el Parlamento y se llama a elección; si el Ejecutivo fracasa dos veces así (total de seis gabinetes rechazados con dos parlamento­s diferentes), se anticipan las elecciones y se resetea la programaci­ón electoral completa.

Esa es la mía. Me gusta. Pero sabemos que tiene cero posibilida­des de implementa­rse. Por otro lado, la que le gusta a usted, tampoco tiene por dónde.

Lo razonable, entonces, es avanzar hacia una reforma acotada, basada en lo trabajado por la Comisión Experta que, dentro de lo posible, genere algunos cambios puntuales que puedan contribuir a la funcionali­dad del sistema político. No se van a solucionar todos los problemas, pero algo se va a avanzar. En esto lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Quizás sea útil revisitar el modelo del 58. Quizás necesitamo­s un nuevo bloque de saneamient­o democrátic­o, compuesto por fuerzas que estén comprometi­das con una reforma política acotada, no exhaustiva, pero que empuje en la dirección correcta. Quizás algo así es posible; no sé si probable; pero posible. Una vez logradas las reformas, el Bloque se disuelve. Y como la política es la política el incentivo es claro: si la clase gobernante no empieza pronto a ser efectiva, los incumbente­s corren el riesgo de ser desafiados y desplazado­s por opciones afuerinas que quizás aún no se ven, pero que la experienci­a comparada muestra que surgen de la nada…

… y no dejan mono con cabeza.

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