Salud sexual y reproductiva: Tensiones y controversias
Estela Arcos, Matrona, Directora Magíster Online, Directora Comisión de Investigación Fac. de Enfermería de la U. Andrés Bello
En la construcción de la identidad sexual y del comportamiento reproductivo participan opiniones, valores y otros elementos afectivos que reflejan factores ideológicos y culturales de una sociedad. Como consecuencia de esto, las modalidades que adoptan la sexualidad y la reproducción de las personas estarán condicionadas por las circunstancias del entorno social público y privado (1).
Bajo este contexto, la población tiene interacción permanente con instituciones sociales que realizan acciones relacionadas con la salud sexual y reproductiva, y con los derechos asociados a este concepto (1). En este sentido, es importante el rol de las conferencias internacionales sobre población y desarrollo, y las políticas nacionales de salud (2, 3, 4).
En general, las mujeres reconocen mayores oportunidades de información e instrucción sobre aquellos aspectos que socialmente las definen como mujeres, y que las mantienen en contacto permanente con los centros de salud. Estos temas son el embarazo y su cuidado, uso de métodos anticonceptivos para el control de la fecundidad y control ginecológico. Unilateralmente, los prestadores de salud enfatizan sus acciones educativas en aquellos aspectos que históricamente han sido la preocupación programática de la política, es decir, conseguir indicadores que reflejen una maternidad segura, homogeneización de la conducta reproductiva y un comportamiento sexual que no altere los indicadores epidemiológicos de enfermedades sexuales (6).
Para las instituciones de salud, la importancia social de la mujer en edad fértil está centrada en la salud reproductiva, específicamente, por el poder biológico, cultural, político y económico que la sociedad ha otorgado al control de la reproducción (1, 2, 7, 8). Como consecuencia, la mujer ha ejercido un control compartido con res- pecto a las decisiones sobre la regulación de su fecundidad (8). Así, se ha fomentado la participación prescrita de la mujer en las decisiones sexuales y reproductivas, se ha limitado su oportunidad de empoderamiento y autodeterminación sexual y reproductiva; se han naturalizado los estereotipos de género (7).
En momentos en que la población se acerca a la madurez epidemiológica en salud reproductiva biomédica, estamos ante un referente que habilita el cumplimiento de los derechos humanos específicos de la mujeres en todas las etapas de su ciclo vital, respetando los principios fundamentales de libertad, igualdad, equidad, integralidad, autonomía y participación, concebidos dentro de la teoría y práctica del desarrollo sostenible (5, 8, 9).
El desafío de abrir un espacio que garantice derechos sexuales y reproductivos y, como consecuencia, modificar relaciones de desigualdad en el quehacer de la reproducción y la sexualidad, ofrece una oportunidad a profesionales de la salud y de las ciencias sociales para contribuir en el reconocimiento de vínculos existentes entre la condición de salud de las mujeres y los ambientes socialmente estructurados en los que ellas viven (5)