¡A Marte!
La gente ha vuelto a mirar al cielo para ver a Marte. Quienes hacen de hipotenusa en las esquinas, los que se reúnen en torno a un café o pasan el sopor de la digestión del almuerzo, todos hablan del planeta rojo. Hay noticias del róver Perseverance, el robot que amartizó el 18 de febrero y ahora anda recogiendo piedritas, muestras del clima y vestigios de vida antigua.
Los escritores han estado en Marte cientos de veces… con la imaginación. En Homo Plus (1976), Frederik Pohl plantea la colonización de Marte, no como opción, sino como urgencia: la Tierra está amenazada por la guerra nuclear y el daño medioambiental. En Marte rojo (1992), de Kim Stanley Robinson, cien mujeres y hombres van a establecer una colonia. En A través de Marte (2000), de Geoffrey A. Landis, los astronautas recorren el planeta y consiguen colonizarlo, pero a costa de muchas vidas.
Sin duda, el libro más famoso sobre el tema es Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. Un conjunto de relatos en los que los personajes tienen ya una cotidianidad en ese mundo. La crónica ‘Febrero de 1999. Ylla' comienza así:
“Tenían en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de cristal, y todas las mañanas se podía ver a la señora K mientras comía la fruta dorada que brotaba de las paredes de cristal, o mientras limpiaba la casa con puñados de un polvo magnético que recogía la suciedad y luego se dispersaba en el viento cálido”.
Mientras se expanden la estupidez, la violencia y la codicia de los humanos por el universo, podemos ambientarnos con estas lecturas fantásticas. saldaletra@gmail.com