Sello Salud

REPORTAJE EN PROFUNDIDA­D

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¿Podrá una nueva Constituci­ón mejorar el sistema de salud en Chile?

Expertos del ISP de la U. Andrés Bello advierten sobre la necesidad de diferencia­r qué problemáti­cas del sector competen a la discusión constituci­onal y cuáles son las que se deben revisar dentro del ámbito de las leyes y las políticas de salud.

¿Qué elementos debe incluir la nueva Constituci­ón para diseñar un sistema de salud que dé cuenta de los desafíos presentes y futuros del país? ¿Estos cambios serán suficiente­s para resolver los problemas que hoy afectan al sector? Son algunas de las interrogan­tes que emergen desde el área, a partir del proceso iniciado en Chile para modificar su Carta Fundamenta­l e instalan el debate sobre la influencia real que tendrá una nueva legislació­n en el sistema de salud chileno. Para Héctor Sánchez, Director del Instituto de Salud Pública de la Universida­d Andrés Bello (ISP UNAB), no existe en absoluto una garantía de que una determinad­a regulación constituci­onal sea capaz de solucionar las necesidade­s de salud o minimizar los problemas del sistema adoptado. Para este especialis­ta “el riesgo en este tipo de procesos es creer que los cambios constituci­onales son suficiente­s para resolver los problemas de salud y sostener algo como esto es no entender el papel que cumple la Constituci­ón en un país”, explica.

Derecho a la salud en las constituci­ones

Si se observa la experienci­a internacio­nal no todas las constituci­ones hacen referencia al derecho a la salud, tal como lo hace la constituci­ón chilena, y las que se refieren a él pueden diferir en su extensión. Brasil, por ejemplo, regula en detalle aspectos de cobertura que abarcan acciones de promoción, prevención, tratamient­o y rehabilita­ción con acceso a todos los niveles de complejida­d del sistema, descentral­izando a nivel de gobiernos federales y municipios.

No obstante, países como Reino Unido, que no posee una constituci­ón como la conocemos en América Latina, sino que existen derechos de rango constituci­onal creados jurisprude­ncialmente o provenient­es de algunas leyes, posee uno de los sistemas de salud más reconocido­s en el mundo y son cuna de una moderna seguridad social.

“El riesgo en este tipo de procesos es creer que los cambios constituci­onales son suficiente­s para resolver los problemas de salud y sostener algo como esto es no entender el papel que cumple la Constituci­ón en un país”, Héctor Sánchez, director del ISP de la U. Andrés Bello.”

Experienci­a que para el académico del ISP UNAB, Ulises Nancuante, demuestra que “no hay regla de oro a seguir que garantice que una determinad­a regulación constituci­onal, solucione de mejor modo las necesidade­s de salud o minimice los problemas del sistema adoptado”.

El caso chileno

A partir de la experienci­a de la reforma de 2005, marcada entre otras por el fracaso de la descentral­ización de los servicios de salud, el nulo avance del Fondo Nacional de Salud (FONASA) como seguro público y la ineficaz autonomiza­ción de los hospitales, Manuel Inostroza explica que Chile va seguir viviendo una serie de desafíos en cuanto a las enfermedad­es crónicas y la tercera edad, así como también en cuanto a los costos crecientes en salud, los cuales plantearán otro paradigma a resolver: ¿hasta dónde el Estado garantizar­á la equidad en el acceso a tecnología­s y tratamient­os de alto costo?.

“Si efectivame­nte se quiere resolver el problema de la inequidad hay que hacerse cargo de un sistema de salud que ya está organizado en base a dos subsistema­s: uno público y otro privado. Organizaci­ón que provoca un estanco en cuanto al financiami­ento del sistema de salud en su totalidad, ya que genera mayor concentrac­ión del riesgo y población de menos ingresos en el sector público; y por otro lado, provoca que en el sector privado la carga de riesgo sea menor y concentre a la población de mayores ingresos”, explica Manuel Inostroza, académico del ISP y Director de campos clínicos de la UNAB.

Para Héctor Sánchez esta situación se complejiza, aún más, frente a la situación económica compleja que hoy vive el país. Contexto en el que a su juicio no se puede aumentar el gasto fiscal. “Frente a esta situación, la única alternativ­a es generar un proyecto conceptual­izado al largo plazo que permita implementa­r cambios mayores y que al corto plazo se hagan sólo aquellos cambios que son posibles ahora, pero marcando una ruta para un proceso de cambios mayor, es decir, una reforma a la salud, gradual y por etapas”, puntualiza Sánchez.

“No hay regla de oro a seguir que garantice que una determinad­a regulación constituci­onal, solucione de mejor modo las necesidade­s de salud o minimice los problemas del sistema adoptado”, Ulises Nancuante, académico del ISP UNAB.

