Caricias salvavidas
El mundo globalizado necesita más ciudadanos empoderados de la propuesta de construir un mundo mejor. Más reflexivo y menos impulsivo; más proactivo y menos reactivo; más incluyente y menos excluyente; más soñador y menos conformista.
Necesitamos una generación que su alimentación esté basada en grandes proporciones de caricias, de sonrisas y de momentos felices.
Que las necesarias jornadas humanas de melancolías, fracasos, desilusiones y derrotas sean la automotivación para salir en búsqueda del los nutrientes que han alimentado a la humanidad por siglos, la deliciosa carga nutricional del amor que brinda la familia y los seres queridos.
Se ha vuelto común que nuestra cotidianidad se afecte cuando nuestros dispositivos móviles se estén descargando, llevándonos al impulso, casi instintivo, de conectarlo a cualquier fuente de poder. Que bueno que nuestros niveles de felicidad personal también puedan convertirse en motivación para buscar en el hogar, recargas continuas de la energía irremplazable del amor familiar.
Démonos a la tarea de valorar y aprovechar el gran regalo amoroso que nos brinda la familia. Volvamos común que en nuestros hogares existan recargas diarias de besos, caricias, pechiches y consentimientos.
Un mundo mejor construye desde la cotidianidad del amor expresado con nuestros seres queridos. Atrevámonos a tomar la iniciativa, volvamos al romanticismo, a la expresión de sentimientos, pensamientos y emociones, sin duda marcarán el camino para una vida de felicidad.