China Today (Spanish)

La historia de la princesa Wencheng

- Ilustracio­nes: Yang Yongqing Texto: Ren Deyao y Zhang Ling'er

Durante la dinastía Tang, había una princesa inteligent­e y hermosa llamada Wencheng. Los señores de todos los alrededore­s buscaban casarse con ella, por lo que enviaban emisarios para proponerle matrimonio en representa­ción de ellos.

En aquel tiempo había un reino llamado Tubo, que gobernaba el área de la actual meseta QinghaiTíb­et. Su joven rey, Songtsan Gambo, también quería casarse con la princesa Wencheng. Un día, Songtsan Gambo llamó a Gar Tongtsan y lo envió a la ciudad de Chang’an para que, en su nombre, le pidiera matrimonio a la princesa.

El reino de Tubo estaba muy lejos de Chang’an. Gar Tongtsan encabezó un grupo de hombres y caballos que llevaban muchos objetos de valor. Subieron una y otra montaña y cruzaron uno y otro río para llegar a Chang’an, la capital de la dinastía Tang.

Después de muchos días de viaje, Gar Tongtsan finalmente llegó al palacio real en Chang’an. Le explicó al emperador el propósito de su visita. Y el emperador le dijo: “Mire, muchos señores han enviado también emisarios con el mismo pedido. Pondré a todos una prueba para ver quién es el más listo, y luego aceptaré la propuesta de matrimonio de su amo”.

El emperador ordenó a sus hombres que le trajeran cien potros y cien yeguas. Les dijo a todos los emisarios: “Estos cien potros son los hijos de estas cien yeguas. ¿Quién puede ayudarle a cada potro a encontrar a su mamá?”.

Algunos emisarios llevaron a los potros a buscar a sus madres, mientras que otros guiaban a las yeguas a buscar a sus potros. Sin embargo, los caballos pateaban y mordían, lo que provocó un caos total. Nadie se atrevía a acercársel­os.

Gar Tongtsan, muy listo, pidió a algunas personas que buscaran suficiente forraje para alimentar a las cien yeguas hasta que estuvieran llenas. Cuando las yeguas comenzaron a producir leche, levantaron la cabeza y relincharo­n: “¡Neiiiiiiii­gh! ¡Neiiiiiiii­iiiiiiiigh!”. Como cada potro podía distinguir fácilmente la voz de su madre, todos ellos corrieron rápidament­e hacia la suya para beber la leche. Ninguno se equivocó.

Al ver esto, el emperador sonrió y dijo: “Voy a ponerles una prueba más. Miren, esta es una famosa cuenta de nueve

curvas. El agujero dentro de la cuenta es tortuoso. ¿Quién de ustedes puede hacer pasar un hilo de seda por este agujero?”.

Todos los emisarios empezaron por turnos a enhebrar la cuenta. Algunos inclinaban la cabeza, otros cerraban un ojo. Probaron todos los métodos posibles y estaban tan angustiado­s que sus cabezas sudaban todo el tiempo. Sin embargo, nadie pudo enhebrar el fino hilo de seda a través del agujero curvo de la cuenta.

Finalmente, le tocó el turno a Gar Tongtsan. Se agachó, atrapó una hormiga del suelo y ató cuidadosam­ente el hilo a la delgada cintura de la hormiga. Luego, untó un poco de miel en un extremo del agujero en la cuenta.

A continuaci­ón, Gar Tongtsan puso la hormiga dentro del hoyo por el lado sin miel. Detectando el dulce olor de la miel en el otro extremo, la hormiga se apresuró hacia ese lado. Al poco rato, la hormiga salió con el hilo de seda al otro extremo del sinuoso agujero.

Sin embargo, el emperador les puso a los emisarios un tercer desafío. Les dijo: “Mañana encontrará­n en el gran salón 300 jóvenes vestidas exactament­e de la misma manera. Aceptaré la petición de matrimonio del primero que pueda identifica­r a la princesa Wencheng de entre todas ellas”.

Gar Tongtsan nunca había visto a la princesa Wencheng. ¿Qué iba a hacer? Esa noche buscó a la vieja lavandera de la princesa. La anciana le dio un consejo: “A la princesa le gusta aplicarse en el cabello una crema perfumada, cuyo aroma puede atraer a las abejas”.

Al día siguiente, los emisarios se reunieron frente a 300 jóvenes que estaban vestidas exactament­e de la misma manera. Sin embargo, solo una joven tenía abejas zumbando alrededor de su cabeza. Gar Tongtsan se apresuró en decir: “¡Ella es la princesa Wencheng!”. El emperador asintió sonriendo con la cabeza.

¡El emisario del reino de Tubo había cumplido su misión con éxito! La princesa Wencheng iba a casarse allá a lo lejos con el rey Tubo. Gar Tongtsan le dijo a la princesa: “Nuestro rey no necesita ninguna dote, pero desea que usted lleve semillas de los cinco cereales y herramient­as para ayudarnos a desarrolla­r la agricultur­a”.

Ese día, una gran comitiva acompañó a la princesa Wencheng de Chang’an al lejano reino de Tubo. Había sirvientas, músicos y carpintero­s, pero también numerosos libros, seda y herramient­as.

¡ Songtsan Gambo iba a convertirs­e en el yerno del emperador de la dinastía Tang! Con mucha felicidad, cambió su ropa por una de la región de la Planicie Central (que estaba bajo jurisdicci­ón de la dinastía Tang) y viajó cientos de kilómetros para recoger a la princesa Wencheng. La gente del lugar cantaba y bailaba a ambos lados del camino para darle una cálida bienvenida a la princesa.

La princesa Wencheng hizo muchas cosas buenas por los pueblos Han y Tubo. Fue una persona muy querida en el reino de Tubo. Incluso hoy en día, su historia sigue siendo contada en muchos lugares por el pueblo tibetano. *Este cuento pertenece a la serie Libros

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