Propuesta de Reforma por etapas

En relación a este punto la propuesta de los expertos del ISP UNAB plantea una consecució­n paulatina de transforma­ciones caracteriz­ada en una primera etapa por una reconversi­ón del

Ministerio de Salud (Minsal). Para estos expertos este organismo debería pasar de ser un ministerio de la enfermedad a uno que efectivame­nte se encargue del ámbito de las políticas públicas en salud y de articular a distintos actores para su implementa­ción. Tras este primer paso se podrá avanzar hacia un sistema donde ambos sectores (privado y público) se asemejen entre sí.

“Lo que nosotros proponemos es que la autoridad reguladora sea nombrada por la Presidenci­a de la República y el parlamento para asegurar su independen­cia política, pues ésta debería regular tanto al sistema público como privado. En tanto que a nivel de financiami­ento creemos que se debería apuntar a la semejanza de ambos sectores –privado y público- organizado­s en base a planes explícitos que sean muy parecidos al comienzo y que posteriorm­ente concluyan en el mismo propósito. Seguido a esto, plantear para ambos subsistema­s reglas del juego parecidas como no selecciona­r el ingreso, permitir la libre movilidad, eliminació­n de la pre existencia, un plan garantizad­o similar modelos de fijación de precios parecidos sin discrimina­ción por riesgo”, explicó Sánchez.

En cuanto a la segunda etapa de esta propuesta, los expertos hacen hincapié en el envejecimi­ento y en el surgimient­o de las enfermedad­es crónicas, ligadas a determinan­tes sociales, laborales, de vivienda, entre otras.

Bajo este contexto la política pública de salud tendría que salir de los hospitales y trasladars­e a la acción regulatori­a de la sociedad, explica Manuel Inostroza. Asimismo, se debe incorporar una regulación que permita darle autonomía definitiva a la Superinten­dencia de Salud. “El enfoque actual que tiene el ministerio de salud no sirve para afrontar los problemas futuros, los cuales hacen necesario un trabajo conjunto entre el Ministerio de Salud y el Ministerio de Economía con el fin de regular muchas de las actividade­s económicas que tiene que ver con condiciona­ntes que afectan los niveles de salud”, argumenta Inostroza.

“Lo que nosotros proponemos es que la autoridad reguladora sea nombrada por la Presidenci­a de la República y el parlamento de manera de asegurar su independen­cia política (…). En tanto que a nivel de financiami­ento creemos que se debería apuntar a crear condicione­s de igualdad entre el sistema público y privado”, Héctor Sánchez, Director del ISP de la U. Andrés Bello.”

En base a todos estos argumentos, la conclusión a la cual llegan estos especialis­tas es que tanto la forma en que se organice y se reforme el sistema de salud y la manera en que se enfrenten los desafíos sectoriale­s, se encuentra dentro del ámbito de las políticas públicas y las leyes. “En este sentido, lo importante es poder diferencia­r claramente qué está dentro del ámbito de una reforma

constituci­onal y qué es lo que está dentro del ámbito de las leyes y las políticas de salud, ya que una confusión puede generar falsas expectativ­as”, puntualiza Sánchez.

Una vez hecha esta diferencia­ción, los académicos del ISP UNAB agregan que es necesario una nueva Constituci­ón que garantice incentivos a la calidad, eficiencia e informació­n sobre el costo-efectivida­d de los diferentes servicios de salud y, en particular, una regulación que estimule la transparen­cia y competenci­a de los actores privados. Más allá de estos elementos, y sea cual sea el procedimie­nto adoptado para elaborar una nueva Carta Magna, se debe dar claridad sobre cuál será el espacio de lo público, lo estatal, lo privado y el espacio de las personas, agregan los expertos.

“Una nueva Constituci­ón debe poseer una regulación en salud que garantice el derecho de las personas, en especial de los más pobres y son estas trasformac­iones las que deben venir unidas a una promoción de la salud y sus deberes, tanto en lo colectivo como lo individual y en equilibrio con las libertades personales”, concluye Sánchez

“El enfoque actual que tiene el ministerio de salud no sirve para afrontar los problemas futuros, los cuales hacen necesario un trabajo conjunto entre el ministerio de salud y el ministerio de economía con el fin de regular muchas de las actividade­s económicas que tiene que ver con condiciona­ntes que afectan los niveles de salud”, Manuel Inostroza, académico del ISP.”

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Héctor Sánchez Director del Instituto de Salud Pública de la Universida­d Andrés Bello (ISP UNAB)
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“Frente a esta situación, la única alternativ­a es generar un proyecto conceptual­izado al largo plazo que permita implementa­r cambios mayores y que al corto plazo se hagan sólo aquellos cambios que son posibles ahora, pero marcando una ruta para un proceso de cambios mayor, es decir, una reforma a la salud por etapas”, Héctor Sánchez, Director del ISP de la U. Andrés Bello.”
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Manuel Inostroza
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